Su historia
El siglo XVIII cobra especial importancia porque en él se consolida la erección canónica de la Provincia dominicana Argentina. Los antecedentes se remontan al siglo anterior cuando fray Hernado Mejía, primer dominico nacido en tierras argentinas e hijo del célebre Capitán Hernán Mejía de Miraval, tuvo la intención de crear una Provincia dominicana reuniendo a los conventos de lado este de la Cordillera. La principal razón de este propósito era la comunicación a veces compleja con Chile.
En 1612 fray Hernando viajó a España y solicitó allí unos treinta religiosos. Al parecer, “la idea de Mejía era formar una provincia con todos los conventos de la parte oriental de la cordillera de los Andes, incluidos los de Cuyo, territorio dependiente de Chile en lo político y eclesiástico”. Pero con la muerte de fray Hernando, en Madrid, en julio de 1616, se extinguió el primer intento de crear una nueva Provincia.
Llegó a sumar 252 frailes repartidos en trece conventos: siete en Chile y seis al lado este de la cordillera. Un dato importante es que al finalizar el siglo XVII, el obispo dominico fray Manuel de Mercadillo trasladó la sede del obispado de Tucumán, de Santiago del Estero a Córdoba. En lo civil esta última ciudad había alcanzado un mayor desarrollo, lo cual significó que también a nivel eclesial se advertía un crecimiento notorio. De hecho el convento dominicano tuvo un centro de estudios que durante dos años actuó con el rango de universidad. Tenía noviciado propio y los frailes realizaban allí su formación inicial para luego ser enviados a completar estudios en Chile o Lima.
En 1710 se funda un estudio en Buenos Aires. Fray Gerardo de León, era entonces su prior y confesor del gobernador porteño, hombre de grandes condiciones, maestro en Sagrada Teología, profesor en Córdoba y en Buenos Aires. Su discípulo predilecto fue fray Domingo Neyra, fundador de la Provincia dominicana Argentina. La ciudad de Buenos Aires ya había adquirido gran desarrollo por la influencia del puerto que comunicaba con Europa y procuraba un movimiento económico propio. Los frailes de mayor influencia que actuaban en los conventos de Córdoba y Buenos Aires buscaron resucitar la idea de una nueva entidad dominicana, aún con el rechazo de Chile, que tenía una menor cantidad de conventos bajo su directa influencia.
Fray Domingo Neyra viajó a Europa, bajo pretexto de realizar visitas, con la misión de conseguir la aprobación de la nueva entidad. Era costumbre que las gestiones se realizaran en España, pero pasa directamente a Roma para entrevistarse con el general de la Orden fray Agustín Pipía. Pipía apoya a Neyra pero espera oír las dos partes. Aun así, Neyra aprovecha su amistad con el nuevo Papa Benedicto XIII, el dominico Vicente Orsini, que aprueba la división con un breve apostólico el 14 de agosto de 1725. El primer provincial fue Gerardo de León. Neyra asistió al primer Capítulo Provincial celebrado en 1725.
El Maestro General había dado dos razones para aprobar la erección de la nueva Provincia: el progreso en los estudios y la justeza de la vida regular. La Provincia, creada el 14 de julio de 1724, recibió el nombre de Provincia de San Agustín de Buenos Aires, Tucumán y Paraguay. Recibió la ordenación de costumbres propias como las de poder comer carne, que sus maestros en teología se graduaran allí, y se creara un cargo especial para ejercer la misión. Es en esta época que se erige el estudio general en Buenos Aires y luego en Córdoba. A pesar de la división se asignan profesores chilenos al estudio de Buenos Aires, que se convierte en el más importante. Neyra viajó nuevamente a Europa para conseguir que este estudio fuera elevado al rango de Universidad.
Durante las primeras décadas de su existencia la nueva Provincia tuvo frailes notables que le dieron vida e influencia en los aspectos de la observancia regular y los estudios. De hecho, hubo ocho maestros de Sagrada Teología y en Paraguay se abrió otro estudio general. A la vez que en Lules (Tucumán) se funda, en 1781, un convento dedicado a la formación de misioneros. Esto debido al reconocimiento de la vocación particularmente misionera del padre José Joaquín Pacheco, quien fue fundador del convento de San Miguel de Tucumán en 1785. A estos se suma el convento de Corrientes, fundado en 1728 y que aportó numerosas vocaciones. Mientras tanto, los conventos de la región de Cuyo en Argentina se mantuvieron como parte de Chile.
La consolidación de la Provincia argentina se dará durante la segunda mitad del siglo XVIII, significada no solo por el crecimiento del número de frailes sino también por amplitud de miras en el apostolado de las obras misionales y en el ámbito académico. En cuanto este último aspecto, son reforzadas la enseñanza primaria y secundaria en los conventos más importantes. En Asunción se crea la tercera casa de estudios con facultad de conferir grados universitarios, en 1775. Y en 1797 fue inaugurado el Colegio universitario en Buenos Aires.
En cuanto a la labor misional, en 1768, tras la expulsión de la Compañía de Jesús, la Orden toma 10 de las 30 misiones guaraníes. Al tiempo que varios frailes atienden misiones y capellanías en diversos lugares, incluso en los fuertes establecidos en la costa patagónica a partir de 1778.
En la parte oriental de sud América es necesario destacar el surgimiento de la Reducción de Santo Domingo Soriano, actual departamento Soriano de la República Oriental del Uruguay. Durante mucho tiempo hubo desencuentro entre los historiadores para esclarecer la fecha y su fundador. Al parecer, los actuales estudios nos dicen que data de 1661 o 1662 y su fundador fue el dominico Antonio Suárez. Esta reducción de Santo Domingo Soriano debe su nombre a la especial advocación de Santo Domingo de Guzmán en el santuario de Soriano (Italia) y que se hizo muy popular dentro y fuera de la Orden. Fue la obra misional más importante del convento de Buenos Aires en el siglo XVII y primera mitad del XVIII. Posteriormente fue atendida por mercedarios y franciscanos sucesivamente.
A esto hay que agregar la fundación y el crecimiento de la Tercera Orden Dominicana y la Cofradía del Rosario en los diversos conventos. La Tercera orden de Buenos Aires, fundada en 1726, contó con numerosos miembros, figuras destacadas de la ciudad, progenitores y familiares de los futuros próceres de la Independencia. También puede mencionarse la fundación del monasterio de monjas dominicas en Córdoba, el primero de Argentina, en 1613; y más adelante el de Buenos Aires, en 1745.
En Chile ocurrió algo similar tomando como base la actuación de los frailes y el impulso otorgado a la Cofradía del Rosario, en la que participaron notables figuras históricas. La cronología muestra una expansión inicialmente rápida y una estabilidad posterior.