Día tercero

Reflexión
María, en sus palabras del Magníficat, no ve en ello el signo de su grandeza, sino la grandeza de su Señor. Se habla del Magníficat como de un collar de perlas preciosas, de distintos y brillantes colores, en cada una de las cuales se refleja la luz que irradia el alma de María.

En su vida habrá momentos de oscuridad y de prueba -pronto se los anunciará Simeón-, pero ahora todo es oro y luz. Es como admirar desde la cima de una montaña, un paisaje soleado, verde y florido, cuya vista se pierde en el horizonte ¡Sí, el Señor es grande! María lo sabe desde siempre, y vive a la sombra de esta infinita y confortadora grandeza.

Al aceptar el anuncio, María permite a Dios manifestar hasta el extremo, es decir hasta hacerse carne, la grandeza de su amor. María engrandece a Dios. Dios engrandece a María.

Que el Sí de María, inspire en nuestros corazones una respuesta solidaria y misericordiosa. Que el Señor de la Vida acoja consigo a los difuntos, y de consuelo y esperanzas a los que están atravesando alguna enfermedad, especialmente a los ancianos y los que están solos. También pedimos a nuestra Madre y Señora, reina de todo lo creado, protección para todos los trabajadores esenciales en este tiempo de pandemia.

Oración
¡El Señor está contigo, María! Por ti el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, para ser el Emmanuel, el Dios con nosotros. Fortalece en nosotros la fe en su resurrección y la certeza de su presencia hasta el fin del mundo, como Él lo prometió. Que ninguna dificultad, tribulación o tentación pueda nunca hacernos dudar de su compañía, antes bien sea la ocasión de experimentar su acción salvadora y tu protección maternal.

Cofradía del Rosario | La Rioja

Oración para todos los días
¡Santísima Madre de Dios, Nuestra
Señora del Rosario! Humildemente
suplicamos tu auxilio para vivir en fidelidad a
la gracia de Dios. Ayúdanos a ser, según tu
ejemplo, tierra buena donde la semilla de la
Palabra de tu Hijo dé mucho fruto. Estas
gracias especialmente te pedimos, oh Madre
nuestra, que deseamos alcanzar por tu
intercesión.

En silencio cada uno expresa su petición.

Todo sea, Señora nuestra, para alabanza y
gloria de la Santísima Trinidad. Amén.

Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp