Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán

Liturgia de las Horas

 

I Vísperas

Invocación inicial
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria. Aleluya.

Himno
A ti, Domingo, como Padre honramos,
a quien Dios consagró para sí mismo
dándote con su propio e insigne nombre,
prenda de su amor.

Sabio caudillo de ejército santo,
a vivir de la fe tú animas
y a tener, como grey de redimidos,
virtud sin mancha.

Predicas, a tiempo y a destiempo insistes;
mandas al mundo frailes animosos
que a Cristo prediquen cual luz y premio
de vida eterna.

Tú, leal a Dios y a la santa Iglesia,
pobre, inocente y nítido espejo,
el ideal de todas las virtudes
tú nos renuevas.

A la Trinidad gloria y alabanzas,
y pues ya tal honor te ha concedido,
siguiéndote, a nosotros nos conceda
un gozo eterno. Amén.

Salmodia
Ant. 1 Nuevo heraldo celestial, enviado al fin de los tiempos, brilla Domingo en su pobreza, ya prefigurado en su celo.

Salmo 95 (M. 1)
Anunciad entre las gentes la gloria del Señor

Cantad al Señor un cántico nuevo, *
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre, *
proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria, *
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, *
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia, *
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden, *
fuerza y esplendor están en su templo.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor, *
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor, *
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, *
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: « El Señor es rey, +
él afianzó el orbe, y no se moverá; *
él gobierna los pueblos rectamente.»
Alégrese el cielo, goce la tierra, *
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, *
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega, *
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia *
y los pueblos con fidelidad.

Ant. Nuevo heraldo celestial, enviado al fin de los tiempos, brilla Domingo en pobreza, ya prefigurado en su celo.

Ant. 2 Trabajando afanosamente por el nombre de Cristo, esparce en el mundo la semilla celeste, y descansa sereno a la sombra de la pobreza.

Salmo 97 (M. 2)
Dio a conocer el Señor su salvación

Cantad al Señor un cántico nuevo, *
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, *
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria, *
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad *
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado *
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera, *
gritad, vitoread, tocad:
tañed la cítara para el Señor, *
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas, *
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene, *
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor, *
que llega para regir la tierra
Regirá el orbe con justicia *
y los pueblos con rectitud.

Ant. Trabajando afanosamente por el nombre de Cristo, esparce en el mundo la semilla celeste, y descansa sereno a la sombra de la pobreza.

Ant. 3 Libre de las ataduras del cuerpo entra en el cielo, donde en plenitud gusta de lo que estaba sediento.

Cántico (M. 14) Ef 1, 3-10
Hemos sido hecho reino y sacerdotes para nuestro Dios

Bendito sea Dios, *
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo *
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, *
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos *
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo +
por pura iniciativa suya *
a ser sus hijos
para que la gloria de su gracia, +
que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, *
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, +
hemos recibido la redención, *
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia +
ha sido un derroche para con nosotros, *
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo *
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas, *
las del cielo y las de la tierra.

Ant. Libre de las ataduras del cuerpo entró en el cielo, donde en plenitud gusta de lo que estaba sediento.

Lectura breve
Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

Responsorio breve
V. De día el Señor * Me hará misericordia.
R. De día el Señor * Me hará misericordia.
V. Y de noche cantaré su alabanza.
R. Me hará misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. De día el Señor * Me hará misericordia.

Magníficat
Ant.
El bienaventurado Domingo, elevando las manos al cielo dijo: «Padre santo, tú sabes que he perseverado con gusto en tu voluntad y he guardado y conservado a los que me confiaste, también ahora, yo los confío a ti, consérvalos y guárdalos.»

Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Ant. El bienaventurado Domingo, elevando las manos al cielo dijo: «Padre santo, tú sabes que he perseverado con gusto en tu voluntad y he guardado y conservado a los que me confiaste, también ahora, yo los confío a ti, consérvalos y guárdalos.»

Preces
Reunidos en la solemnidad de santo Domingo, nuestro Padre, a ejemplo suyo dirijamos a Dios nuestra oración vespertina, diciendo:

Mira con amor, Señor, a esta tu familia.

Oh Dios providentísimo, que has querido enriquecer a tu Iglesia con el bienaventurado Domingo,
– concede a los que seguimos su ideal un celo por la fe como el suyo.

