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La salvación tiene nombre propio: Jesucristo

Segundo domingo de Adviento

 

5 de diciembre de 2021
Ba 5, 1-9 | Sal 125, 1-2ab.2cd-3.4-5.6 | Flp 1, 4-6.8-11

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 3, 1-6

“Entonces será revelada la gloria del Señor, y toda carne a una la verá, pues la boca del Señor ha hablado”
(Isaías 40, 5)

Baruc, desde su puesto de vidente, de profeta, anuncia a Jerusalén el glorioso retorno de sus hijos, después del Exilio: “mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos”. Pero este retorno se vuelve a su vez anuncio de un pueblo que en el Exilio ha purificado su fe en el Dios único y verdadero, que confía profundamente en su Palabra y que cumple fielmente sus mandamientos. Es por eso que “Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares, y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios”.

Juan el Bautista, personificando a esa voz que clama en el desierto, advierte a su generación, y haciéndose eco solitario de estas palabras que también están en Isaías, exhorta a todas las generaciones y con ellas a nosotros, “preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos disparejos”. Todo esto sucederá no solo para que Israel retorne a la gloria de Jerusalén y su querido templo, sino para que sea patente que el mismo Señor habita en el corazón de sus fieles. Podríamos decir que nos llama a rellenar los valles de nuestro corazón con el conocimiento y cumplimiento de su Voluntad, aplanar las colinas del orgullo, enderezar los senderos torcidos por el pecado, nivelar los caminos de las injusticias, para fortalecer las manos débiles, y las rodillas vacilantes, dar luz a los ciegos, oído a los sordos, anunciar con nuestra vida, que el Señor viene en gloria y justicia, que el Señor ya vino en carne mortal, que el Señor que es Espíritu sigue acudiendo y auxiliando sus hijos.

San Pablo, escribiendo a los Filipenses, abre su corazón y les confiesa que pide insistentemente a Dios para que crezcan “cada vez más en el conocimiento y en la plena comprensión” del amor divino; y gracias a la Providencia y a su designio de salvación, el apóstol de los gentiles, junto a los profetas Baruc, Isaías y Juan el Bautista, siguen orando en la presencia de Dios “a fin de que podamos discernir lo que es mejor” para nosotros “firmemente convencido de que aquel que comenzó” en nosotros la buena obra de la conversión y la fe “la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús”.

Dios Padre, por amor nos ha creado, y a pesar de nuestra debilidad y pecado nos ha perdonado por medio de su Hijo Nuestro Señor Jesucristo; Él vela con misericordia por nosotros dándonos día a día pruebas de su infinita justicia y amor; Él, por medio de su Espíritu Santo nos llama insistentemente a su encuentro, y pidiéndonos únicamente el corazón contrito y el cumplimiento de su Voluntad, nos promete su auxilio y el premio de su Reino; Él, nos anuncia por medio de sus profetas y apóstoles, por medio del mismo Cristo encarnado y su Iglesia la salvación y la gloria. Y con san Pablo señala: “así serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo, llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios”.

Y si Baruc invita a Jerusalén, que ahora yace en ruinas y a Israel su pueblo, “vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno” , con cuanta más razón a la Iglesia universal, que peregrina en cada rincón de la tierra, porque “Dios conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia”.

Juan el Bautista, como el profeta Baruc, tomando las palabras de Isaías, mira la salvación que se acerca, la salvación que tiene nombre propio, Jesucristo. “Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios”.

Fray Ángel Benavides Hilgert OP

Imagen: Saint John the Baptist Sees Jesus from Afar (San Juan Bautista ve a Jesús desde lejos) | Autor: James Tissot | Fecha: 1886-1894 | Ubicación: Brooklyn Museum

 

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