San Agustín de Hipona, obispo y doctor

Personajes  / San Agustín de Hipona

Breve historia

El obispo de Hipona es uno de los más eminentes Padres de la Iglesia latina, descollando en todo Occidente por su autoridad teológica sobre todo en la doctrina de la gracia y resplandece también como autor de la regla y preceptor de nuestra vida comunitaria. Su Regula ad servos Dei, que originariamente iba destinada a un cenobio de mujeres, fue tomada en el siglo XII por los canónigos regulares. Después del IV Concilio de Letrán (1215) y su canon XIII, Inocencio III recomendé a santo Domingo que eligiera para sus frailes una regla antigua, que diese garantía a la familia. «Inmediatamente, como atestigua Jordán de Sajonia, los que habían de ser frailes Predicadores, profesaron según la regla del preclaro predicador San Agustín, y se impusieron alguna observancia más estricta en alimentos, ayunos, descanso, y hábitos de lana.»

Humberto de Romans mostró más tarde que San Agustín había escrito la regla conforme a la vida de los apóstoles; Teniendo en cuenta que Domingo como canónigo ya hacía casi veinte arios había profesado la regla de san Agustín comprendió que esta vida apostólica elegida por san Agustín se adaptaba al propósito de los Predicadores. La obediencia según la regla apostólica de san Agustín y las constituciones de la Orden sintetizan aún para nuestro tiempo toda la profesión de la vida dominicana.

Liturgia de las Horas

Del Común de doctores o de pastores.

Invitatorio

Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

O bien, ant. Grande es el Señor y muy digno de alabanza, * Que de las tinieblas del paganismo llamó a Agustín a la luz de su Iglesia.

Oficio de lectura

El himno como en Laudes.

Salmodia

Ant. 1
Serie A
 Pero Dios tuvo compasión de mí porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. Dios derrochó su gracia en mí dándome la fe y el amor cristiano.
Serie B Después de la muerte de la madre, Agustín volvió a su propio país, donde con los amigos se entregó al ayuno y la oración, escribiendo libros y enseñando a los ignorantes.
Los salmos del Común de pastores.
Ant. 2
Serie A 
Por eso conseguí misericordia, y por eso se compadeció de mí, para que en mí el primero mostrara Cristo toda su paciencia.
Serie B Comprobada su fama, el bienaventurado Valerio obispo de Hipona le hizo venir junto a sí y, aunque con resistencia, lo ordenó presbítero.
Ant. 3
Serie A
 
Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí.
Serie B Ordenado presbítero, erigió pronto un monasterio de clérigos y comenzó a vivir según la regla ordenada a imitación de los santos apóstoles.

V. Cuando escuches una palabra de mi boca.
R. Les darás la alarma de mi parte.

Primera lectura
De la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses                                                    3, 12-17

Por encima de todo esto el amor

Vosotros, pues, como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado, haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de arbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.

Y celebrad la acción de gracias; la Palabra de Dios habite entre vosotros con toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios; dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la acción de gracias a Dios Padre por medio de él.

Responsorio
R. 
Agustín descubrió cuán lejano estaba Dios y cuán desemejante de Él, como si desde lo alto Dios mismo le dijese: Yo soy manjar de adultos; * Crece y podrás nutrirte de mí.
V. Pero tú no me asimilarás en ti como el alimento carnal; sino tú te cambiarás en mí. * Crece y podrás nutrirte de mí.

Segunda Lectura
De la Regla de san Agustín

(Texto oficial de la Orden, como está en el Prototipo litúrgico,
en el archivo general de la Orden y en el LCO, pp. 3-11)

El primer precepto es la caridad

Ante todo, hermanos carísimos amad a Dios y después al prójimo, porque estos son los mandamientos que principalmente se nos han dado. Esto es lo que os mandamos guardar a los que vivís en el monasterio.

Lo primero porque os habéis congregado en comunidad es para que habitéis en la casa unánimes y tengáis una sola alma y un solo corazón hacia Dios. Y no tengáis alguna cosa como propia, sino que todo sea de todos; y el prepósito distribuya a cada uno de vosotros el alimento y el vestido, no igualmente a todos, porque no tenéis todos iguales fuerzas, sino a cada uno según su necesidad. Pues así leéis en los Hechos de los Apóstoles: «Todas las cosas les eran comunes, y se distribuía a cada uno según su necesidad» (Hech. 4,32 y 35). Vivid, pues, todos unánimes y concordes y honrad los unos en los otros a Dios, de quien sois templos vivos.