Manténnos, Señor, como mantuviste a santo Domingo,
– alegres en la adversidad y confiados siempre en tu misericordia.

A nuestros hermanos, que dan testimonio de tu santo nombre y de tu Palabra de verdad,
– concédeles gracia y fuerza abundantes en las asechanzas de este mundo.

Mira con bondad, Señor, a los que en nuestra Familia dominicana se han entregado al servicio de la Palabra y a la salvación de los hombres,
– y haz que, aunque sean rechazados o criticados, nunca se desanimen.

Abre las puertas del paraíso a nuestros hermanos y hermanas difuntos
– y concédenos contemplar con ellos un día tu gloria.

Que nuestros labios entonen ahora la oración del Señor, que unifica y confirma nuestras peticiones: Padre nuestro.

Oración
Te pedimos, Señor, que santo Domingo, nuestro Padre, insigne predicador de tu Palabra, ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos, e interceda también con bondad por nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo.

Bendición final
Dios, Padre omnipotente, que constituyó a santo Domingo ministro del Evangelio, nos confirme en nuestra vocación.
R. Amén.

Invitatorio

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant. Venid, adoremos al Señor de los apóstoles, que constituyó a Domingo heraldo del Evangelio.

Salmo 94
Invitación a la alabanza divina

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses,
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.»

Oficio de lectura

Himno
Tú, que por tu nombre y vida ya mostrabas,
ser todo del Señor y que amas al hombre,
vuelve del cielo a renovar el mundo,
con palabras de salvación.

Predica el premio de la fe sincera
que tú con amor solícito serviste,
la buscaste en tus fatigas y plegarias
y la has conseguido en el cielo.

La nívea pureza de tu corazón
predique al hombre no amar bajos placeres,
y que, manteniendo puro el propio cuerpo,
con los ángeles se unan.

Gloria perpetua sea a la Trinidad;
danos la gracias de disfrutar el premio
de poder cantar contigo para siempre
el himno nuevo en el cielo. Amén.

Salmodia
Ant. 1
A
los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos.

Salmo 41 (M. 10)
El alma sedienta del Señor

Como busca la cierva corrientes de agua, *
así mi alma te busca a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios, del Dios vivo: *
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan noche y día *
mientras todo el día me repiten: « ¿Dónde está tu Dios? »
Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: *
cómo marchaba a la cabeza del grupo hacia la casa de Dios.
entre cantos de júbilo y alabanza *
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía, *
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: *
«Salud de mi rostro. Dios mío.»
Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo *
desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: *
tus torrentes y tus olas me han arrollado.
De día el Señor me hará misericordia, *
de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida.
Diré a Dios: « Roca mía, ¿por qué me olvidas? *
¿Por qué voy andando, sombrío, hostigado por mi enemigo? »
Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; *
todo el día me preguntan: « ¿Dónde está tu Dios? »
¿Por qué te acongojas, alma mía, *
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: *
«Salud de mi rostro. Dios mío.»

Ant. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera primogénito de muchos hermanos.

Ant. 2 Dios ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos dando a conocer la gloria de Dios reflejada en Cristo Jesús.

Salmo 76 (M. 7)
De noche extiendo las manos sin descanso

Alzo mi voz a Dios gritando; *
alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia te busco, Señor mío: +
de noche extiendo las manos sin descanso, *
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo *
y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos, *
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos, *
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros, *
y meditándolo me pregunto:
«¿Es que el Señor nos rechaza para siempre *
y ya no volverá a favorecernos?»
¿Se ha agotado ya su misericordia, *
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad, *
o la cólera cierra sus entrañas? »
Y me digo: « ¡Qué pena la mía! *
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo! » Recuerdo las proezas del Señor; *
sí, recuerdo tus antiguos portentos, medito todas tus obras, *
y considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos; *
¿qué Dios es grande como nuestro Dios?
Tú, oh Dios, haciendo maravillas, *
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo, *
a los hijos de Jacob y de José.
Te vió el mar, oh Dios, +
te vió el mar y tembló, *
las olas se estremecieron.
Las nubes descargaban sus aguas, +
retumbaban los nubarrones, *
tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el estruendo de tu trueno; +
los relámpagos deslumbraban el orbe, *
la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas, +
un vado por las aguas caudalosas, *
y no quedaba rastro de tus huellas,
mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño, *
por la mano de Moisés y de Aarón.

