San Martín de Porres, hermano cooperador

Breve historia

 

Martín de Porres nació en Lima el año 1579. Sus padres fueron el caballero español Juan de Porres y la mulata liberta Ana Velázquez. Martín es una magnífica síntesis de la sensibilidad y sencillez de la raza negra y de las dotes organizativas y profunda fe religiosa de los españoles. Martín entre los santos es un testimonio del pueblo negro, maravillosamente exaltado cuando más humillado era en el nuevo Mundo. Era ayudante de barbero-cirujano cuando pidió entrar en la Orden de santo Domingo y fue recibido como donado en el convento de Nuestra Señora del Rosario en Lima, donde más tarde fue admitido a la profesión de los votos solemnes en 1603. Dotado de admirable sencillez, inocencia y fe y destinado a humildes oficios, fue ensalzado por Dios con dones y cansinas celestiales como bilocación, [evitación y éxtasis, señal de su grandísima unión con Dios. Fue ardoroso en la devoción al sacramento de la Eucaristía y a la pasión del Redentor. Deseaba ser misionero en el Japón para poder derramar su sangre por la fe y, mientras, vivió plenamente entregado a obras de caridad y servicio médico con los frailes y con los pobres, especialmente con los enfermos. El capítulo general del año 1938 lo proclamó celestial patrono de los hermanos cooperadores. Amaba el ayuno, las penitencias durísimas y la oración, principalmente de noche, a ejemplo del Señor y de santo Domingo, sacando de ella las luces que iluminaban maravillosamente sus conocimientos de la doctrina cristiana. Estuvo unido con fraterna amistad con san Juan Macías y santa Rosa de Lima, que acudió frecuentemente a él en busca de ayuda, y con san Francisco Solano y santo Toribio de Mogrovejo. Todos los habitantes de América y de toda la tierra ven en su caridad universal, que llegaba a la máxima delicadeza incluso con los animales, una señal de la presencia de Dios en los humildes y caritativos. Murió en Lima el 3 de noviembre de 1639 y su cuerpo es venerado en la iglesia de Sto. Domingo de esta ciudad. Gregorio XVI lo declaró beato en 1837 y fue canonizado solemnísimamente por Juan XXIII el 6 de mayo de 1962. Son numerosos los grupos de caridad y justicia social y los diversos oficios que en todo el mundo lo tienen como protector. Su culto y devoción son cada vez más universales y fuente continua de gracias corporales y espirituales.

 

Liturgia de las Horas

 

Del Común de religiosos o de santos consagrados a la misericordia.

Invitatorio

Ant. Venid, adoremos a Cristo el Señor, que ama a los pobres.
O bien, ant. Venid, adoremos al Señor Dios nuestro, que se manifiesta a los sencillos.

Oficio de lectura

Himno
El Nuevo Mundo apenas descubierto
ofrece en ti al Señor hermoso árbol,
cuyos frutos amenos y olorosos
llegan al cielo.

De la patria de Rosa ciudadano,
como ella refulgente tu compartes
la nívea corona de pureza,
con igual gloria.

Tú, fervoroso, amaste a Jesucristo
veneraste con amor a nuestra Madre;
y del Espíritu ser mereciste
limpia morada.

La tierra hoy te celebra con aplausos,
tú, luz y honor de los Predicadores,
fuiste para ellos norma luminosa;
sé nuestra ayuda.

La santa Trinidad gloria reciba
que al honor de los cielos te ha llevado
que tus preces nos traigan a nosotros
gozar del cielo. Amén.

Salmodia
Ant. 1 Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha.
Salmos del Común de religiosos.
Ant. 2 Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Ant. 3 Lo que hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.

V. El Señor hace caminar a los humildes con rectitud.
R. Enseña su camino a los humildes.

Primera Lectura
Del libro del Sirácida                                                                                             29, 8-13; 4, 1-10

El hombre bueno sale fiador de su prójimo

Pero con el humilde muéstrate paciente, y a tu limosna no des largas. En atención al mandamiento, acoge al indigente, según su necesidad no le despidas vacío. Gasta dinero por el hermano y el amigo, que no se te enroñe bajo la piedra y lo pierdas. Coloca tu tesoro según los mandamientos del Altísimo, y te dará provecho más que el oro. Encierra la limosna en tus graneros, ella te preservará de todo mal. Mejor que recio escudo y que pesada lanza frente al enemigo, combatirá por ti.

