Santísimo Nombre de Jesús

Breve historia

El amor que sintieron ya los cristianos de los primeros siglos hacia el nombre del Señor Jesús, Salvador, según consta por los escritores apostólicos y por la tradición, y que no solo informó sus vidas sino que los llevó hasta confesar públicamente su fe y padecer el martirio por esta causa, fue adquiriendo un mayor desarrollo con el correr de tiempos. En la tradición de la Iglesia oriental se desarrolló en intima relación con la espiritualidad monastica llamada «hesicastica» (contemplación imperturbable). En occidente, en cambio, la devoción al nombre de Jesús se presenta bajo determinadas formas de devoción popular y en conexión siempre con el ciclo de las celebraciones de la Navidad. A partir del siglo XII adquirió gran auge por el influjo sobre todo de los monasterios en donde esta devoción tuvo caracteristica especial en su fervor, cuyo insigne testimonio es el himno, o «magna iubilatio», Iesu, dulcis memória, llegado hasta nosotros.

En nuestra Orden ya desde sus origenes se enumeran muchos hermanos que profesaron amor muy particular al «dulcisimo nombre del Salvador» Esto se comprueba que el papa Gregorio X, poco después de la celebración del segundo concilio de Lyon (1274), encomendó a los frailes Predicadores la promoci6n de la alabanza y veneracion santisimo nombre de Jesus, siendo el beato Juan de Vercelli (+ 1283), Maestro entonces de la Orden, uno de los que con más ardor se dedicó a esa promocion.

Esta dedicacón apostólica se vio reforzada a la vez nuevas formas de espiritualidad de los franciscanos y se incrementó en el s. XIV con preclaras formas de predicación y escritos espirituales entre los que se cuentan especialmente los del beato Enrique Seuze (+ 1366), con la predicación de san Bernardino de Siena (+ 1444) y al mismo tiempo la difusión de las Hermandades del Santisimo Nombre: precisamente en la fundación de ellas nuestra Orden trabajó incansablemente a lo largo de los siglos por encargos los Sumos Pontifices, especialmente a partir de Pio IV (1559-1565) juntamente con las cofradias del santo rosario.

A partir del siglo XIV se dan ya formularios litúrgicos propios, si bien solamente en siglos sucesivos pasan a la liturgia, y asi, concretamente, los franciscanos lo harán en el año 1530; a finales del siglo XVII los dominicos; en el calendario romano para toda la Iglesia en 1721 ya existía en la litrugia la celebración de la Circuncisión del Señor (día 1º de enero), en la cual se aludia principalmente a la imposición del nombr de Jesús. Últimamente en el nuevo misal romano esta festividad cedió el puesto a la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, en la cual se conmemora también de modo principalísimo la imposición del nombre de Jesús. Asimismo se da  en el misal romano actual la misa votiva del santísimo nombre de Jesús. A ella corresponde, pues, el presente Oficio votivo, que puede usarse ad libitum especialmente para la celebración del propio patrono o del titular de la iglesia. 

 

Liturgia de la Horas

Invitatorio 

Ant. Venid, adoremos el admirable Nombre de Jesús, que está sobre todo nombre.

Oficio de lectura

Himno
Jesús dulce es tu recuerdo,
llena el corazón de gozo,
ni la miel , ni nada existe
tan dulce cua tu presencia.

No hay ninguna melodía,
nada más grato se escucha,
nada más bello se piensa,
que «Jesús»: ¡cuán dulce nombre!

Jesús: luz del penitente,
clemente con quien te invoca,
bueno con el que te busca,
¡qué decir con quien te encuentra!

Ninguna lengua lo expresa,
nadie puede describirlo, solo,
quien cree, experimenta
lo que amar a Jesús sea.

Sé tú, Jesús, nuestro gozo,
pues serás premio futuro,
en ti estará nuestra gloria
por los siglos de los siglos. Amén.

