Novena 2

DÍA SEGUNDO | LA MISERICORDIA

Segundo modo de orar
Domingo oraba también postrándose en tierra, compungido en su corazón y reprendiéndose a sí mismo.

Textos bíblicos
Sal 43, 26; 94, 6; 118, 25, 158 | Mt 2, 11 | Lc 18, 13

Reflexión
Las rodillas nos permiten adoptar una de las formas de adoración y súplica, con el respeto y reverencia que solo le debemos a Dios. No solo deben doblarse las rodillas, sino abrir el corazón y disponerse a contemplar su Verdad, Amor misericordioso, Belleza absoluta, la Vida.
Nuestro santo Padre Domingo, pasaba sus noches en oración, con sollozos y se disciplinaba con dureza, para interceder por los pecadores. Era su gran preocupación la salvación de las almas. De ésa relación íntima, cercana, familiar que él vivía con Dios, surgía la fuerza de su predicación que durante el día comunicaba con alegría, y que brotaba de ése trato íntimo con él, era el fruto de la contemplación.
El arrodillarse y levantarse sucesivas veces, hasta cien, era una de las formas de manifestar su humildad y sumisión, su amor, entrega y adoración a la Verdad increada. Arrodillarse y levantarse, si lo observamos en cámara rápida, es como dar un salto, sí, un salto al cielo, es una manera de acudir al encuentro del Amado, haciendo presente un signo profundo de humildad y súplica. La oración contemplativa de nuestro Padre Domingo le llevaba a morar en el misterio de Dios, y beber de su fuente, el mensaje de amor misericordioso que debía predicar. Por eso se lo llama: «Predicador de la Gracia». El estudio, la meditación y la contemplación vivida de manera tan ejemplar por Domingo, nos invita a imitar y observar ésta sublime enseñanza, para poder predicar la verdad que surja de la voluntad del mismísimo Dios.
Revisemos, pues en éste tiempo de reflexión y veneración a nuestro Padre Domingo, sus enseñanzas acuñadas con su propia vida. ¿Cómo andan mis rodillas frente al Santísimo? ¿Lo hago diariamente? ¿Cuánto tiempo le dedico al estudio de la Palabra, haciendo el silencio necesario? Abandonándolo todo, para gozarme de sus enseñanzas.
¿Trato diariamente de compartir, en comunidad con alegría y en paz, los frutos de lo contemplado? ¿Soy un testigo fiel del valor de la Palabra, para iluminar el mundo con la Luz del Evangelio y con el ejemplo de mi propia vida? ¿Doy gracias a Dios, en todo tiempo y lugar por todos los dones recibidos que provienen de su infinito amor misericordioso, sin merecimiento alguno de mi parte?

Oración
Infinitas gracias te damos Señor, por darnos a Domingo, por la fecunda obra de evangelización que tú fortaleciste, por los santos varones y mujeres que nos prodigaste, y por la gran familia dominicana que nos cobija. Gracias Domingo por tu compañía, por orar y adorar y contemplar, junto a nosotros, a nuestro Dios. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Carlos Alberto García Eberlé
Fraternidad Laical Dominicana | Santiago del Estero

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Sobre el jubileo de Santo Domingo

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