Ant. Dios ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos dando a conocer la gloria de Dios reflejada en Cristo Jesús.

Ant. 3 El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.

Salmo 144, 1-9 (M. 3)
La magnificencia de la gloria del Señor

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey, +
bendeciré tu nombre *
por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré, +
y alabaré tu nombre *
por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza, *
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra, *
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad, *
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas, *
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad, *
y aclaman tus victorias.
El Señor es clemente y misericordioso, *
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos, *
es cariñoso con todas sus criaturas.

Ant. El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.

V. Todas las palabras que yo te diga.
R. Escúchalas atentamente y apréndelas de memoria.

Primera lectura
De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios                                           2, 1-16

Nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo,
y éste crucificado

Cuando vine a vosotros a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino como está escrito: « Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu.

El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. ¿Quién conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Pues lo mismo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo, es el Espíritu que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios recibimos.

Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu. A nivel humano uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una locura; no es capaz de percibirlo porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre de espíritu tiene criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al juicio de nadie. « ¿Quién conoce la mente del Señor para poder instruirlo? » Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.

Responsorio
R. Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda paciencia y deseo de instruir. * Tú, estate siempre alerta: soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador.
V. Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio. * Tú, estate siempre alerta.

Segunda lectura
De un Sermón en la fiesta de santo Domingo de fray Jerónimo Savonarola, presbítero

(Ed. D. Ferretti: « Memorie Domenicane » 27 1910, pp. 381-401)

Se hizo todo caridad y sabiduría

Este es el gran sacerdote que durante su vida reparó la casa y en sus días fortificó el santuario. (Si 50, 1) Este es, hermanos, el bienaventurado Domingo, cuya fiesta hoy celebramos y que, junto con el bienaventurado Francisco, renovó la Iglesia que decaía.

Este es —dice— el gran sacerdote. Considerad, hermanos, estas palabras y notad su sentido misterioso. Los sacerdotes son muchos y los sacerdotes, no obstante, aún son pocos. Y, por otra parte, no todos los sacerdotes que son buenos, son notables. Efectivamente, el sacerdote debe iluminar al pueblo, y a él le corresponde verdaderamente el predicar. ¿Cómo, pues, puede darse un sacerdote que no sepa iluminar? ¿Más aún, cómo puede darse un sacerdote que ni siquiera esté él mismo iluminado? ¿Cómo alguien que, incluso, sea un mal sacerdote?

El bienaventurado Domingo era santo y era iluminado por su doctrina. Pero alguien podrá decir: «Yo me preparo para predicar santamente.» Hoy día nuestros sacerdotes quieren todos predicar, porque el oficio de predicador se tiene en gran honor, y para ello estudian sermonarios y otros libros para —dicen— con ello edificar al pueblo. Alguno quizá diga: al menos haré algún bien a la Iglesia. Pero ¿qué se dice en el texto de la Escritura a continuación?: Durante su vida reparó la casa. Pero es claro que la vida pecadora no es vida. Por tanto se sobrentiende que se trata de su vida santa, o sea con su vida ejemplar.

Rogad, rogad, pues, al Señor que envíe buenos y santos sacerdotes para que sostenga la casa, es decir, la Iglesia entera, amenazada de gran ruina.

Y en sus días fortificó el santuario. Él echó los cimientos de la altura doble del templo. (Si 50, 2) La altura de este templo hace referencia al estado de perfección de algunos que forman parte del clero, es decir, de los religiosos. Es cierto que el obispo debe ser perfecto porque está en estado de perfección; pero también los religiosos están en estado de perfección porque han profesado los votos y se han obligado a hacer lo que conduce a la vida perfecta; pero, incluso entre los religiosos, nosotros nos encontramos en una Orden que es de Predicadores. Por ello, cuán perfectos deban ser los predicadores se deduce de lo que dice más adelante: el alto contrafuerte de la cerca del templo. (Si 50, 2) ¿No es por ventura, hermanos, causa de vergüenza si alguien, considerando el prestigio del arte que ejerce no es consecuente con él, como cuando un soldado tiene miedo o huye? Considerad, pues, también vosotros vuestro nombre.

