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El Señor se hizo servidor

Domingo XIX

 

7 de agosto de 2022
Sab 18,6-9 | Sal 32,1.12.18-19.20-22 | Heb 11,1-2.8-19

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 12,32-48

En este domingo el evangelista Lucas nos permite meditar la promesa de Jesús acerca de su recompensa, la que asegura a quienes aguardan su llegada. Una promesa que se inscribe en la misma línea que sigue toda su vida. El enviado de Dios, el santo, el Hijo de Dios vino a servir y no a ser servido. El que es nuestro Señor se hizo servidor nuestro.

Desde la profundidad de la historia se escucha la voz de Dios que llama a sus fieles, no sin manifestar su predilección hacia el pueblo. Así lo describe el libro de la Sabiduría: “Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos” (Sab 18, 7). Afligiendo a los adversarios el Señor cubrió de gloria a los suyos y los “llamó” hacia Él. Esta llamada santa fue para hacer alianza con Él, lo cual solo pudo realizarse en el monte Sinaí cuando el pueblo salió de Egipto.

La luz de la fe guió aquella travesía, todo un pueblo envuelto en la gloria de Dios. Siguiendo en “la plena certeza de las realidades que no se ven” (Heb 11, 1). El impulso de las palabras de la carta a los Hebreos sirve de sustento para dar crédito de lo admirable de la llamada. Todos los que escucharon la voz de Dios y siguieron sus designios en la obediencia son llamados dichosos. Abraham partió para recibir la herencia, vivió como extranjero y esperaba la ciudad de Dios. Su esposa concibió en su vejez atendiendo a la promesa, pues de ellos nació aquella descendencia incontable.

El ejemplo de estos hijos de Dios es lo que reaviva el deseo del servicio y también de la espera a la vez serena y ardorosa. Es la expresión de la patria buscada, una patria mejor que la terrena y es en esto en lo que, como dicen algunos, Abraham se parece al cristiano. De hecho el remate de esta secuencia lo constituye el ejemplo de la obediencia de Abraham. Aunque con dolor, no negó a Dios su propio hijo Isaac siguiendo así el mandato del sacrificio. La razón de esto se expresa claramente en el mismo texto de Hebreos “Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo” (11, 19). La mano que mandó Dios a detener para que no se posara sobre la vida del niño constituye el símbolo de la resurrección de Cristo.

La recuperación del hijo nos hace pensar también en la misericordia de Dios, en la parábola del hijo que vuelve al padre, arrepentido por su alejamiento. La angustia de Abraham al escuchar que Dios le pedía el sacrificio de su hijo como la tristeza de aquel padre al ver partir a su hijo después del reclamo de la herencia son como los ejemplos más profundos del dolor de un padre que, desde el silencio del corazón grita llamando al hijo amado.

Tanto Abraham como otros personajes eminentes en la Sagrada Escritura son modelos de obediencia a la llamada de Dios. Y como toda llamada es para algo, ese algo constituye un servicio. Así fue como tantos hombres y mujeres cumplieron con el servicio (misión) que se les encomendó.

San Lucas nos ofrece la oportunidad de ahondar en nuestra valoración del servicio cumplido en la comunidad. Pues, según los especialistas, la intención del evangelista es la de mostrar el significado eclesiológico del relato de los criados. La fidelidad en la administración de los bienes y el servicio en bien de los hermanos se cumple en la comunidad cristiana. Y aunque no significan exactamente lo mismo, criado y administrador se identifican en el servicio llevado a cabo en medio de la comunidad.

El ejemplo supremo del servicio, de lo que realmente significa ser criado y siervo se proclama abundantemente en la persona de nuestro Señor Jesucristo. El mismo Lucas lo mostrará bajo esta perspectiva: “Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (22, 27). El fiel servidor es aquel que está en medio de la comunidad cumpliendo por obediencia el mandato especialísimo del servicio.

La pregunta de Pedro en la segunda etapa del relato revela la preocupación por el fiel cumplimiento de una tarea que a simple vista parece fácil. «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?» (Lc 12, 41). Es notorio pero también congruente que el príncipe del colegio apostólico pregunte esto. Los administradores de la Iglesia muchas veces toman la actitud de los servidores que aun conociendo la voluntad de sus señor se dedican a realizar lo reprobable.

La llamada al servicio, a realizar lo que poco a poco vamos conociendo de la voluntad de nuestro Señor, nos ubica a todos en la misma línea de los servidores que ante todo deberán tener presente en sus vidas la vigilancia. Para estar alerta, para estar despiertos, para estar atentos es preciso que tengamos a mano una lámpara. La luz que esa lámpara irradie no nos dejará adormecidos. La Palabra de Dios y la Eucaristía junto a los demás sacramentos son nuestra luz, aquella que nos permite vivir en la espera ansiada del retorno de nuestro Señor. Son la luz que guía nuestros pasos ahuyentando las tinieblas del pecado y que nos enciende en la práctica del servicio a los demás. Son nuestro tesoro que llevando a todos lados hará que todo resplandezca, aún lo oscuro y triste de esta vida.

Que la intercesión y el ejemplo de Santo Domingo de Guzmán nos permitan comportarnos como fieles servidores del Evangelio, llevando en nuestras propias vidas los signos del amor misericordioso de Dios.

Fray Gustavo Sanches Gómez OP
Mar del Plata

Imagen: St. Dominic and his Companions Fed by Angels (Santo Domingo y sus compañeros alimentados por ángeles) | Autor: Fra Angélico | Fecha: 1434-35 | Ubicación: Musée du Louvre (París)

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