Santa Margarita de Hungría, virgen

Breve historia

Nacida de una estirpe de santos, Margarita fue escogida por Dios como Ángel de paz y víctima de propiciación. Hija de Bela IV, rey de Hungría y de María Lascaris, hija del emperador de Constantinopla, antes de nacer, en 1242, fue ofrecida a Dios para la liberación de Hungría de las hordas de los tártaros. A los tres años fue confiada a las monjas dominicas de Veszprém. A los doce años se traslada al nuevo monasterio edificado por su padre el rey en una isla del Danubio junto a Buda, y allí hizo la profesión en manos del MO fray Humberto de Romans.

Tomando conciencia de su extraordinaria misión la joven princesa se dedicó con fervor heroico a recorrer el camino de la perfección. La ascesis conventual del silencio, soledad, oración y penitencia se armonizaron con un celo ardoroso por la paz, un gran valor para denunciar las injusticias y una gran cordialidad con sus compañeras, a las que servía con gozo en los más humildes servicios. Su vida de piedad se cualifica por la devoción al Espíritu Santo, a Jesús crucificado, a la Eucaristía y a María. Murió en este monasterio el 18 de enero de 1270 y allí permaneció sepultado su cuerpo hasta 1526. Después de diversas vicisitudes sus reliquias fueron colocadas en la iglesia de las clarisas de Bratislava (1618), pero desaparecieron con la supresión del monasterio en 1782. Pio XII la invocaba en su canonización el 19 de noviembre de 1943 como mediadora «de tranquilidad y de paz fundadas en la justicia y la caridad de Cristo, no solo para su patria, sino para todo el mundo.»

 

Liturgia de las Horas

Del Común de vírgenes.

Oficio de lectura

Segunda Lectura
De la Carta de la canonización de santa Margarita del Papa Pío XII

(AAS 36, 1944, pp. 33-40)

Consagrada al Rey de las vírgenes, buscó con ardor asemejarse al mismo Rey de los mártires

Margarita proviene de la familia real húngara Arpad, familia que ella sola en el mismo s. XIII dio 4 la Iglesia otras cuatro mujeres preclaras por su vida santa: santa Isabel, la beata Inés de Praga, sobrina suya, y las hijas del rey Bela IV, Cunegunda y Yolanda, cuyo culto ha sido confirmado por la Sede Apostólica.

Nació de piadosos padres, Bela IV, rey de Hungría de la reina María Lascaris. En su concepción sus padres la ofrecieron, si fuera niña, como víctima de expiación por la liberación del reino y por su salvación: y sus oraciones y votos fueron acogidos por Dios. El padre, como óptima cosa, recordándose de su promesa y del beneficio recibido, la condujo antes de los catorce años al monasterio de monjas de Santo Domingo de Veszprém, para que ya desde tierna edad fuese formada en las costumbres regulares y pudiera servir de modo más perfecto al Señor.

Margarita, como ferviente discípula de la cruz, y olvidada completamente de su casa real, de tal manera floreció en docilidad y obediencia que las monjas la amaron con tiernísimo afecto; tenía una angelical devoción a Jesucristo y a la Madre de Dios fuera de lo normal a su edad; mostraba una gran ingenuidad y candor en su comportamiento.

Su padre el rey, para asegurar más la eficacia de la ayuda divina para sí y para su reino, decidió edificar un monasterio dedicado a la Virgen María en una isla del Danubio y en él junto con las religiosas hizo que habitara su hija Margarita, «a la que amaba entre sus otros hijos con más tierno afecto y en la que intuía claros indicios de piedad y de grata conducta para Dios.»

Margarita en este tiempo renunció al matrimonio Con un digno príncipe de Polonia e hizo profesión de votos solemnes en manos del Maestro de la Orden, el Venerable Humberto. Aun entonces y requerida seriamente al matrimonio por el rey de Bohemia, decide manifestar públicamente estar desposada con Cristo y estar decidida a conservar esta fidelidad ya prometida a su divino Esposo, evitando con ello ésta y otras posibles propuestas de matrimonio y a este fin pidió insistentemente y obtuvo con gran gozo de parte de arzobispo de Esztergom la solemne consagración e imposición del velo.