¡Qué glorioso era rodeado de su pueblo! (Si 50, 5) Se dice del bienaventurado Domingo que su trato siempre resultaba alegre y abierto, por lo cual era amado de todos con afecto profundo. Quiso, efectivamente, que sus conventos fueran edificados en las ciudades para tratar con todos y ser útil a todos; por eso gastaba el día con los hombres y la noche con Dios; por eso predicaba la caridad que dilata el corazón y lo hace todo fácil. Tu mandato, Señor, se dilata sin término. (Sal 118, 96) Correré por el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón; (Sal 118, 32) por eso cuando alguien le preguntó dónde encontraba explicaciones tan justas, él respondió: « En el libro de la caridad».

Vosotros, hermanos, que queréis estudiar la Escritura, que queréis predicar, por tanto, tened caridad y ella os instruirá. Tened caridad y entenderéis la caridad. Porque el bienaventurado Domingo estaba totalmente dado al amor del prójimo para traerlo al buen camino mediante la predicación y el ejemplo, por ello mismo pudo ofrecerse a Dios como sacrificio en olor de suavidad, (Ef 5, 2) y por eso el texto continúa: como fuego e incienso en el incensario, (Si 50, 9) es decir: en el fuego del Espíritu Santo y en el del amor al prójimo y en el de las tribulaciones: todo ello subía a la presencia de Dios como un olor suavísimo. Y, concluyendo, se hizo todo caridad y sabiduría y estuvo adornado de todas las virtudes.

Responsorio
R. El Padre de familia manda a su criado a la hora de la cena, para invitar al mundo a las bodas del Cordero, * Prometiéndole las múltiples delicias de la vida.
V. Para este banquete tan maravilloso eligió como heraldo a santo Domingo, * Prometiéndole las múltiples delicias de la vida.

Otra:
De los nueve modos de orar de Santo Domingo

(Ed. I. Taurisano: ASOP 15, 1922, pp. 96-97; 99-100; en Santo Domingo, BAC,
Madrid 19873, pp. 207-217)

De la oración del santo Padre Domingo

El primer modo de orar era inclinarse humildemente delante del altar, tal como si Cristo significado por el altar, estuviera allí real y personalmente y no sólo en signo, según aquello de Judith (9, 16): Siempre te complaces en la oración de los humildes; por la humildad obtuvieron la Cananea y el hijo pródigo lo que querían: pero yo no soy digno de que entres en mi casa, (Mt 8, 8) pues: Señor, ante ti siempre estoy tan abatido. (Sal 118, 107)

Así el santo Padre con el cuerpo erguido, inclinaba su cabeza y, mirando humildemente a su Cabeza, Cristo, consideraba la propia indignidad y la excelencia de Cristo, prodigándose en reverencias a él. Y enseñaba a los frailes a hacer esto mismo cuando pasaran ante la humillación de un crucifijo, para que Cristo máximamente humillado por nosotros nos viera también a nosotros humillados ante su majestad. Y también mandaba a los hermanos inclinarse ante toda la Trinidad, cuando solemnemente se dijese: «Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo».

Después de esto, santo Domingo ante el altar, o en el capítulo, fijaba su vista con una profunda mirada en el crucifijo, doblando las rodillas una y más veces. Y en algunas ocasiones lo hacía desde después de Completas hasta la media noche: ya se alzaba en pie, ya se arrodillaba a imitación del apóstol Santiago, o de aquel leproso del Evangelio que decía de rodillas: Señor, si quieres, puedes limpiarme (Lc 5, 12) y como Esteban, quien puesto de rodillas clamaba con gran voz, diciendo: Señor, no les tengas en cuenta este pecado. (Hch 7, 19) surgía entonces en el santo Padre Domingo una gran confianza en la misericordia de Dios para sí y para todos los pecadores, y por la perseverancia de los frailes aún novicios, a los que mandaba ir de un lado a otro para la predicación de las almas. Y en ocasiones no se podía contener su voz, y los frailes le oían decir: A ti, Señor, te invoco; no seas sordo a mi voz, no dejes de escucharme, (Sal 27, 1) y otras frases semejantes de la sagrada Escritura.

A veces solía hablar consigo mismo y su voz apenas se oía y permanecía de rodillas como atónito, a veces durante largo tiempo, y en algunas ocasiones presentaba en estos momentos tal actitud que parecía que su mente hubiera penetrado en el cielo, y en seguida se iluminaba de gozo su rostro y enjugaba las lágrimas que le caían. Se encendía entonces de un intenso deseo, como cuando el sediento se acerca a la fuente, o como cuando el peregrino ya está cerca de la patria.

