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La respuesta a Dios

Domingo XIII

 

26 de junio de 2022
1Re 19,16-21 | Sal 15,1-2.5.7-8.9-10.11 | Ga 5,1.13-18

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 9,51-62

La Palabra de Dios, en este Domingo, pone el acento en el hecho de que nuestra vida en relación a Dios, antes que una iniciativa nuestra, es una iniciativa de Dios en relación a nosotros. Así lo muestra la primera lectura del libro de los Reyes, en el episodio de la vocación de Eliseo, al ser llamado por el profeta Elías. Así lo confirma la práctica de Jesús, en el evangelio, que frente a la disposición de algunos a querer seguirlo, Él se reserva el derecho de plantearles sus condiciones; y a quienes el Señor quiere que lo sigan, también se permite aconsejarles en tono imperativo aquello a lo que deben dar prioridad. La vida de todo bautizado, la vida laical, la vida religiosa, la vida sacerdotal, es una llamada de Dios, que requiere por parte de quien la recibe una respuesta.

Si la respuesta es afirmativa, lo que Jesús quiere es que sea una respuesta a conciencia, una respuesta responsable y libre, en la cual haya por parte de quien la da, una consistencia y una capacidad de vivir en coherencia y fidelidad con el estilo de vida escogido. Lo que Jesús quiere es que sea una respuesta por amor a Dios y al prójimo; pero viviendo el amor según el estilo y el ejemplo de Jesús. Una respuesta, dada, alimentada y renovada, a partir de una apertura a la acción del Espíritu de Dios que actúa en nosotros. La vida de todo creyente, bautizado en el Espíritu, es una respuesta a Dios, dada, desde su condición de hija o hijo de Dios, a partir de la vocación específica que ha recibido, para vivir el servicio y la entrega de la vida en el amor en el matrimonio, en el sacerdocio ministerial, en la fraternidad de una comunidad religiosa. Por eso en pos de esa responsabilidad y libertad absoluta para amar, y dar y gestar vida, es que Jesús plantea exigencias, como dejar padre y madre, dejar que los muertos entierren a los muertos, poner la mano en el arado y no mirar atrás. Más que cumplir una norma al pie de la letra, se trata de poner nuestra capacidad de amor humano al servicio del amor del Reino de Dios. Lo fundamental es que mi vida como seguidor o seguidora de Cristo, sea testimonio del amor de Dios y del anuncio de su reinado en nosotros como Señor de nuestra vida. Si decimos sí a Dios en los compromisos de nuestra vida, entonces lo fundamental, es que esos compromisos los asumamos con un espíritu nuevo, con una mentalidad nueva, con un estilo de vida nuevo, dejando atrás el estilo que teníamos cuando no estábamos plenamente convencidos ni conmovidos por la llamada de Dios. Esto es lo que se refleja en la actitud de Eliseo, cuando frente a la llamada que Dios le hace a través del profeta Elías, Eliseo se despoja de su yunta de bueyes, y comparte su carne en un asado con la gente de la cual se despide, para iniciar su nuevo estilo de vida al servicio de Dios.

A la luz de las lecturas de hoy, nuestra vida como hijos de Dios y como pueblo de Dios, está llamada a ser en la diversidad de vocaciones de todos los bautizados, una vida en la que seamos dóciles al Espíritu Santo, para actuar proféticamente hablando y actuando en nombre de Dios, fieles a la verdad, libres, convencidos, capaces de hacer opciones y de poder asumirlas coherentemente, predicando con autoridad el Reino de Dios, con palabras y con obras, renunciando a una vida mediocre o a “medias tintas”, para amar al prójimo como Cristo nos ha amado.

Fray Miguel Ángel Ríos OP
Santiago de Chile

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