Hijo, no prives al pobre del sustento, ni dejes en suspenso los ojos suplicantes. No entristezcas al que tiene hambre, no exasperes al hombre en su indigencia. No te ensañes con el corazón exasperado, no hagas esperar la dádiva al mendigo. No rechaces al suplicante atribulado, ni apartes tu rostro del pobre. No apartes del mendigo tus ojos, ni des a nadie ocasión de maldecirte. Pues si te maldice en la amargura de su alma, su Hacedor escuchará su imprecación. Hazte querer de la asamblea, ante el que la preside baja tu cabeza. Inclina al pobre tus oídos, responde a su saludo de paz con dulzura. Arranca al oprimido de manos del opresor, y a la hora de juzgar no seas pusilánime. Sé para los huérfanos un padre, haz con su madre lo que hizo su marido. Y serás como un hijo del Altísimo; él te amará más que tu madre.

Responsorio
R.
Esconded la limosna en el seno del pobre, y ella orará por vosotros al Señor. * Porque como el agua apaga el fuego llameante, así la limosna perdona los pecados.
V. Dad limosna de lo de dentro, dice el Señor y lo tendréis todo limpio. * Porque como el agua apaga el fuego llameante, así la limosna perdona los pecados.

Segunda Lectura
Carta sobre la observancia de la disciplina regular del MO fray Humberto de Romans

(Opera de vita regulari, ed J.-J. Berthier, vol. I, Romae, 1888, pp. 33-34)

Pensad con atención a qué habéis venido cuando renunciasteis al mundo

Para que podáis conseguir mejor el fin que os habéis propuesto pensad con atención a qué habéis venido cuando renunciasteis al mundo.

Quebrad vuestras voluntades y consideraos muertos al mundo.

Desechad de vuestros corazones los pensamientos inútiles, los afectos indignos, las aviesas intenciones, los deseos de venganza, la tristeza inútil, el amor propio y el pensar sólo en uno mismo. Temed, incluso, pensar ante la sola mirada de Dios lo que os avergonzaríais de ejecutar ante los hombres.

Cada uno, pues, se esforzará en tener un corazón que sea huerto verdeante de árboles de las virtudes, perfumería olorosa de aromas de santos afectos, cielo brillante de estrellas de las iluminaciones divinas, flor que recibe el rocío de los cielos, cofre que encierra un tesoro maravilloso, fuente que mana continuamente caudales de devoción, espejo que reproduce la imagen del Señor. ¡Oh, qué bienaventurado es el corazón que se presente como trono en el que Dios se sienta, tálamo en el que descanse, sello en el que imprima su figura, bodega que llena de su vino, libro en el que escribe sus memorias, oro que se malea a su placer!

Cada uno debe esforzarse incansablemente en poseer un corazón dedicado a Dios, discreto en sus pensamientos, cauto ante las tentaciones, ajeno al rencor, enemigo de hacer juicios, enamorado de lo eterno, herido por el amor, luminoso por el conocimiento, temeroso en el obrar, elevado en la contemplación, solícito del bien, destrozado por la contrición, santo por la pureza, defendido por el temor y adornado por la gracia.

Finalmente, hermanos, pongamos gran empeño y diligencia en apartarnos con todo corazón del pecado, detestando la culpa; en volvemos al Señor de todo corazón, haciendo penitencia; y en buscarlo de todo corazón, pidiéndole perdón; en unimos al Señor de todo corazón, amándolo sobre todas las cosas; en servirle de todo corazón, alabándolo; en seguirlo de todo corazón, caminando en sus senderos. Todo esto se lo debemos con toda razón al Señor, ya que él otorga innumerables beneficios a nuestro corazón.