Su animación y su ardor crecían como se podía ver por la gran agilidad de sus movimientos, siempre compuestos, cuando se ponía de pie o se arrodillaba. Y, tan habituado estaba a arrodillarse que, en los viajes, o en las posadas, a pesar del cansancio de los viajes y caminos, mientras los demás dormían o descansaban, él volvía a sus genuflexiones como si se tratase de un arte o un oficio especial suyo. Y así con este ejemplo suyo y más que con las palabras enseñaba a los frailes.

Responsorio
R. Realizando la verdad en el amor, * Hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo.
V. La senda de los justos es como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día. * Hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo.

Otra:
Del Testimonio en el proceso de canonización de santo Domingo de fray Juan de Navarra, presbítero

(Actas de los testigos de Bolonia, MOPH 16,
Romae 1935, pp. 154, ss.; en Santo Domingo,
BAC, Madrid 19873
, pp. 158-161)

Era amado de todos

El día 10 de agosto, fray Juan, español, presbítero de la Orden de Predicadores, jurado, expuso que en aquel año que fue confirmada la Orden de los frailes Predicadores en los días del concilio por el papa Inocencio III, entró en la Orden. Y en la próxima fiesta de san Agustín hará dieciocho años, según cree firmemente, que recibió el hábito de manos de fray Domingo, plantador y primer Maestro de dicha Orden, y el mismo día hizo la profesión en manos de dicho fraile en la iglesia de San Román de Tolosa y desde entonces trató con fray Domingo y permaneció y fue con él por diversos lugares y tierras, tanto de día como de noche, y dijo que fray Domingo era muy asiduo en la oración durante el día y durante la noche. También afirmó que rezaba, vigilaba y domaba su cuerpo con mayores y más frecuentes disciplinas que todos los demás frailes con los que trataba. Y esto lo sabe porque lo vio hacer muchas veces.

Igualmente afirmó que se compadecía de sus prójimos y ardentísimamente deseaba su salvación. Muchas veces predicaba él mismo y frecuentemente, de la manera que podía, inducía y enviaba a los frailes a predicar, rogándolos y amonestándolos que fueran diligentes en la salvación de las almas. Y confiando mucho en Dios enviaba también a los sencillos a predicar, diciéndoles: « Id tranquilamente, porque el Señor pondrá palabras en vuestros labios y estará con vosotros y no os faltará nada.» Y ellos partían y les sucedía como les había dicho.

Y asimismo cuenta que estando con fray Domingo en la iglesia de San Román del convento de Tolosa, fray Domingo contra la voluntad del conde de Montfort, del arzobispo de Narbona y del obispo de Tolosa y de algunos otros prelados, envió a este testigo, forzando su voluntad, con cinco frailes clérigos y un converso a París para que estudiaran y predicasen y fundaran allí un convento y no temieran porque todo les sucedería felizmente. Y a los dichos prelados y al conde y a los frailes decía: « No me contradigáis, yo sé bien lo que hago. » Y por entonces envió también a otros a España y les decía y mandaba cosas semejantes.

También dijo que con todos los ricos y pobres, judíos y gentiles, de los cuales hay muchos en España, se mostraba afable y según vio era amado de todos, excepto de los herejes y enemigos de la Iglesia, a los cuales perseguía y convencía con sus disputas y predicaciones, y, sin embargo, los amonestaba y exhortaba a la penitencia y a la conversión a la fe, según oyó y vio.

Declaró también del modo que andaba durante el día y descansaba durante la noche y que se quitaba los zapatos, y esto dijo haberlo visto muchas veces. Asimismo afirmó que cuando fray Domingo iba de un pueblo a otro se descalzaba y caminaba descalzo hasta que llegaba a otro pueblo y allí se calzaba. Y otra vez al salir s e descalzaba y él mismo o llevaba sus zapatos y no quería que alguno le ayudara a llevarlos. Y si alguna ve z tropezaba en las piedras, lo sufría con rostro alegre y n o s e turbaba y decía: « Esto sirve de penitencia », como hombre que se gozaba siempre en sus tribulaciones. (2 Co 7, 4)