Consagrada así al Esposo de las vírgenes, busca ya con ardor asemejarse también al Rey de los mártires mediante el menosprecio del mundo y de misma y mediante la mortificación corporal. Usaba Siempre vestidos pobrísimos y, deseando los oficios más humildes, se deleitaba en ocuparse continuamente en los trabajos de barrer la casa, limpiar la suciedad y preparar la comida. Serbia con tal caridad a las hermanas enfermas y a las mismas servidoras, algunas de ellas a veces con enfermedades infecciosas que las otras rehuían, que, movida por el deseo de rebajarse, dejaba para sí misma todos los cuidados más ínfimos y trabajosos con las enfermas.

Meditaba los misterios de la pasión, acompañando la meditación con suspiros y ardía en el deseo del martirio. De modo especial prefería la oración ante Cristo, oculto en la Eucaristía, o representado en su crucifixión, pero en todas partes y casi sin cesar estaba en oración, participando con mucha frecuencia en la celebración integra de la alabanza divina prescrita a la que, además, añadía el salterio, dirigiendo frecuentes jaculatorias a Dios Padre, o al Espíritu Santo, o a su queridísima Madre de Dios, la Virgen.

Para aplacar la ira de Dios omnipotente y atraer su clemencia sobre su pueblo «lloraba con abundantes lágrimas, mortificaba su cuerpo con ayunos, vestía cilicio, lamentaba los pecados de tantos que actuaban tan inicuamente con Dios y lloraba por las calamidades de los oprimidos, de tal modo que toda ella instaba en sus oraciones a Dios para que nuestro Señor Jesucristo con el poder de su brazo defendiese a los inocentes y a la santa madre Iglesia, congregada mediante su preciosa sangre.»

Sin embargo la actuación de Margarita no se limitaba únicamente a encendidas suplicas a Dios y a una durísima penitencia, sino que inflamada de celo apostólico y fortalecida de heroica decisión no dudó reprobar abiertamente la iniquidad de cualquiera, incluso si fuera persona de altísima autoridad o dignidad.

Por tercera vez Margarita renunció a un matrimonio, que de nuevo le fue propuesto, respondiendo que quería libremente conservar su virginidad para Jesucristo nuestro Señor, Y este divino Esposo, siempre fiel y siempre más generoso, que había puesto su dulce morada en el corazón de su sierva, la colmó de sus dones celestes, la hizo compañera de su pasión, participe de sus consuelos y de su poder en la vida y después de la muerte.

Responsorio
R. La bienaventurada Margarita estuvo revestida de misericordia entrañable, de bondad y de humildad. * Se hizo toda para todos y no parecía ser hija de rey.
V. Nunca pareció inferior en caridad a ninguna de las hermanas. * Se hizo toda para todos y no parecía ser hija de rey.

Otra:
Del Sermón en la Ascensión del Señor de fray Juan Tauler, presbítero

(Sermo 4: Opera omnia, t. 2, ed. A. Tralin, París, 1911, pp. 440-443)

La verdadera paz en las contrariedades

Quien quiera imitar de verdad al Dios y Redentor nuestro Señor Jesucristo, debe tomar sobre sí con ánimo sereno la cruz de los dolores interiores y exteriores, justos e injustos, y así cargado, caminará contento siguiendo a su Señor. No hay otro modo de llegar a donde Cristo ya nos precedió de este modo.

No son pocos los que quieren ser testigos del Señor en la paz, mientras todo les vaya conforme a sus deseos. Quieren de buena gana ser santos, pero sin trabajo, sin tedio, sin tribulaciones, sin perjuicios. Desean, pues, conocer a Dios, saborearlo, sentirlo, pero sin amargura. Si efectivamente deben trabajar, si les produce amargura, tristeza, tinieblas y arduas tentaciones, si Dios se les esconde y se ven desprovistos de consuelos interiores o exteriores, al instante se desvanecen sus buenos propósitos. No son los verdaderos testigos que el Señor exige.

