Santa Inés de Montepulciano

Breve historia

Inés nace en Gracciano Vecchio, cerca de Montepulciano (Italia), de la rica familia Segni el año 1268. A los nueve años entra en un monasterio de Montepulciano y, a los quince años, con indulto del Papa, pasa como abadesa a un monasterio, cuya fundación ella había promovido, en Procena (Viterbo). Pasados veintidós años vuelve a Montepulciano, llamada por sus ciudadanos, para presidir un nuevo monasterio fundado por ella en 1506 y que puso bajo la regla de san Agustín y después de algunos años «plena y totalmente bajo la dirección de los dominicos, deseosa de caminar a la perfección bajo la regla de santo Domingo».

Su vida espiritual está llena de una tierna devoción a María y al niño Jesús y. según la leyenda, después de una visión del gozo del paraíso con la Virgen y los santos, que cantaban la secuencia Vernans Rosa («Floreciendo la Rosa»), en el lugar donde estuvo arrodillada encontró una rosa. Llena de carismas del Espíritu Santo, convertida en lámpara fulgente de caridad y oración, sostuvo con la fuerza de su virtud y con su autoridad el espíritu de sus conciudadanos. Santa Catalina de Siena la llama «madre gloriosa» y la propone como ejemplo de doctrina y de auténtica humildad dice de ella que fue «comedora y gustadora de almas». Murió el 20 de abril de 1317 en Montepulciano y su cuerpo es centro de gran devoción en el monasterio construido en su honor. Fue canonizada por Benedicto XIII el 10 de diciembre de 1726.

 

Liturgia de las Horas

Del Común de vírgenes, o de religiosas.

Invitatorio

Ant. Venid, adoremos a Cristo, esposo de las vírgenes, que tomó a Inés por esposa,
aleluya.
O bien, especialmente con canto: ant. Venid, adoremos al Cordero, esposo de las
vírgenes. * Que desposó consigo a la virgen Inés, aleluya.

Oficio de lectura

Himno como en Laudes.

Primera lectura
De la Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses                                                          2,1-11

Exhortación a la imitación de Cristo

Hermanos: Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por frivolidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses sino buscad todos el interés de los demás.

Tened en vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Responsorio                                                                                                       Flp 2, 2-3; Jn 13,15
R. Manteneos unánimes y concordes, con un mismo amor y un mismo sentir. * Dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás, aleluya. V. Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. * Dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás, aleluya.

Segunda lectura
De la Carta a la priora del monasterio de Santa Inés de Montepulciano de santa Catalina de Siena, virgen y doctora.

(Epist- 58: ed. P. Misciateili, vol. I, Firenze 1970, pp. 218-219)

Ardía en su corazón la caridad increada que la consumía

En el nombre de Jesucristo crucificado y de la dulce María.

Mi queridísima hija en Cristo, dulce Jesús. Yo, Catalina, servidora y esclava de los siervos de Jesucristo, te escribo en su preciosa sangre, con el deseo de verte seguir, junto con las demás, las huellas de nuestra madre, la gloriosa santa Inés.

Esto os ruego, y quiero: que sigáis su doctrina y ejemplos. Sabéis que ella os dio siempre doctrina y ejemplo sobre la verdadera humildad. Esta fue la virtud principal que se dio en ella y no me maravillo, ya que tuvo lo que debía tener la esposa que quiere seguir la humildad de su Esposo. Ardía en su corazón aquella caridad increada que la consumía continuamente. Era comedora y gustadora de almas. Se dedicaba sin descanso a vigilar en la oración, de otro modo no habría tenido la virtud de la humildad, ya que no hay humildad sin caridad, porque la una nutre a la otra.

¿Sabéis cuál fue la causa que la hizo llegar a la perfecta y auténtica virtud? El libre y
voluntario desasimiento, por el que renunció a sí misma y a los bienes del mundo, no queriendo poseer cosa alguna. Bien advertía esta gloriosa virgen que el poseer bienes temporales conduce al hombre a la soberbia, hace perder la virtud sencilla de la humildad verdadera crece el amor propio, disminuye en fervor la caridad, se abandonan las vigilias y la oración. Pues el corazón y el afecto que estén llenos de las cosas de la tierra y del amor a sí mismo no puede llenarse Cristo crucificado, ni gustar de las verdaderas y sabrosas plegarias. Advirtiéndolo así la dulce Inés se despojó de si misma y se vistió de Cristo crucificado. Y no sólo lo hizo ella, sino que lo mismo nos manda a nosotros; y así os obliga y así debéis mantenerlo.