De la misma manera dijo que amó mucho la pobreza y para qué los frailes la amasen los persuadía con gran empeño. Preguntado cómo lo sabe contestó: porque se gloriaba de llevar los vestidos más despreciables y porque renunció a todas las cosas temporales y, estando presente el testigo, mucha s vece s exhortó a los frailes a la pobreza. También informó que fue parco en el come r y beber, principalmente en los suplementos extraordinarios, de tal manera, sin embargo, que aunque dispensara a los otros nunca s e dispensaba a sí mismo ; aún más, él cumplía estrictamente toda la regla. Asimismo afirmó haber oído decir, cuando vivía fray Domingo y también después, que permaneció virgen hasta la muerte, y esto era voz pública entre los frailes.

También protestó que rara vez hablaba sino con Dios, a saber, rezando, o de Dios, y sobre esto persuadía a sus frailes. Igualmente dijo que siempre lo vio estar alegre en presencia de los hombres, pero en sus oraciones con frecuencia lloraba. Y esto lo sabe porque lo vio y oyó llorar.

También dijo que  siempre, llevaba consigo el evangelio de san Mateo y las epístolas de san Pablo. Y estudiaba mucho en ellas de tal manera que casi las sabía de memoria.

Igualmente aseveró haber oído decir a los canónigos y a mucho s otros varones fidedignos que cuando fray Domingo estaba en el siglo y estudiaba en Palencia invadió el hambre aquella región de tal mod o que los pobres estaban abatidos y muchos morían. Y viendo-esto fray Domingo, movido por la piedad y la caridad, vendió los libros y todas las cosas que tenía y lo dio para alimento de los necesitados, por cuyo ejemplo, según oyó, otros muchos dieron muchas cosas.

Responsorio                                                                                                         1 Ts 2, 8; Ga 4, 19
R. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, * Porque os habíais ganado nuestro amor.
V. Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto hasta que Cristo tome forma en vosotros. * Porque os habíais ganado nuestro amor.

Te Deum
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardamos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

Laudes

Salmodia
Ant 1
Mi alma está sedienta de ti, porque tu gracia vale más que la vida.

Salmo 62, 2-9
El alma sedienta de Dios

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo:
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Ant. Mi alma está sedienta de ti, porque tu gracia vale más que la vida.

Ant. 2 Fray Domingo era asiduo de día y de noche a la oración.

Cántico Dn 3, 57-88. 56
Toda la creación alabe al Señor

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. Fray Domingo era asiduo de día y de noche a la oración.

Ant. 3 Enviaba Domingo los frailes a predicar, pidiéndoles y advirtiéndoles que fueran solícitos de la salvación de las almas.

Salmo 149
Alegría de los santos

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Ant. Enviaba Domingo los frailes a predicar, pidiéndoles y advirtiéndoles que fueran solícitos de la salvación de las almas.

Lectura breve
A mí, el más insignificante de todo el pueblo santo, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo; e iluminar la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo.

Responsorio breve
V. Contad a los pueblos. La gloria del Señor.
R. Contad a los pueblos. La gloria del Señor.
V. Sus maravillas a todas las naciones.
R. La gloria del Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Contad a los pueblos. La gloria del Señor.

Benedictus
Ant.
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria! Que dice a Sión: «Tu Dios es Rey».

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Ant. ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria! Que dice a Sión: «Tu Dios es Rey».

Preces
En el gozo de este nuevo día alabemos al Señor, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Digámosle con júbilo:

Alabado seas, Señor, que nos das la salvación.

Bendito seas, Señor, que diste a la Iglesia a tu siervo Domingo como ministro y como caudillo de muchos hermanos,
– concédenos que bajo su dirección caminemos siempre alegres y confiados en tu misericordia.

A los ojos de todos brillaba Domingo por el esplendor de las virtudes, el fervor de la caridad y celo de la predicación evangélica,
– te damos gracias, Señor, porque nos llamas a su imitación.

A través del tiempo, Señor, has reunido una falange de frailes y hermanas bajo su dirección y seguimiento,
– te alabamos, Señor, por todos los que, con la palabra y con la vida han profesado tu mandamiento del amor.

Puesto que has tenido a bien que actualmente tantos seglares, frailes y religiosas formen parte de la Familia dominicana,
– haz que su esfuerzo por conocerte y glorificarte como a Maestro acreciente siempre tu honor y gloria.

