Lo que hacemos es fruto, antes que nada, de quiénes somos y cómo vivimos. Todo el propósito de nuestra vida es prepararnos como predicadores del Evangelio para que nuestra vida irradie el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios e implantar la Iglesia en el mundo.
Si bien los frailes ejercemos la predicación bajo cualquier forma, a la vocación dominicana pertenece esencialmente enseñar con la palabra y los escritos la sagrada doctrina y las demás disciplinas que sirven para la difusión y comprensión de la fe. En otros términos, nuestra vocación mira a hablar a los hombres de Dios, y en especial de Cristo, camino, verdad y vida.
Este ministerio de la palabra está íntimamente unido con los sacramentos, y en ellos se consuma, porque la vida cristiana tiene su nacimiento en la palabra y en los sacramentos, y en ellos se alimenta y fortalece. Para ello, a ejemplo de Santo Domingo, que ansiaba vehementemente la salvación de los hombres y de todos los pueblos, los frailes dominicos hemos sido enviados a todos los hombres, grupos y pueblos, a los creyentes y a los no creyentes, y sobre todo a los pobres, para evangelizar e implantar la Iglesia entre los gentiles, y a iluminar y confirmar la fe del pueblo cristiano.
El anuncio del Evangelio en la Orden de Predicadores
Roma, 7 de noviembre 2002. Fiesta de todos los Santos y Santas de la Orden.
Fr. Carlos Azpiroz Costa, O.P.
La Orden de Predicadores (Dominicos) «fue instituida específicamente desde el principio para la predicación y la salvación de las almas «. Por ello los hijos e hijas de Santo Domingo nos entregamos de una manera nueva a la Iglesia universal dedicándonos por entero a la evangelización íntegra de la palabra de Dios a todos los hombres y mujeres, grupos y pueblos, creyentes y no creyentes y especialmente los pobres. Somos conscientes que la historia y el mundo actual son el lugar donde se actúa la salvación. Por ello atentos al dinamismo de la sociedad moderna, insistimos sobre la necesidad de establecer nuestra predicación sobre las novedades y realidades que los hombres y mujeres presentan cotidianamente a la fe cristiana. Leyendo las Actas de los últimos Capítulos Generales podremos esbozar cuales son los nuevos «areópagos» o «fronteras» a las que somos llamados; cuáles son las prioridades de la Orden y cómo podemos caracterizar nuestro anuncio del Evangelio.
I. La Misión de la Orden desde sus orígenes: "Misión sin Fronteras"
El énfasis en el carácter misionero y evangelizador de la Iglesia en el Vaticano II, en la Evangelii Nuntiandi -llamada por fray Damian Byrne «Carta magna del predicador» – hace singularmente actual el proyecto fundacional de Domingo. Es responsabilidad de toda la Familia Dominicana, «hombres y mujeres juntos en la misión» actualizar aquel proyecto y activar la misión específica de la Orden en medio del mundo. Algunos rasgos caracterizan la misión dominicana desde sus orígenes:
La misión de la Orden fue y debe seguir siendo una misión más allá de las fronteras. Esa misión se sitúa -como las llamaba fr. Pierre Claverie OP, Obispo de Oran en Argelia asesinado en 1996- en las «lignes de fracture» de la humanidad que atraviesan hoy nuestro mundo globalizado, frecuentemente marcado por la injusticia y la violencia de conflictos raciales, sociales y religiosos. Exigió y exige de la comunidad dominicana la actitud y la práctica de la itinerancia, la movilidad, el continuo desplazamiento hacia las nuevas fronteras que nos señalan las prioridades de nuestra misión.
II. Las fronteras a las que somos llamados a evangelizar.
1. La frontera entre la vida y la muerte: El gran reto de la justicia y la paz en el mundo
Los problemas más dramáticos y urgentes que acosan al hombre contemporáneo son de carácter histórico. Se refieren a los sistemas, estructuras, prácticas sociales, políticas y económicas que colocan a una gran masa de hombres entre la vida y la muerte. Por ello el compromiso por la justicia y la paz -análisis, reflexión, acción solidaria- es criterio de verificación de cualquier misión dominicana, y debe acompañar cualquier área o modalidad de nuestra predicación. El ejemplo de Bartolomé de las Casas, Antonio de Montesinos, Pedro de Córdoba en América Latina, así como el ejemplo de Domingo de Salazar en Oriente y la obra de fray Louis Joseph Lebret en nuestro tiempo es iluminador.