Efectivamente, Dios mismo es quien ilustra nuestros corazones con su sabiduría, los gobierna con su bondad, los alimenta con su dulzura, los seduce con su belleza, los cambia con su poder, los une con su amor, los atrae con sus promesas, los dirige con sus castigos, los hace estremecer con sus amenazas y los ablanda con sus beneficios.

El mismo dulcísimo Dios escruta nuestros corazones para conocerlos, les habla para instruirlos, los visita para consolarlos, los vivifica para justificarlos y los abre para iluminarlos.

Es necesario, pues, que nosotros estemos sin cansarnos en acción de gracias ante él por todas las cosas.

Responsorio                                                                                                   Mt 20, 28; 1 Co 9, 22
R. El bienaventurado Martín, siguiendo el ejemplo de Cristo, el Señor, que no vino a ser servido sino a servir, * Se hizo todo a todos.
V. Su caridad se extendía a todos, de tal forma que lo llamaban Martín de la caridad. * Se hizo todo a todos.

Otra:
De la homilía pronunciada por el papa Juan XXIII en la canonización de san Martín de Porres

(Día 6 de mayo de 1962: AAS 54 [1962], 306-309)

Martín de la caridad

Martín nos demuestra con el ejemplo de su vida que podemos llegar a la salvación y a la santidad por el camino que nos enseñó Cristo Jesús: a saber, si, en primer lugar, amamos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente; y si, en segundo lugar, amamos al prójimo como a nosotros mismos.

Él sabía que Cristo Jesús padeció por nosotros y, cargado con nuestros pecados, subió al leño, y por esto tuvo un amor especial a Jesús crucificado, de tal modo que, al contemplar sus atroces sufrimientos, no podía evitar el derramar abundantes lágrimas. Tuvo también una singular devoción al santísimo sacramento de la eucaristía, al que dedicaba con frecuencia largas horas de oculta adoración ante el sagrario, deseando nutrirse de él con la máxima frecuencia que le era posible.

Además, san Martín, obedeciendo el mandato del divino Maestro, se ejercitaba intensamente en la caridad para con sus hermanos, caridad que era fruto de su fe íntegra y de su humildad. Amaba a sus prójimos, porque los consideraba verdaderos hijos de Dios y hermanos suyos; y los amaba aún más que a sí mismo, ya que, por su humildad, los tenía a todos por más justos y perfectos que él.

Disculpaba los errores de los demás; perdonaba las más graves injurias, pues estaba convencido que era mucho más lo que merecía por sus pecados; ponía todo su empeño en retornar al buen camino a los pecadores; socorría con amor a los enfermos; procuraba comida, vestido y medicinas a los pobres; en la medida que le era posible, ayudaba a los agricultores y a los negros y mulatos, que, por aquel tiempo, eran tratados como esclavos de la más baja condición, lo que le valió, por parte del pueblo, el apelativo de «Martín de la caridad».

Este santo varón, que con sus palabras, ejemplos y virtudes impulsó a sus prójimos a una vida de piedad, también ahora goza de un poder admirable para elevar nuestras mentes a las cosas celestiales. No todos, por desgracia, son capaces de comprender estos bienes sobrenaturales, no todos los aprecian como es debido, al contrario, son muchos los que, enredados en sus vicios, los menosprecian, los desdeñan o los olvidan completamente. Ojalá que el ejemplo de Martín enseñe a muchos la dulzura y felicidad que se encuentra en el seguimiento de Jesucristo y en la sumisión a sus divinos mandatos.

Responsorio
R.
Dichoso el hombre que se conserva íntegro y no se pervierte por la riqueza. * Su dicha será consolidada por el Señor.
V. ¿Quién es éste, y lo felicitaremos? Pues ha hecho algo admirable en su pueblo. * Su dicha será consolidada por el Señor.

Te Deum
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardamos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

Laudes

Himno
A Martín, amable, con gozo inmenso
la piedad de los fieles hoy recuerda;
su humildad con el cielo ya Dios premia,
en un mar de luz.

Despreciaste cuanto cotiza el mundo:
honor, soberbia, placer y alabanzas
y buscando lo humilde, que Dios ama,
con él te uniste.