Segunda lectura
Del Opúsculo atribuido a santo Tomás de Aquino, presbítero

(Opuse. 60 De Humanitate Iesu Christi Domini nostri: Ed. Lugdunensis. 1562, p. 417)

Este nombre Jesús tiene mucha y grande eficacia

Y le pusieron por nombre Jesús. (Lc 2, 21) Téngase en cuenta que normalmente a cada uno de los hombres se les dan los diversos nombres, o por razón de alguna propiedad del que recibe el nombre, o por razón del tiempo, y así se dan a veces nombres de santos a los que han nacido en el día de sus fiestas, o en razón de parentesco, o por cualquiera otra circunstancia. En cambio los nombres dados por imposición divina siempre significan algún don otorgado gratuitamente por Dios a aquellos a quienes se les impone, como se dice a Abrahán: Te llamarás Abrahán porque te hago padre de muchedumbre; (Gn 17, 5) y se dice de Pedro: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. (Mt 16, 18) Y puesto que al hombre Cristo le había sido otorgada la misión de gracia de que por él todos fueran salvados muy convenientemente fue llamado Jesús, que quiere decir «Salvador.»

Este nombre de Jesús goza además de mucha y grande eficacia. Es, efectivamente, refugio de los que se arrepienten, remedio para los enfermos, fortaleza para los que luchan, ayuda para los que suplican: porque otorga el perdón de los pecados, la gracia de la salud, la victoria para los que son tentados, fuerza y confianza para pedir la salvación.

En cuanto a lo primero dice la Escritura: Os escribo, a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado los pecados por su nombre, (1 Jn 2, 12) y él testimonio de los profetas es unánime. (Hch 10, 43) Y Agustín: «¿Qué es Jesús, sino «Salvador»? Luego, por ti mismo, sé Jesús, para mí. No, Señor, no quieras fijarte en mi mal de tal modo que olvides tu bien.» Este nombre se impone precisamente con la circuncisión para dar a entender que se salvan los circuncidados espiritualmente. Por eso Bernardo dice: «Es necesario, hermanos, que seamos circuncidados para recibir así el nombre de la salvación; ser circuncidados ciertamente, no en la carne, sino en el espíritu y en la verdad.»

En cuanto a lo segundo, se dice: Tu nombre, un ungüento que se vierte. (Ct 1, 3) El aceite es un lenitivo en el dolor. Así también lo es el nombre de Jesús. De ahí que Bernardo diga: «Tienes, alma mía, un antídoto escondido en un vasito de nombre Jesús, eficaz para toda suerte de venenos.» Por su parte Pedro de Rávena (Crisólogo) dice: «Este es el nombre que dio vista a los ciegos, oído a los sordos, el poder caminar a los tullidos, palabra a los mudos y vida a los muertos.»

En cuanto a lo tercero se dice: El nombre del Señor es torre fuerte. (Pr 18, 10) Echarán demonios en mi nombre. (Mc 16, 17) Y volvieron los discípulos contentos y dijeron a Jesús: Señor, hasta los demonios se someten en tu nombre. (Lc 10, 17) De ahí que Pedro de Rávena diga: «La fuerza de este nombre, es decir, Jesús, puso en fuga todo el poder del diablo en los cuerpos de los poseídos.»

En cuanto a lo cuarto se dice: «Si pedís algo al Padre en mi nombre os lo dará. (Jn 16, 23) Declara san Agustín: «En mi nombre, es decir, Cristo Jesús. Cristo significa rey, y Jesús, salvador.» Y por esto, todo lo que pedimos, lo pedimos en el nombre del Salvador. Además es «Salvador» no sólo cuando nos concede lo que pedimos sino también cuando no lo hace: pues se nos muestra como Salvador también cuando nos niega lo que él ve que pedimos contrario a nuestra salvación. Bien conoce el médico si el enfermo pide algo favorable o contrario a su salud. Por ello no hace caso de lo que es perjudicial al enfermo para lograr su salud.