2. La frontera entre la humanidad y la inhumanidad: El gran reto de los marginados
La estructura marginalizante de la actual sociedad produce cada vez mayor número de marginados, que se ven próximos a la frontera de una vida inhumana o infrahumana. Entre las categorías de marginados se encuentran tantos pueblos que padecen pobreza material y la marginación cultural, social, económica y política. Existen aún hoy, de formas diversas, víctimas del «apartheid»: emigrantes, disidentes, obreros, la mujer, los enfermos, los jóvenes, los ancianos. Son estos signos manifiestos de la ausencia del reino de Dios y por lo tanto un reto prioritario para nuestra reflexión, estudio, evangelización. La misión de la comunidad dominicana es inaugurar y mostrar un nuevo modelo de comunión y participación entre los pueblos.
3. Frontera cristiana: El reto de las religiones universales
Las tradiciones religiosas universales comparten con nosotros la experiencia de Dios. El hinduismo, el budismo, el judaísmo, el Islam se sitúan sin embargo, más allá de la frontera de la experiencia cristiana de Dios. Algunas de estas tradiciones religiosas ejercen una fuerte influencia sobre el hombre contemporáneo. El diálogo con otras religiones cuestiona tradicionales concepciones de la misión evangelizadora de la Iglesia, así como actitudes y modelos inauténticos de evangelización. Este diálogo ha de ser a la vez analítico y autocrítico; supone una actitud de escucha y una presencia inculturada, libre de todo resabio colonialista, imperialista y fanático. El ideal de Domingo fue misionar más allá de las fronteras de la cristiandad establecida, entre los cumanos (era su sueño). La colocación de los conventos en las ciudades y la presencia de los frailes en las universidades para el diálogo intercultural e interreligioso, priorizan este reto de la evangelización dominicana.
III. Prioridades de la Orden que corresponden a estas fronteras.
4. La frontera de la experiencia religiosa: El reto de las ideologías seculares
El hombre y la mujer contemporáneos padecen intensamente una situación paradójica: la carencia de la religión y la añoranza de lo religioso. Las ideologías seculares explican, en parte, esta carencia y cuestionan los viejos modelos de transmisión del mensaje de Cristo. Siguen pendientes de respuesta muchas cuestiones planteadas por el pensamiento contemporáneo. En todas éstas está presente el interrogante sobre el hombre y su futuro y la pregunta crítica por la verdad. El ateísmo, la increencia, la secularización, la indiferencia, la laicidad son cuestiones muy próximas a estas ideologías. El diálogo con las mismas puede servir como correctivo crítico a las diversas presentaciones del hecho religioso y cristiano y, al mismo tiempo, supone un área prioritaria de la evangelización dominicana. Una lección importante de los orígenes de la historia dominicana ha sido la capacidad de la Orden para establecer un diálogo entre el mensaje de Cristo y las culturas, clásicas o nacientes. Ejemplos son: Domingo, que incorpora el estudio a su proyecto fundacional; Tomás de Aquino en el siglo XIII; los profesores y teólogos dominicos del siglo XVI; los teólogos dominicos del Concilio Vaticano II. La teología ha sido creativa y profética en la Familia Dominicana en la medida que se ha dejado interpelar por las coordenadas culturales. Ha sido vida en la medida que ha tomado como punto de partida las acuciantes quaestiones disputatae de cada tiempo.
5. La frontera de la Iglesia: El reto de las confesiones no católicas y otros movimientos religiosos
La pluralidad de confesiones es un escándalo para creyentes y no creyentes. Las riquezas escondidas en las diversas tradiciones cristianas son una invitación al diálogo ecuménico y a la reconciliación. La reflexión teológica de la Orden, fiel a su tradición, quiere atender a este reto. Con matices diversos, la frontera de la Iglesia pasa también por el fenómeno de las «nuevas opciones religiosas». En determinados países y regiones del mundo la presencia creciente de éstos «movimientos» constituye un reto a la evangelización. No caben simplemente la denuncia y los anatemas. El ideal primero de Domingo fue misionar más allá de las fronteras de la «cristiandad». Urgencias inmediatas de la Iglesia se lo impidieron, y su misión la realizó entre los herejes, en las fronteras de la Iglesia. De ellos aprendió y tomó modelos de vida evangélica y apostólica. Con ellos dialogó sin descanso. A ellos interpeló con el testimonio de su fidelidad y comunión con la Iglesia.
La Orden de Predicadores, que participa en la Iglesia de la vida Apostólica, debe estar siempre en acto de misión y situarse en las fronteras. La prioridad de las prioridades para nosotros es la predicación, «dedicándonos por entero a la evangelización íntegra de la palabra de Dios”. Para lograr esta finalidad la Orden ha reafirmado a lo largo de los últimos años cuatro prioridades. Estas prioridades no pueden separarse unas de otras ni menos elegirse una con desmedro de otras, al contrario, todas ellas se complementan, pues cada una responde de distinta manera a las más apremiantes necesidades de las gentes de hoy en lo concerniente a la predicación de la Palabra de Dios. Tampoco son una novedad, sino que pertenecen de lleno al carisma y a la tradición viva de la Orden: en la vida de Santo Domingo, en la vida de los hermanos del siglo XIII, en la de los hermanos del siglo XVI llegados a América Latina y al Extremo Oriente, en la época moderna. Las cuatro prioridades son ciertamente el fruto de nuestra gracia de origen. Ellas son:
1. Catequesis en un mundo descristianizado: el mundo de cuantos han crecido en un contexto de tradición cristiana pero de hecho viven al margen o fuera, indiferentes u hostiles a la comunidad visible de los creyentes. Esta catequesis ha de ser pascual, llamar a la conversión personal y propiciar la trasformación del mundo; también ha de promover los ministerios laicales.