Para ser de Cristo fiel imagen,
sabiamente quisiste ser humilde;
sirviendo con amor a los hermanos,
buscaste el cielo.

Oh Martin, desde el cielo tú nos dices,
que el mal todos los hombres abandonen:
ambiciones, el lujo y la arrogancia,
y la paz busquen.

Gloria eterna a la Trinidad sea,
pídele tú, humilde, pobre y bueno,
que nos conceda andar por tu sendero
hacia el cielo. Amén.

Salmodia
Ant. 1
Ser. A
Mi alma está unida a ti, Señor, para que tu espíritu more en mí.
Ser. B Mi alma está unida a ti, Dios mío.
Se toma la salmodia de Laudes del domingo de la semana primera.
Ant. 2
Ser. A
Dad gracias al Señor que manifestó su misericordia en el humilde Martín con tantos dones celestiales.
Ser. B Dad gracias al Señor porque en nuestra humillación se acordó de nosotros.
Ant. 3
Ser. A
Pueblos todos, naciones y lenguas todas, alabad al Señor de todos.
Ser. B Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor; ensalzadle con himnos por los siglos.

Lectura breve                                                                                                                 Rm 12, 4-8
Pero así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros y no desempeñan todos la misma función, así nosotros siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con empeño; el que reparte la limosna, con agrado.

Responsorio breve
V.
Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas. * Y cumplid así la ley de Cristo.
R. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas. * Y cumplid así la ley de Cristo.
V. Amaos unos a otros, ya que el amor es de Dios.
R. Y cumplid así la ley de Cristo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas. * Y cumplid así la ley de Cristo.

Benedictus
Ant.
Bendito sea el Señor porque ha redimido a todos los pueblos y los ha llamado a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.
O bien: ant. Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta.
O bien, especialmente con canto: ant. Así pues vosotros no andéis agobiados buscando qué comer ni qué beber: ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.

Preces
Ensalcemos al Señor Jesús, que con gran variedad de gracias enriquece a la Iglesia de santos, e invoquémoslo con confianza, diciendo:

Señor, daños tu Espíritu Santo.

Concede a tus fieles tu sabiduría eterna, escondida a los sabios y entendidos,
— para que con el bienaventurado Martín den gracias a tu santo nombre con sencillez y sea gloria suya tu alabanza.
Tú que hiciste a san Martín dócil a tu Palabra,
— concédenos guardar con fidelidad tus mandamientos para que con la fuerza del Espíritu Santo permanezcamos en ti y tú en nosotros.
Tú que trabajando con tus manos, elevaste la dignidad del trabajo y lo hiciste obra evangelizadora,
— concédenos que por tu gracia aumente el número de los hermanos cooperadores para preparación del Evangelio de la paz.
Tú que con la caridad de san Martín aliviaste las necesidades de los pobres,
— enséñanos a socorrer con nuestros bienes a los necesitados y a descubrirte en los que sufren.
Haz, Señor, que los que tienen en su mano los destinos de los pueblos no cuiden sólo del bienestar de su nación,
— sino que respeten y piensen también en los demás pueblos, evitando toda discriminación.

Ahora, confirmemos nuestras alabanzas y peticiones diciendo la oración del Señor:
Padre nuestro.

Oración
Señor, Dios nuestro, que has querido conducir al bienaventurado Martín por el camino de la humildad a la gloria del cielo; concédenos la gracia de seguir sus ejemplos para que merezcamos ser coronados con él en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.

Hora media

Antífona y salmos del día de la semana.

Sexta

Lectura breve                                                                                                                      Ga 3, 28
Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres. Porque todos sois uno en Cristo.

V. El amor de Cristo nos ha congregado en la unidad.
R. Amémonos con corazón sincero.

La oración como en Laudes.

Vísperas

Himno
Oh Martín que ya en la gloria,
cual joya preciosa brillas;
asístenos con tu ayuda,
danos de tu amor las pruebas.

Tú recibiste del cielo
caridad en abundancia:
encarnación viva fuiste
del suave amor de Cristo.

Horno ardiente era tu pecho,
lleno de Espíritu Santo;
padre bueno te llamaron pobres,
huérfanos y enfermos.