Aplicaos con instancia a la oración en las horas y tiempos señalados. Nadie haga en el oratorio, sino aquello para lo que está destinado, como lo indica su mismo nombre, a fin de que si algunos, fuera de las horas señaladas, quieren tener oración en sus ratos libres, no se lo impida el que piensa hacer allí otra cosa. Cuando alabáis a Dios con salmos e himnos, sienta el corazón lo que dice la boca. Y no cantéis sino lo que leéis que debe ser cantado; pero lo que no está escrito para ser cantado no se cante. Domad vuestra carne con ayunos y con abstinencia de comida y bebida, cuando la salud lo permita. Pero cuando alguno no puede ayunar, no por eso coma fuera de la hora de la refección, a no ser que esté enfermo. No os hagáis notar por vuestro porte, ni pretendáis agradar con los vestidos, sino con la conducta.

No tengáis pleito alguno, o terminadlo cuanto antes; para que la ira no crezca hasta convertirse en odio, y de una paja se haga una viga, haciendo homicida el alma. Pues así leéis: El que odia a su hermano es homicida (1Jn 3,15).

Y aquel que os preside no se considere feliz por dominar con potestad, sino por servir con caridad. Guardad al presbítero el honor debido entre vosotros; pero él, con temor ante Dios, esté postrado a vuestros pies. Muéstrese a todos modelo de buenas obras. Corrija a los inquietos, consuele a los pusilánimes, aliente a los débiles y sea paciente con todos. Sostenga con agrado la observancia e infunda respeto. Y aunque uno y otro sea necesario, sin embargo, busque más ser amado de vosotros que temido, pensando siempre que ha de dar cuenta de vosotros ante Dios. Por lo cual, obedeciéndole con diligencia, compadeceos no solamente de vosotros mismos, sino también de él; porque cuanto está entre vosotros en lugar más elevado, tanto se halla en mayor peligro.

Conceda el Señor que observéis todo esto con agrado como amadores de la belleza espiritual, exhalando en vuestra conversación el buen olor de Cristo, no como siervos bajo el peso de la ley, sino como hombres libres dirigidos por la gracia.

Responsorio
R. 
en el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo; * Lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
V. comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo. * Lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.

Otra:
De la Exposición de la regla de san Agustín del MO fray Humberto de Romans

(Opera de vita regulari, ed. J.-J. Berthier,
vol. I. Romae 1888, pp. 43-51)

La regla de san Agustín contiene todo cuanto se requiere en religión
y es más conveniente al estado de las Predicadores

Entre las muchas y variadas reglas bajo las cuales militan en la Iglesia los diversos religiosos, hay alnas transmitidas por ciertos hombres que no están inscritos en el catálogo de los santos; otras fueron compuestas por santos, pero que no fueron eminentes en sabiduría; otras, en fin, que, si bien las compusieron santos y competentes por sabiduría, en cambio no tuvieron gran autoridad. Es cierto que la santidad en el alma del hombre de Dios es de más valor para transmitir doctrinas salvadoras que la misma sabiduría; y también a veces la sencillez, aunque santa, si no va dirigida por la sabiduría, expresa afirmaciones menos convenientes; empero, la doctrina expuesta con santidad y sabiduría, pero por quienes carecen de autoridad, es menos aceptada. Por tanto, ¿cuán digna de ser aceptada no será aquella regla que ha sido dada por un varón santísimo, sapientísimo y de eximia autoridad, como es san Agustín, obispo?

San Agustín, en efecto, elaboró su regla según el modelo de vida apostólica como consta por lo que de él se canta y lee, que comenzó a vivir según la regla constituida por los santos apóstoles; y en un sermón dice él mismo: queremos vivir la vida apostólica. ¿Y quién duda que la vida apostólica ha de preferirse a la vida de todos los otros vivientes? ¡Cuánto se ha de alabar una regla derivada de tal ejemplar!

Además hay otras reglas que imponen numerosas observancias corporales; más la regla de san Agustín consiste más bien en ejercicios espirituales, como son el amor de Dios y del prójimo, la unidad de los corazones, la concordia de conductas y otros semejantes. Y nadie ignora que los ejercicios espirituales prevalecen sobre los corporales. (1 Tm 4. 8) Cuanto más uno se ocupa en lo espiritual dejando lo corporal, tanto es digno de mayor alabanza. Y por otra parte la regla de san Agustín guarda tal moderación, sin tener excesiva multitud de mandatos ni parquedad de los mismos, que no cae en ningún extremo defectuoso y permanece en un cierto medio, en lo cual consiste toda virtud.