Considera las palabras de Bernardo hablando de la circuncisión de Cristo y de la imposición de su nombre. «¡Grande y admirable misterio!: es circuncidado el niño y recibe el nombre de Jesús. ¿Qué nos dice semejante conexión? Reconoce en ella al
mediador entre Dios y los hombres, al que desde el comienzo de su nacimiento junta lo humano con lo divino, lo más bajo con lo más sublime. Nace de una mujer, a la que en cambio del fruto de la fecundidad no le arrebata la flor de la virginidad; es envuelto en pañales, pero estos pañales son honrados con cantos angélicos; es reclinado en un pesebre, pero es señalado en el cielo por una estrella.» De este modo la circuncisión nos confirma la verdad de la asunción de la naturaleza humana y el nombre que está sobre todo nombre nos da a entender la gloria de la majestad. 

Responsorio                                                                                                        Sal 5, 12; 88, 16-17
R. Que se alegren los que se acogen a ti con júbilo eterno; protégelos, para que se llenen de gozo * Los que aman tu nombre.
V. Caminarán, oh Señor, a la luz de tu rostro, tu nombre es su gozo cada día * Los que aman tu nombre.

Otra:
De una Carta sobre la veneración del nombre divino de Jesús del beato Enrique Seuze, presbítero

(Epist. XII: Opera latine reddita a Lurentio Surio, Coloniae, 1615, pp. 263 ss.)

Ponme como sello sobre tu corazón

El omnipotente y eterno Dios pide al alma para que lo ponga como un sello sobre su corazón. Del mismo modo el que ama sinceramente a Dios debe conservar siempre en los labios de su alma ciertas imágenes o sentencias que muevan e inflamen su corazón en el amor a Dios.

Efectivamente, la perfección suma en esta vida consiste en que con la mayor frecuencia nos acordemos de Dios, que nuestro corazón suspire frecuentemente por él, hablemos continuamente de él, fijemos sus palabras en nuestra mente; todo lo hagamos por él y todo lo omitamos por él y, finalmente, en nadie esperemos, ni tras de nadie andemos, sino tras de él. Nuestros ojos lo deben mirar con todo amor, nuestros oídos deben acoger sus consejos, el corazón los sentidos y el alma toda lo abrazarán con amor. Cuando lo hayamos ofendido nos reconciliaremos con él por la oración. Cuando nos someta a prueba, lo soportaremos con placidez; cuando se nos oculte, lo buscaremos sin cesar hasta que lo encontremos: y una vez hallado, lo retendremos dignamente.

Ya caminemos, ya estemos parados, ya bebamos, ya comamos, esta joya preciosísima del nombre de Jesús debe estar siempre impresa en nuestro pecho. Cuando no nos sea posible hacer otra cosa, que, al menos con la mirada, lo fijemos en nuestra alma.

Tengamos su nombre dulcísimo siempre en la boca y de día debemos acordarnos tan intensamente de él que, cuando durmamos, lo soñemos y podamos decir con el Profeta: «Oh Dios eterno, oh dulcísima Sabiduría, qué buena eres para los que te buscan y solo a ti desean.» (Lm 3, 25)

Este es, por tanto, el mejor ejercicio de todos porque, efectivamente, la oración continua es como la corona de todos los demás ejercicios y hacia ella como a su propio fin tienden todos ellos. ¿Qué otra cosa se hace en el cielo sino contemplar, amar y alabar?

Por tanto, cuanto más amablemente grabemos en nuestros corazones a Dios nuestro Señor, eterna Sabiduría, y cuanto más frecuentemente la contemplemos y la abracemos en nuestro corazón, con tanta mayor suavidad ella nos abrazará en esta vida y en la futura.

Responsorio                                                                                                          Sal 51, 11; 105, 47
R. Proclamaré delante de tus fieles: * Tu nombre es bueno.
V. Daremos gracias a tu santo nombre y alabarte será nuestra gloria * Tu nombre es bueno.

Laudes

Himno
Oh Jesús, Rey admirable,
eres el triunfador noble,
eres dulzura inefable,
totalmente deseable.

Cuando un corazón te tiene,
la verdad en él ya luce,
desvanece el mundo vano,
la caridad es ferviente.

