Semana Santa

Tradición dominicana

 

El culto a la pasión del Señor que en forma tan magnifica se propagó hasta nuestros días, comenzó ya a florecer desde el siglo XI al mismo tiempo que una nueva sensibilidad religiosa hacia la humanidad de Cristo.

Los testimonios que poseemos de esta forma peculiar de piedad religiosa son abundantes y hermosos y fueron divulgados, especialmente, por los monjes, y a partir del siglo XIII principalmente por los franciscanos y los dominicos. Entre nosotros, ya en los principios mismos de la Orden, se manifiesta una intensa piedad entre nuestros frailes a la pasión del Salvador y hacia su Madre María como madre de misericordia. El primer testimonio litúrgico dominicano es, sin embargo, la celebración de la Corona del Señor (el día 4 de mayo o, si no, el 24 de abril), cuando esta celebración se introdujo con motivo de la donación de una espina de la corona del Señor, que S. Luis rey de Francia hiciera a nuestros frailes en el afio 1239.

En el transcurso del tiempo se añadieron nuevas celebraciones de la pasión del Señor en los libros de la Orden: De la Oración en el Monte de los Olivos (martes después del domingo de Septuagésima); De la Pasión del Señor (martes después del domingo de Sexagésima); De la Lanza y de los Clavos (viernes después del primer domingo de Cuaresma); De la Sábana Santa (viernes después del 2° domingo de Cuaresma); De las cinco Santísimas Llagas (viernes después del 3er domingo de Cuaresma); De la Preciosa Sangre (viernes después del 40 domingo de Cuaresma). A los que hay que añadir: la celebración, En la Compasión de la Bienaventurada Virgen María (viernes después del domingo de Pasión). Todas estas celebraciones existieron hasta la reforma litúrgica de san Pio X.

¿Qué decir de esta especial forma de piedad en la tradición de la Orden, en nuestros santos y beatos en particular, ya que todos ellos, si bien de modo diverso, ardían en intenso amor a la pasión de Jesús? ¿Cómo no pensar inmediatamente en nuestro bienaventurado Padre Domingo, a quien tan frecuentísimamente pintara el bienaventurado Juan de Fiésole, Angélico, arrodillado a los pies del Crucificado y mirándolo con el más tierno amor de su corazón? En verdad la asidua contemplación sapiencial del Salvador sufriente es una característica de nuestra espiritualidad dominicana. A la luz de esta mirada amorosa se revelan a los Predicadores todas las cosas que primariamente atañen al anuncio del Evangelio de la salvación y cuanto en el orden de la fe se refiere a los hombres. Es la fuente de nuestra estrecha unión con Cristo al mismo tiempo que la manifestación del amor fraterno.

 

A Cristo crucificado

Versículos sobre la Pasión de Santa Catalina de Ricci OP.

Amo Jesús

Culto a la histórica imagen en nuestro convento de Santiago del Estero.

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Sobre el jubileo de Santo Domingo

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