Además se ha de notar que san Agustín propone primero los mandatos, mas como éstos de nada aprovechan si no se practican, pone en segundo lugar los medios que ayudan a la observancia de aquellos. Y en la enumeración de los mandatos, primero pone los mandamientos de Dios, luego los suyos propios. Más en la determinación de los propios, antepone primero el modo de transmitirlos, luego explica cada uno de ellos. ¿Qué cosa hay más justa, pregunto, que proponer en una regla los mandamientos de Dios y los de uno mismo, pero con todo lo que coadyuva a su observancia? Todo esto lo tiene la regla de san Agustín, y justamente por ello contiene plenamente cuanto se requiere en una religión.

La regla de san Agustín es por otra parte más conveniente a los predicadores que cualquiera otra. Consta, en efecto, que los predicadores deben ser cultos. ¡Cuán conveniente es, pues, que bajo la regla de un varón de tan excelente cultura, que quiso fueran sus discípulos tan estudiosos que no pasaran ni un día sin manejar los códices, militen aquellos a los que le es propio aprender y enseñar! Además como la regla de san Agustín deriva, como de su modelo, de la vida apostólica, vida que los predicadores deben imitar con sumo ardor, esta regla les va mucho más a los predicadores que cualquiera otra.

Por otra parte existen ciertas reglas que imponen muchas cosas, que hace que quienes las profesan se distingan mucho de la vida común de los hombres, sea en el vestir, sea en la celebración y en numerosos detalles. Pero tal diversidad impide a veces el fruto de las almas y, al contrario, la conformidad aprovecha al fruto de las almas. Por eso san Pablo se hacía todo para todos y se conformaba a todos para ganarlos a Cristo. (1 Co 9, 22) Por tanto, ya que la regla de san Agustín no impone este tipo de cosas extrañas, conviene más al predicador. Al constituir la nueva Orden de Predicadores fue necesario crear algunas normas nuevas sobre el estudio, la pobreza y otras semejantes añadidas a la regla. Convenía, en consecuencia, elegir una regla que no tuviera algo contrario a tales determinaciones. Y tal es la regla de san Agustín, a la que convenientemente se pueden añadir las normas pertenecientes al estado de predicación.

Por tanto, como el bienaventurado Domingo, Padre de los frailes Predicadores había ya adquirido en ésta gran progreso en el bien y abundantes frutos para la salvación de las almas, ¡qué bueno será que sus hijos, imitándolo también en esto, lleguen también a una gran perfección!

Responsorio
R. 
Así pues, todos los perfectos tengamos estos sentimientos. * Y si en algún punto pensáis de otro modo, Dios os iluminará también en eso.
V. Porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio‘. * Y si en algún punto pensáis de otro modo, Dios os iluminará también en eso.

Te Deum
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardamos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

Laudes

Himno
Brilla en el cielo insigne sacerdote,
de los doctores esplendente estrella,
que la luz de la fe difunde intacta
por todo el orbe.

La celeste Sión a Dios alabe,
pues al cielo llevó de forma excelsa,
a este tu esclarecido ciudadano
de su luz lleno.

La fe confirma, siempre vigilante,
vence al error con fuerza poderosa,
con su limpia verdad lava y destruye
sórdidos vicios.

Guardián excelso de la ley de Cristo,
del clero y de los monjes claro espejo,
haznos con tu plegaria a Dios propicio,
que bien nos mire.

Loor, gloria y honor a ti, Dios sean
y pues que, por su amor, ya tu misterio
aquí entreviera, ya tu gozo llena
por siempre su alma. Amén.

Salmodia
Ant. 1
Serie A
 Doy gracias a Cristo Jesús, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio.
Serie B Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias
Los salmos del domingo de la primera semana.
Ant. 2
Serie A
 Por eso, muy a gusto, presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.
Serie B Os rogamos, hermanos, que respetéis a los que están a la cabeza de vuestro grupo cristiano. Mostradles toda estima y amor por el trabajo que hacen.
Ant. 3
Serie A
 Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome a lo que está por delante, corro hacia la meta para ganar el premio al que Dios desde arriba me llama en Cristo Jesús.
Serie B Tened paz entre vosotros, hermanos: llamad al orden a los indisciplinados, animad a los tímidos, sostened a los débiles, sed comprensivos con todos.

Lectura breve
La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas, y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujurias y desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo y que el cuidado de vuestro cuerpo no fomente los malos deseos.

Responsorio breve
V. 
Dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad, * Y vestíos de la nueva condición humana.
R. Dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad, * Y vestíos de la nueva condición humana.
V. Creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
R. Y vestíos de la nueva condición humana.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad, * Y vestíos de la nueva condición humana.

Benedictus
Ant. 
Eres tú quien le impulsas a complacerte en alabarte, porque nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.
O bien, especialmente con canto: ant. Y no me saciaba aquellos días de la dulzura admirable de considerar la profundidad del designio divino para salvar al género humano.