Pide para nuestras almas
que en ellas arda ese fuego,
que a Dios siempre más nos una,
y aumente el amor fraterno.

Que reine el amor en todos
borrando marginaciones
que la paz de Cristo reine
en quien redimió su sangre.

Alabanza sea al Padre,
al Paráclito y al Hijo,
que nos donen por tu mano
la gracia con abundancia. Amén.

Salmodia
Ant. 1
Ser. A
Mi alma está unida a ti, Señor, para que tu espíritu more en mí.
Ser. B Mi alma está unida a ti, Dios mío.
Se toma la salmodia de Laudes del domingo de la semana primera.
Ant. 2
Ser. A
Dad gracias al Señor que manifestó su misericordia en el humilde Martín con tantos dones celestiales.
Ser. B Dad gracias al Señor porque en nuestra humillación se acordó de nosotros.
Ant. 3
Ser. A
Pueblos todos, naciones y lenguas todas, alabad al Señor de todos.
Ser. B Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor; ensalzadle con himnos por los siglos.

Lectura breve                                                                                                            1Co 12, 28-31a
Dios os ha distribuido en la Iglesia; en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas; en el tercero, los maestros; después vienen los milagros; luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas, el don de interpretarlas. ¿Acaso son todos apóstoles?, ¿o todos profetas?, ¿o todos maestros?, ¿o hacen todos milagros?, ¿tienen todos don para curar?, ¿hablan todos en lenguas o todos las interpretan? Ambicionad los carismas mejores.

Responsorio breve
V.
La paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón. * Y sed agradecidos.
R. La paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón. * Y sed agradecidos.
V. A ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.
R. Y sed agradecidos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. La paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón. * Y sed agradecidos.

Magnificat
Ant.
Proclamemos la grandeza del Señor que ha enaltecido con dones celestiales a su humilde siervo Martín.
O bien, especialmente con canto: ant. Oh santo, digno de toda alabanza, pues se ve libre de toda desgracia quien a él se confía de todo corazón.
O bien. Este es mi siervo escogido al que elegí v sobre él puse mi Espíritu.

Preces
Demos gracias a Dios Padre, que en san Martín otorga a la Iglesia un ejemplo insigne de humildad evangélica, y acudamos a él con confianza, diciendo:

Señor, daños la sencillez de corazón.

Asiste, Señor, a tu Iglesia, que iluminaste con la vida admirable de san Martín,
— por su intercesión inspírala para que cuide sinceramente de la salvación de los pobres.
Señor Dios nuestro, que renuevas y enriqueces a tu Iglesia con la gracia de tu bendición,
— haz que siempre recordemos tus beneficios de modo que nuestra gratitud nos haga progresar con sencillez de corazón.
Sé ayuda para cuantos son víctimas de cualquier segregación por causa de su raza, color, condición social, lengua o religión,
— para que consigan el reconocimiento de sus derechos y de su igualdad.
Ayuda, Señor, a los pobres, huérfanos, viudas y a todos los abandonados,
— alivia las dificultades de los trabajadores que sufren y haz que todos reconozcan la dignidad de los menospreciados.
Mira propicio a los frailes y hermanas de la Orden, que participan con su trabajo en la obra de evangelización,
— cólmalos de todos los dones de tu amor.
Concede a los hermanos que se durmieron en ti la resurrección y la vida,
— y asócianos a ellos cuando vengas en tu gloria para que se manifieste tu gloria en todos los que creyeron.

Concluyamos nuestra plegaria dirigiéndonos a Dios Padre universal con las palabras que Cristo Señor nos enseñó:
Padre nuestro.

Oración
Señor, Dios nuestro, que has querido conducir al bienaventurado Martín por el camino de la humildad a la gloria del cielo; concédenos la gracia de seguir su extraordinario ejemplo para que merezcamos ser enaltecidos con él en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.

Bendición final
Que Dios nos conceda abundantemente, por intercesión de san Martín, su protección y gracia para que seamos generosos en su servicio y sinceros en el amor fraterno. Amén.

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