Jesús delicia del hombre,
fuente viva, luz del alma,
sobrepasas cualquier gozo,
tu todo deseo sacias.

Conoced a Jesús todos,
todos su amor pedidle,
con ardor debéis buscarlo
vivid en su santo fuego.

Que nuestra voz de ti hable,
que te muestre nuestra vida,
nuestro corazón te quiera,
en la tierra y ya por siempre. Amén.

Salmodia
Ant. 1 Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Ant. 2 Lo que pidáis en mi nombre yo lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre yo lo haré.
O bien, especialmente con canto, ant. Si dos o tres de vosotros se ponen de acuerdo en la ti para pedir algo en mi nombre se lo dará mi Padre del cielo.
Ant. 3 Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en el nombre del Señor Jesucristo ofreciendo la acción de gracias a Dios Padre por medio de él.
O ben especia mente con canto ant Todo aquel que invoque el nombre de Jesús, se salvara.

Lectura breve
Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres, ensenándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada religiosa, aguardando la dicha que esperamos: aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo: Él se entregó por nosotros, para rescatar nos de toda impiedad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.

Responsorio breve
V. Confiaran en ti * Los que conocen tu nombre.
R. Confiaran en ti * Los que conocen tu nombre.
V. Porque no abandonas a los que te buscan, Señor.
R. Los que conocen tu nombre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Confiaran en ti * Los que conocen tu nombre.

Benedictus
Ant. Jesús tiene el sacerdocio que no pasa, de ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor.
O bien, especialmente con canto, ant. Se sacrificó por salvar su pueblo y conseguir un nombre inmortal.

Oración
Oh Dios, que hiciste de tu unigénito Hijo el Salvador del género humano y mandaste que se llamara Jesús; concédenos benigno que, cuantos veneramos este nombre en la tierra, gocemos también de su visión en el cielo. Por el mismo Jesucristo, tu Hijo.

O como en Vísperas.

Vísperas 

Himno
Jesús, de angelical gloria,
al oído dulce canto,
miel deliciosa a la boca,
al corazón duce néctar.

No se sacia el que te busca,
con sed queda el que te bebe;
nada es cosa deseable
cuando a Jesús alguien ama.

Oh Jesús, dulzura mía,
meta del alma anhelante,
te busca sereno llanto,
te llama lo hondo del alma.

Quédate aquí con nosotros,
y ya con tu luz disipa,
las tinieblas de las almas,
llena al mundo de dulzura.

Jesús, flor de Virgen Madre,
amor y dulzura nuestra,
loa a tí, honor al nombre,
danos a gozar del cielo. Amén.

Salmodia
Ant. 1 Los apóstoles salieron del Consejo contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.
O bien: ant. Sabed que él Señor es Dios, y su nombre es eterno.
Ant. 2 Ningún día dejaban los apóstoles de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo.
O bien: ant. Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra.
Ant. 3 Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo.

Lectura breve
Nuestro Dios os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe, para que nombre de Jesús nuestro Señor, sea vuestra y vosotros seáis la gloria de él, según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo.

Responsorio breve                                                                                                  Sal 33, 3; 98, 3
V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor * Ensalcemos juntos su nombre.
R. Proclamad conmigo la grandeza del Señor * Ensalcemos juntos su nombre.
V. Reconozcamos el nombre del Señor gran terrible: Él es santo.
R. Ensalcemos juntos su nombre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Proclamad conmigo la grandeza del Señor * Ensalcemos juntos su nombre.

Magnificat
Ant. Al vencedor lo haré col del santuario de mi Dios; grabaré en él el no de mi Dios y mi nombre nuevo.
O bien, especialmente con canto: ant. Le pondrás por nombre Jesús, porque él salvara a su pueblo de los pecados.

Preces propias, o del día de la semana.

Oración
Señor Jesús, concédenos tener siempre a la vez temor a tu santo nombre, ya que privas de tu protección a quienes has arraigado en la firmeza de tu amor. Tú que vives y reinas.

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