Preces
Hermanos, elevemos nuestras súplicas a Cristo que ora por nosotros y ora en nosotros; y su vez nosotros oramos a él que ora por nosotros como sacerdote y reconociendo en él nuestra voz y la suya en nosotros digamos:

Cristo, Escúchanos

Cristo, Salvador nuestro, escucha la voz de tu Iglesia que, como tierra “reseca, agostada y sin agua”, aspira a la fuente de agua viva de tu Espíritu; por intercesión del doctor de la gracia, renuévala en este día en la fe, la esperanza, y en la caridad solícita.

Cristo, Hijo eterno del Padre, concédeles a quienes has llamados a vivir la vida apostólica según la regla del bienaventurado Agustín, asiduidad en la oración, habitar unidos en su observancia teniendo un solo corazón y una sola alma.

Cristo, Sol que naces de lo alto, que saliste al encuentro de Agustín en su búsqueda incansable de la verdad, iluminándolo con la luz de la fe, atrae hacia ti a todos los hombres sedientos de verdad y felicidad, para encuentren en ti el único amor verdadero y la felicidad eterna.

Cristo, que “en la mañana nos haces escuchar tu gracia” otorga a todos los frailes de la Provincia de san Agustín un oído atento a la escucha de tu Palabra que trae la gracia, para que con grandeza de ánimo y excelencia de doctrina, los fieles escuchando sus palabras, crean, y creyendo esperen y amen.

Cristo, fuente de agua viva, que haces que la vida de todo cristiano sea toda ella un santo deseo de ti, aumenta y dilata en tus fieles desde el comienzo de este día el anhelo de perseverar en su compromiso de conversión a Dios y de solicitud atenta a los hermanos.

Oración
Oh Dios, que con inefable providencia sacaste al bienaventurado Agustín de las tinieblas del error para llevarlo a la luz de la verdad evangélica; concédenos, por su intercesión ante ti, que quienes nos alegramos de tu misericordia par con él, sepamos mejorar siempre nuestro comportamiento. Por nuestro Señor Jesucristo.

Hora media
Sexta

Ant. Portaos prudentemente con los de fuera, aprovechando bien el tiempo presente.
Los salmos se toman del día de la semana.

Lectura breve
Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda paciencia y deseo de instruir.

V. Yo no me avergüenzo del Evangelio.
R. Es fuerza de salvación de Dios para todo el que cree.

La oración como en Laudes.

Vísperas

Himno como en Laudes.

Salmodia
Ant. 1
 
Seguid mi ejemplo y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en mí.
Los salmos y cántico del Común de pastores.
Ant. 2 
¡A ver, los perfectos, esta es nuestra línea! Y si en algún punto pensáis de otro modo, Dios os iluminará también en eso.
Ant. 3 Deseo sentir entre vosotros el mutuo consuelo de la fe común.

Lectura breve
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la Vida, pues la vida se hizo visible; nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

Responsorio breve
V. 
Y amar significa: * Seguir los mandamientos de Dios.
R. Y amar significa: * Seguir los mandamientos de Dios.
V. El Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo.
R. Seguir los mandamientos de Dios.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Y amar significa: * Seguir los mandamientos de Dios.

Magnificat
Ant.
 Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Me llamaste, gritaste y rompiste mi sordera.
O bien, especialmente con canto: ant. Tosa sabiduría viene del Señor y está con él eternamente.

Preces
Oremos a Dios por intercesión de san Agustín, maestro de la fe y doctor de la Iglesia, y cantemos:

Haz Señor que siempre te busquemos

Fortalece Señor al Papa y a todos los pastores de la Iglesia para que por intercesión del Doctor de la gracia llamen siempre a los hombres al camino de la interioridad donde habita la Verdad.

Atrae Señor a todos los que te buscan lejos de sí, o caminan en las tinieblas del error, para que el don de la fe sea medicina de sus almas y camino para conocer la verdadera sabiduría.

Bendice Señor a nuestra Provincia Argentina cuyo patrono hoy celebramos, para que viviendo según su Regla nos alegremos de encontrar en ella todo cuanto se requiere en religión y lo más conveniente a nuestro estado de frailes predicadores.

Mira Señor compasivo a los pobres, a los enfermos, a los abatidos: escucha la invocación que tú mismo les inspiras por tu Hijo encarnado y les enseñas por el ministerio de la Iglesia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

A los que te buscaron y te invocaron como peregrinos en el tiempos, condúcelos, Señor, a la tierra firme de la vida feliz junto con todos los difuntos

Oración
Renueva Señor en tu Iglesia, el espíritu que infundiste en tu obispo el bienaventurado Agustín, ara que, penetrados de ese mismo espíritu, tengamos sed de ti, fuente de la sabiduría, y te busquemos como el único amor verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo.

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