Beata Imelda Lambertini

Personajes  / Imelda Lambertini

Breve historia

Imelda de Lambertini nació en Bolonia. A los diez años despreció la vanidad del mundo y la comodidad de su noble casa y entro en el monasterio de dominicas fundado por la Beata Diana de Andaló.
Su vida se resume en un solo episodio. En aquellos tiempos no se permitía recibir al Señor en tan temprana edad. Imelda era aún pequeña; mas su grande alma ardía en amores de Jesús Sacramentado, cuando las religiosas se acercaban al altar. “Como el siervo sediento desea las fuentes de las aguas, deseaba Imelda a su Dios”. Aconteció el día de la Ascensión que, durante la comunión, una hostia voló por los aires hasta posarse sobre la cabeza de la santa niña. El sacerdote, entre la estupefacción general, comprendió el milagro y deposito en sus labios el pan de los ángeles. Paso el tiempo y la niña continuaba en posición extática. Una monja fue a llamarla. ¡Estaba examine! “El Esposo le había besado con el beso de su boca” y había muerto de amor. Durante mucho tiempo fue considerada patrona de los niños que realizan su primera Comunión

Oración

¡Oh Bienaventurada Imelda, amorosísima flor abierta al rayo del Sol Eucarístico!, henos aquí, amable protectora nuestra, postrados de hinojos en tu presencia y llenos de santa admiración y piadosos sentimientos por verte en tan tierna edad abrasada en los fervientes ardores del amor de Jesús, escondido en el Sagrario.

Pero si el recogimiento y el ardor de tu oración te pusieron bella y embalsamada, cual preciosísima flor, a sus divinos ojos, no nos sucede lo mismo a nosotros. ¡Grande es nuestra confusión al vernos tan ocupados con las mil vanidades del mundo, aun cuando queremos orar al pie de los altares! Nuestra alma, apenas en la primavera de la vida, aparece ya marchita y seca, como si no bastaran a reanimarla las aguas de la divina gracia. Préstanos tu ayuda, oh amabilísima Abogada nuestra, que cual rocío celestial refresques nuestro espíritu, que el mundo ha marchitado. Aprendan nuestros corazones, al contacto del tuyo, el amor a Jesús, y vuelvan amor por amor a quien nos ha amado hasta morir en la Cruz y quedarse en el Tabernáculo para llegar hasta nosotros.

V. Bienaventurada Imelda, Patrona de la Primera Comunión, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración. Señor Jesús, que habiendo abrasado con el fuego de vuestro amor y recreado milagrosamente con el alimento de la Inmaculada Hostia a la Bienaventurada Imelda la recibisteis en el cielo, concedednos por su intercesión acercarnos a la sagrada Mesa con el mismo ardor de caridad que ella, de tal manera que ansiemos separarnos del cuerpo para unirnos a Vos, que vivís y reináis con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén.

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