Que nuestro corazón se ensanche de gozo al pronunciar con exultante e íntima alegría la oración del Señor: Padre nuestro.

Oración
Oh Dios, que te has dignado iluminar a tu Iglesia con las obras y predicación de nuestro Padre santo Domingo, da a los hombres lo necesario para la vida, pero sobre todo la abundancia de bienes espirituales. Por nuestro Señor Jesucristo.

Hora media

Invocación inicial
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria. Aleluya.

Himno
Alabemos a Domingo,
nuevo soldado de Cristo;
su vida al nombre responde,
hombre como el Evangelio.

Conservando sin mancilla
el lirio de su pureza,
como antorcha ardió su vida,
buscando a los descarriados.

Sobreponiéndose al mundo,
su corazón preparaba,
para vencer al maligno,
solo y la gracia de Cristo.

Luchó con palabra ardiente
y realizando milagros;
mandó sus frailes al mundo
y oró con frecuente llanto.

A Dios Uno y Trino sea
honor, gloria y alabanza;
por la oración de Domingo
nos lleve al gozo del cielo. Amén.

Salmodia
Ant. Sexta:
Fue óptimo y sumo consolador en las dificultades de los frailes y de todos los demás.

Salmo 33
Esperanza del hombre en el Señor

Bendigo al Señor en todo momento, *
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor, *
que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, *
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió, *
me libró de todas mis ansias.
Contempladlo y quedaréis radiantes, *
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, +
él lo escucha, *
y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa, *
en tomo a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor, *
dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor, *
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre, *
los que buscan al Señor no carecen de nada.
II
Venid, hijos, escuchadme: *
os instruiré en el temor del Señor;
¿hay alguien que ame la vida, *
y desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal, *
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien, *
busca la paz y corre tras ella.
Los ojos del Señor miran a los justos, *
sus oídos escuchan sus gritos;
pues el Señor se enfrenta con los malhechores, *
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha *
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados, *
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males, *
de todos lo libra el Señor.
Él cuida de todos sus huesos, *
y ni uno solo se quebrará.
La maldad da muerte al malvado, *
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos, *
no será castigado quien se acoge a él.

Salmo 18 B
La ley del Señor enseña la sabiduría a los pequeñuelos

La ley del Señor es perfecta, *
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel *
e instruye al ignorante.
Los mandatos del Señor son rectos *
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida *
y da luz a los ojos.
La voluntad del Señor es pura *
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos *
y enteramente justos.
Más preciosos que el oro, *
más que el oro fino;
más dulces que la miel *
de un panal que destila.
Aunque tu siervo vigila *
para guardarlos con cuidado,
¿quién conoce sus faltas? *
Absuélveme de lo que se me oculta.
Preserva a tu siervo de la arrogancia +
para que no me domine: *
así quedaré libre e inocente del gran pecado.
Que te agraden las palabras de mi boca, +
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, *
Señor, roca mía, redentor mío.

Ant. Sexta: Fue óptimo y sumo consolador en las dificultades de los frailes y de todos los demás.

Lectura breve
Mi espíritu que ha venido sobre ti y mis palabras, que he puesto en tus labios, no caerán de tu boca, ni de la boca de tu descendencia, ni de la boca de la descendencia de tu descendencia, dice el Señor, desde ahora y para siempre.

V. Mira, yo pongo mis palabras en tu boca.
R. Hoy te establezco sobre pueblos y reyes.

La oración como en Laudes.

II Vísperas

Invocación inicial
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria. Aleluya.

Himno
De salvación fue un heraldo,
el que ya en su propio nombre,
anuncio alegre del cielo,
consagración auguraba.

En tu corazón tan grande,
más anchuroso que el orbe,
Dios y su fe encontraron
un defensor decidido.

Prudente, benigno y virgen,
ardoroso en tu celo,
luchaste como un atleta
por la fe de nuestra Iglesia.

Como un viento impetuoso
las nubes del error barres
para que con pie seguro
caminemos en la Iglesia.

Haz que en tus hijos aliente
ese ardor tan generoso,
y con fe viva afiancemos
nuestra esperanza en el cielo.

Haznos fuertes frente al mundo,
superando su aspereza,
para que junto a los santos
la gloria de Dios cantemos. amén.

