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«Se compadeció de él»

Domingo XV

 

10 de julio de 2022
Dt 30,10-14 | Sal 68,14.17.30-31.33-34.36.37 | Col 1,15-20

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 10,25-37

El Evangelio de este domingo comienza con la pregunta que un doctor de la Ley plantea a Jesús: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» (Lc 10, 25). Jesús, que conoce nuestros corazones como el de este doctor, invita a que él mismo dé la respuesta, que de hecho éste formula perfectamente citando los dos mandamientos principales: amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo. Cristo le respondió «obra así». es decir, observa el amor a Dios y al prójimo «y tendrás la vida». Cristo no rechaza la tradición judía que acaba de citarle el doctor de la Ley haciendo alusión al Libro del Deuteronomio (6, 5) y al Levítico (19, 18). La obtención de la vida eterna tiene que ver con la observancia concreta de este doble y único mandamiento del amor a Dios y al prójimo.

Pero el doctor de la ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10, 29). Jesús responde narrando una parábola, la del buen samaritano. La parábola arroja una gran luz acerca de la identidad del prójimo.

Nos dice el relato que tanto el sacerdote como el levita lo ven y pasan de largo. Hay tantas formas de pasar de largo. Y lo peor es cuando, además, las enmascaramos con justificaciones razonables: no tengo tiempo, los pobres engañan, ya he hecho todo lo que podía, etc. Este pasar de largo es ser indiferente al dolor ajeno. Y, sin embargo, el pobre, el afligido, el enfermo es Cristo, que nos espera ahí, quien nos sale al encuentro bajo el ropaje del mendigo: «tuve hambre… Estuve enfermo… Estuve en la cárcel».

En cambio, el samaritano se compadeció de él. Este es el secreto. El verdadero cristiano tiene entrañas de misericordia. No sólo ayuda: se compadece, se duele del mal del otro, sufre con él, comparte su suerte… Y porque tiene entrañas de misericordia llega hasta el final; no se conforma con los primeros auxilios. Y porque tiene entrañas de misericordia lo toma a su cargo, como cosa propia; y eso que era un desconocido, un extranjero –incluso de un país enemigo, pues los judíos no se trataban con los samaritanos–. Señor, danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana.

El buen samaritano es Cristo. Es él quien «siente compasión, pues andaban como ovejas sin pastor» (Mt 9,36). Es él quien no sólo nos ha encontrado «medio muertos», sino completamente «muertos por nuestros pecados» (Ef 2,1). Es él quien se nos ha acercado y nos ha curado las heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Es él quien nos ha liberado de las manos de los bandidos. «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?». «Ve, y procede tú de la misma manera».

Fray José Daniel Godoy OP
Mar del Plata

Imagen: The good Samaritan (El buen samaritano) | Autor: Alfonso Cattaneo | Fecha: 1890 | Ubicación: Exposición en el convento de San Domenico Maggiore (Nápoles)

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