2. Evangelización en el contexto de las diversas culturas: orientada a una investigación filosófica y teológica sobre las culturas, sistemas intelectuales, movimientos sociales, tradiciones religiosas operantes «fuera del cristianismo histórico». La Orden está llamada a servir al nacimiento de un modo nuevo de ser cristiano en los diversos continentes. Las comunidades locales han de sentir con el pueblo en una actitud positiva de diálogo y aprecio por sus valores culturales.
3. Justicia y la paz: análisis crítico de los orígenes, formas y estructuras de la injusticia en las sociedades contemporáneas; praxis evangélica para la liberación y promoción integral del hombre. Las acciones por la Justicia y la paz, para que sean signos proféticos en medio del mundo han de integrarse en proyectos de las comunidades locales, provinciales, regionales; deben fundarse en el análisis de lo social, y en las fuentes bíblicas y teológicas; deben respaldar a los hermanos y hermanas que participan con riesgo de sus vidas en asociaciones y movimientos en pro de la dignidad humana.
4. Comunicación humana a través de los medios de comunicación social en la predicación de la Palabra de Dios. Los medios de comunicación nos han revelado, con total evidencia, «el drama de nuestro tiempo»: la fractura entre la cultura humana y el mensaje evangélico, entre palabra humana y palabra de fe (Evangelii Nuntiandi 20); los medios constituyen hoy el instrumento privilegiado para proveer palabra inteligible y eficacia cultural a la proclamación eficaz del Evangelio integral. Inmersos en un mundo en el que toda persona es comunicadora de vida o de muerte. Este hecho se da dentro de un proceso en el cual no hay espectadores sino actores, la vocación de la Orden llama, por tanto, a ser predicadores, es decir, comunicadores con estas características propias: Convicción, nueva visión, libertad.
IV. Características de la predicación y actitudes del predicador.
La evangelización en estas fronteras y a través de estas prioridades tiene ciertas características y exige algunas actitudes personales y comunitarias:
1. Predicación TEOLÓGICA
Implica una total apertura a la verdad total, dondequiera que se encuentre. Esto exige una profunda reflexión y disponibilidad para el diálogo (ecuménico, interreligioso, cultural). Nuestra predicación siempre se ha cimentado en un profundo y científico estudio de la teología. «Nuestro estudio debe dirigirse principal, ardiente y diligentemente a esto: que podamos ser útiles a las almas de nuestros prójimos”. Desde entonces el estudio ha estado íntimamente relacionado con la misión apostólica y la predicación de la Orden. Dedicarse al estudio es responder a una llamada a «cultivar la búsqueda humana de la verdad”. Santo Domingo ha alentado a sus frailes a ser útiles a las almas por la compasión intelectual, al compartir con ellos la misericordia veritatis, la misericordia de la verdad. Las crisis del mundo actual, el escándalo de la creciente pobreza e injusticia, la confrontación de las distintas culturas, el contacto con pueblos descristianizados, todo esto es un desafío para nosotros. Nuestra práctica de la reflexión teológica debe prepararnos para penetrar profundamente en el significado de estos hechos en el misterio de la Divina Providencia. La contemplación y la reflexión teológica nos capacitan para buscar modos más aptos en la predicación actual del Evangelio. Este es el verdadero camino para que nuestra predicación sea de verdad doctrinal, y no exposición abstracta e intelectual de algún sistema.
2. Predicación COMPASIVA
Exige una actitud de profunda compasión hacia la gente, especialmente hacia aquellos que se encuentran «lejos». Sólo la compasión puede remediar nuestra ceguera y hacer posible que veamos los signos de los tiempos. La compasión nos lleva a la humildad en nuestra predicación -humildad por la cual estamos dispuestos a escuchar y a hablar, a recibir y a dar, a dejarnos influir e influenciar, a ser evangelizados y evangelizar-. Esta compasión y humildad proviene únicamente de una profunda unión con Dios en Cristo. Estamos unidos con Dios cuando imitamos la compasión y el humilde servicio de Cristo. La compasión y la humildad son fuentes de las que emana el conocimiento de los signos de los tiempos, impregnado de oración y contemplación. Contemplamos así a Dios, que se nos ha revelado a través de la Sagrada Escritura y que manifiesta su voluntad en los signos de los tiempos.