¿Quién hay que no busque la paz, quién que no quiera tener la paz en todo lo que hace?’ Y, sin embargo, este modo de buscar esta paz debe sin duda ser descartado. Debemos esforzarnos en tener paz en todo tiempo, incluso en las adversidades con no poco esfuerzo. De ahí debe nacer la paz verdadera, estable, segura. Verdaderamente cualquier otra cosa que busquemos, o queramos será un engaño. Si, en cambio, nos esforzamos, en cuanto nos sea posible, en estar alegres en la tristeza y mantenernos tranquilos en la turbación, sencillos en la complicación y alegres et la angustia, entonces seremos verdaderos testimonios de Dios y de nuestro Señor Jesucristo.

A tales discípulos el mismo Cristo vivo y resucitado de entre los muertos auguraba la paz. (Jn 20, 21) Estos nunca en su vida terrena encontraron una paz externa; pero se les dio una paz esencial, la verdadera paz en las tribulaciones, la felicidad en los insultos, la vida en la muerte. Se alegraban y exultaban cuando los hombres los odiaban, cuando los entregaban a los tribunales, cuando eran condenados a muerte, Tales son los verdaderos testigos de Dios. (Hch 5, 41)

Responsorio
R. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús. * Para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
V. Completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia. * Para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

Laudes

Himno
Hungría, su patria brilla,
con su hermosa margarita;
la Orden de santo Domingo goza,
aplaudiendo a esta su hija.

Estando en riesgo su patria,
fue por un voto ofrecida
para que a Dios inmolada
fuese víctima perfecta.

Retirada ya en el claustro,
su regia familia olvida,
el propio cuerpo inocente
con penitencias castiga.

Con amor ardiente a Cristo,
siempre con él vive unida;
a sus hermanas enfermas
sirve con gran alegría

Alabanza y gloria sean
a Dios Padre con el Hijo
y lo mismo al Espíritu
por los siglos infinitos. Amén.

Lectura breve                                           Col 3, 12-13
Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.

Responsorio breve
V. Oigo en mi corazón: * Buscad mi rostro.
R. Oigo en mi corazón: * Buscad mi rostro.
V. Tu rostro buscaré, Señor.
R. Buscad mi rostro.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Oigo en mi corazón: * Buscad mi rostro.

Benedictus
Ant. Presentemos nuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; en toda ocasión llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro Cuerpo.
O bien, especialmente con canto: ant. Se alegra mi corazón en el Señor y en él crece mi fuerza; le cantaré por el bien que me ha hecho.

Oración
Oh Dios, que con la fuerza del Espíritu Santo hiciste a la bienaventurada virgen Margarita preclara modelo de abnegación; concédenos que, abierto, siempre a tu voluntad, hagamos fielmente cuanto te agrada. Por nuestro Señor Jesucristo.

Vísperas

Himno como en Laudes.

Lectura breve                                         Rm 6, 4b-6a
Como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia esta mida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo.

Responsorio breve
V. Tu misericordia, * Sea mi gozo y mi alegría.
R. Tu misericordia, * Sea mi gozo y mi alegría.
V. Te has fijado en mi aflicción.
R. Sea mi gozo y mi alegría.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Tu misericordia, * Sea mi gozo y mi alegría.

Magnificat
Ant. Margarita aparece ahora con Cristo en la gloria, pues su vida estuvo escondida con Cristo en Dios.

Oración
Oh Dios, que amas con predilección la virginidad y la proteges; ya que tu sierva Margarita por tu gracia unió a la hermosura de la virginidad el mérito de las buenas obras, te pedimos nos concedas que podamos reforzar la integridad de nuestra vida con la fuerza medicinal de la penitencia. Por nuestro Señor Jesucristo.

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