Bien sabéis que vosotras, esposas consagradas a Cristo, no debéis poseer las propiedades de vuestro padre terreno, sino tener y poseer las del Esposo eterno, ya que estáis caminando hacia ese Esposo. Propiedad recibida de vuestro padre terreno es seguir la propia sensualidad, que, en cambio, se debe abandonar cuando llegamos al estado de discreción y de seguir al Esposo y poseer su tesoro. ¿Cuál fue el tesoro de Cristo crucificado? Cruz, oprobio, pena, tormento, amargura, escarnios, improperios, pobreza voluntaria, hambre de la gloria del Padre y de nuestra salvación.

Si poseéis este tesoro con la fuerza de la razón movida por el fuego de la caridad, llegaréis a poseer las virtudes que hemos señalado y seréis verdaderas hijas de vuestra madre Inés, y esposas solícitas y no negligentes; mereceréis ser recibidas por Cristo crucificado. Por su gracia se os abrirá la puerta de la vida perdurable. No digo más. Sumergíos en la sangre de Cristo crucificado. Animaos unas a otras con verdadera solicitud y unión. Si estáis unidas y no divididas, no habrá demonio ni criatura alguna que os pueda dañar, ni quitaros vuestra perfección.

Permaneced en el santo y dulce amor de Dios. Jesús dulce, Jesús amor.

Responsorio                                                                                                                           Ct 8, 7
R. Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor. * Ni anegarlo los ríos, aleluya.
V. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable. * Ni anegarlo los ríos, aleluya. 

Laudes

Himno
Llegó el día jubiloso
es la boda del Cordero
Inés al Cordero sigue
y a Él se une como esposa.

Ángeles cantan con gozo,
y los cielos se alborozan,
cuando María recibe
a la esposa del Cordero.

Milagros y maravillas de Inés
salpican la vida,
salud daba a los enfermos,
resucitaba los muertos.

A ti, Cristo, Rey piadoso,
y al Padre también sea gloria
junto al Espíritu Santo,
en eternidad dichosa. Amén.

Salmodia
Ant. 1 Por ti madrugo, oh Dios, para ver tu gloria, aleluya.
Ant. 2 El invierno ha pasado, las lluvias han cesado: levántate. Amada mía, ven a mí, aleluya.
Ant. 3 Dad gracias al Señor porque en nuestra humillación se acordó de nosotros, aleluya.

Responsorio breve
V. Yo me alegraré con el Señor. * Aleluya, aleluya.
R. Yo me alegraré con el Señor. * Aleluya, aleluya.
V. Gozando de su victoria.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo me alegraré con el Señor. * Aleluya, aleluya.

Benedictus
Ant. Ven, esposa de Cristo, recibe la corona eterna que el Señor te tiene
preparada, aleluya.
O bien, especialmente con canto: ant. Mi alma está sedienta de ti, porque tu gracia vale más que la vida, aleluya.

Preces propias, o del Común de vírgenes.

Oración
Oh Dios, que enriqueciste a tu esposa Inés de un admirable fervor en la oración, concédenos que a imitación de ella, teniendo en Ti siempre nuestro corazón, podamos así conseguir el fruto excelente de sentirnos hijos tuyos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Vísperas

Himno como en Laudes.

Lectura breve                     Rm 15,5-7
Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, como es propio de cristianos, para que unánimes, a una sola voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios.

Responsorio breve
V. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. * Aleluya, aleluya.
R. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. * Aleluya, aleluya.
V. Tu rostro buscaré, Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. * Aleluya, aleluya.

Magníficat
Ant. Llegó la boda del Cordero y su esposa se ha embellecido; ¡Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero! Aleluya.
O bien, especialmente con canto: ant. Hoy subió Inés al trono del reino de los cielos; vestida con un manto de gloria entra en la alcoba del Esposo, aleluya.

Preces propias, o del Común de vírgenes.

La oración como en Laudes.

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