3. Predicación INCULTURADA y ENCARNAD
Exige una profunda sensibilidad para con las diversas visiones de la realidad que tienen otras religiones, otras culturas, otras filosofías (encarnación e inculturación). Implica una educación para saber esperar, para aprender, para convertirse, para formar parte, asumir y ayudar a purificar y elevar lo que encontramos en esas religiones, culturas y filosofías.
4. Predicación PROFÉTICA
Es proclamación no del propio conocimiento, sino de la Palabra de Dios vivo y vivificante, anuncio íntegro del Evangelio revelado que contiene palabras de vida eterna. No es posible omitir el análisis serio de los «signos de los tiempos», que procede de principios sobrenaturales y es iluminado por la oración. Para discernir los signos de los tiempos debemos atender diligentemente al clamor de los pobres, los oprimidos, los marginados y los torturados, y de todos aquellos que, por motivos de raza, religión y denuncia contra la injusticia, sufren persecución. Dios nos habla a través de estos clamores y también a través del silencio de los que no tienen voz y viven en apatía, soledad y desesperación.
5. Predicación en la POBREZA
La pobreza no es sólo una especie de abnegación de sí mismo, sino también testimonio y medio apropiado para que nuestra predicación sea digna de crédito; es signo de su autenticidad y sinceridad. Vivimos en un mundo en el que aumenta la división entre ricos y pobres -tanto en naciones pobres y ricas como entre personas y grupos-. Más aún, el pobre tiene hoy mejor conocimiento de las estructuras nacionales e internacionales que son causa de este estado de servilismo y pobreza. «Si en un mundo como este nos presentásemos conviviendo más con los ricos que con los pobres, nuestra predicación no sería digna de crédito «.
6. Predicación ITINERANTE
Somos hombres y mujeres en marcha . La itinerancia es, en primer lugar, un concepto espacial que implica una disposición para ir en camino, para viajar, pero nuestra predicación pide una itinerancia social, cultural, ideológica, económica. Es un aspecto de la espiritualidad dominicana que debe informar toda nuestra vida y que se nutre de diversas experiencias bíblicas del AT, y del mismo Jesús, «Camino» a quien Domingo ha querido seguir como verdadero varón evangélico.
7. Predicación COMUNITARIA
Nuestra predicación no es un esfuerzo solitario de individuos aislados. Por eso exige una disposición para la colaboración, para el trabajo en equipo, para apoyar el esfuerzo de los demás mediante el interés mostrado, la animación y la ayuda efectiva. Estas actitudes tienen sus raíces en los elementos esenciales de nuestra vida dominicana: la vida común, la vida de oración contemplativa, el estudio asiduo, una comunidad fraterna, la consagración por los votos. La comunión y universalidad de la Orden informan también su gobierno en el cual sobresale la participación orgánica y proporcionada de todas las partes para realizar el fin propio de la Orden. Es un gobierno comunitario a su manera y es por cierto apropiado para la promoción de la Orden y para su frecuente revisión.
8. Predicación COMPARTIDA: LA FAMILIA DOMINICANA
La Orden nació como Familia . Frailes, monjas contemplativas, religiosas, miembros de institutos seculares y de fraternidades laicales y sacerdotales, otros grupos asociados de alguna manera a la Orden (entre ellos: Movimiento Juvenil Dominicano -IDYM -; Voluntarios Dominicos Internacionales -DVI -) nos inspiramos en el carisma de Domingo. Ese carisma es uno e indiviso: la gracia de la predicación . Es una predicación compartida con nuestros hermanos y hermanas de la Orden que por su bautismo viven el mismo sacerdocio común y que están consagrados por la profesión religiosa y por su compromiso a una misma misión . Como mejor se manifiesta nuestra identidad global es a través de nuestra colaboración conjunta. Esta colaboración incluye: rezar juntos, planificar, tomar decisiones y llevar a cabo proyectos desde una complementariedad mutua que respete la igualdad. Estos proyectos incluyen campos tan diversos como los ministerios de oración, enseñanza, predicación, animación pastoral, justicia y paz, medios de comunicación social, investigaciones y publicaciones, así como la promoción de vocaciones y formación.
Conclusión.
Estas fronteras, prioridades y características de nuestro anuncio del Evangelio, no son «nuevas tareas» que se suman a otras como una suerte de «imperativo categórico» o «nueva moda» que excluye otras de ayer. Al contrario, expresan un camino de alegría y libertad, expresan la vocación de tantos hombres y mujeres que han dado y dan sus vidas haciendo suyas las palabras del Apóstol:
«¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1ª Corintios 9, 16)
Roma, 7 de noviembre 2002. Fiesta de todos los Santos y Santas de la Orden