Salmodia
Ant. 1
Acogía a todos en su infinita caridad y, porque a todos amaba, era de todos amado.

Salmo 115
A ti, Señor, sacrificaré ofrenda de alabanza

Tenía fe, aun cuando dije: *
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro: *
«Los hombres son unos mentirosos.»
¿Cómo pagaré al Señor *
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación, *
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos *
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor *
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, +
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, *
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos *
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor, *
en medio de ti, Jerusalén.

Ant. Acogía a todos en su infinita caridad y, porque a todos amaba, era de todos amado.

Ant. 2 Movido de compasión y caridad vendió los libros y cuanto poseía para dar de comer a los pobres.

Salmo 125
Voz de los apóstoles sobre la conversión de las gentes y sufrimientos de los mártires

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, *
nos parecía soñar,
la boca se nos llenaba de risas, *
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: *
«El Señor ha estado grande con ellos. »
El Señor ha estado grande con nosotros, *
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte, *
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas *
cosechen entre cantares.
Al ir iba llorando, *
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando, *
trayendo sus gavillas.

Ant. Movido de compasión y caridad vendió los libros y cuanto poseía para dar de comer a los pobres.

Ant. 3 Y con gran clamor decía: « Señor, ten piedad de tu pueblo. ¿Qué será de los pecadores?»

Cántico Ef 1, 3-10
La gracia de Cristo ha sido un derroche para con nosotros

Bendito sea Dios, *
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo *
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, *
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos *
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo +
por pura iniciativa suya *
a ser sus hijos
para que la gloria de su gracia, +
que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo *
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre +
hemos recibido la redención, *
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia +
ha sido un derroche para con nosotros, *
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo, *
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas *
del cielo y de la tierra.

Ant. Y con gran clamor decía: «Señor, ten piedad de tu pueblo. ¿Qué será de los pecadores? »

Lectura breve
Doy gracias a mi Dios cada vez que os menciono; siempre que rezo por vosotros lo hago con gran alegría, porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio desde el primer día hasta hoy. Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os quiero en Cristo Jesús.

Responsorio breve
V.
Dichosos los que oyen la palabra de Dios. Y la cumplen.
R. Dichosos los que oyen la palabra de Dios. Y la cumplen.
V. Y darán fruto perseverando.
R. Y la cumplen.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Dichosos los que oyen la palabra de Dios. Y la cumplen.

Magníficat
Ant.
Oh Padre excelso santo Domingo, míranos siempre con bondad mientras vivimos y a la hora de la muerte acógenos a tu lado.

Cántico de la Santísima Virgen María

Como en las I Vísperas.

Ant. Oh Padre excelso santo Domingo, míranos siempre con bondad mientras vivimos y a la hora de la muerte acógenos a tu lado.

Preces
Celebrando con júbilo la protección de nuestro Padre santo Domingo, encomendemos a la bondad de Dios nuestras necesidades y las de todo el mundo, diciendo:

Salva a tu pueblo, Señor.

Benignísimo Dios, que nos has llamado a servirte siguiendo las huellas del bienaventurado Padre Domingo;
– otórganos el mismo amor a la verdad del que él estaba inflamado.

El santo Padre Domingo confió a sus hijos la misión de enriquecer el mundo con los frutos de la contemplación en la oración y el estudio:
– consérvanos, pues, Señor, perseverantes en la oración, asiduos en el estudio y fervientes en la predicación.

Los pueblos buscan como ovejas sin pastor los pastos de la vida y las fuentes de la verdad:
– multiplica, Señor, en la Iglesia hombres y mujeres que puedan proclamar con eficacia al mundo de hoy tu amor a los hombres.

Tú que has resucitado en gloria a tu Hijo unigénito, hecho obediente hasta la muerte de cruz:
– haz que nuestros hermanos y hermanas difuntos contemplen sin fin tu rostro.

Ya que somos hijos del Padre común, con Jesucristo su primogénito, digamos a una sola voz: Padre nuestro.

Oración
Oh Señor, que el bienaventurado Domingo, nuestro Padre, ayude a tu Iglesia con sus obras y su predicación, y sea para nosotros benigno intercesor quien fue eximio predicador de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo.

Bendición final
Dios, que manifestó la benignidad y humanidad de nuestro Salvador en su siervo Domingo, nos haga también a nosotros conformes a la imagen de su Hijo.
R. Amén.

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