Día cuarto

Reflexión
La meditación de hoy nos abre a una dimensión de familia y de amistad en un contexto de fiesta. Se celebran unas bodas en Cana de Galilea. María y Jesús están allí y también sus amigos. El acontecimiento festivo es una invitación a los discípulos a comprender y a creer en el primer signo que realizó Jesús. Se trata del camino de ingreso a todo lo que Jesús hará después. La situación involucra con actitudes muy definidas, tanto a María, como a Jesús.

Respecto a María, nos ofrece una misión de intercesora. Ella, sabiendo que en la fiesta se han quedado sin vino, acude a su Hijo para que intervenga. María, es consciente que se ha acabado el vino de la boda. ¿Intuirá, la Madre en este momento, que no es posible que falte el vino en la perspectiva de las bodas mesiánicas? ¡No tienen vino, dice!

Por su lado, Jesús sabe que su hora no ha llegado. El vino tiene para Él toda la connotación de elemento y signo de celebración que como tal implica su hora definitiva.

Se refiere pues, a su ofrenda mesiánica. Piensa en la hora, en el momento de su Pasión en que se pondrá de manifiesto el acontecimiento escatológico de revelación. El tiempo en que su donación dejará como signo el vino nuevo de la nueva Alianza, vino de excelente calidad reservado para el final, para el tiempo de las bodas eternas.

Y María, su madre, en este contexto nos deja una de las intervenciones más brillantes: “hagan lo que Él les diga”, les dice a los servidores de la boda. Y nos lo dice también a nosotros, los discípulos, los amigos de su Hijo para que escuchándolo hagamos lo que nos conviene según su palabra. De esta manera, lograremos comprender, creer y ver manifiesta su gloria.

Oración
¡Bendita tú eres, María, entre todas las mujeres! ¡Bendita eres por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor! Ruega al Señor por tus hijos, Madre y Señora del Rosario, para que renueve en nosotros el espíritu de fe. Así como tú fuiste a servir a tu prima Isabel y proclamaste las grandezas de Dios, ayúdanos también a nosotros a testimoniar con nuestras palabras y acciones las maravillas de Aquél en quien hemos creído.

Fray Jorge Molina OP | Promotor del Rosario

Oración para todos los días
¡Santísima Madre de Dios, Nuestra
Señora del Rosario! Humildemente
suplicamos tu auxilio para vivir en fidelidad a
la gracia de Dios. Ayúdanos a ser, según tu
ejemplo, tierra buena donde la semilla de la
Palabra de tu Hijo dé mucho fruto. Estas
gracias especialmente te pedimos, oh Madre
nuestra, que deseamos alcanzar por tu
intercesión.

En silencio cada uno expresa su petición.

Todo sea, Señora nuestra, para alabanza y
gloria de la Santísima Trinidad. Amén.

Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

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