Traslación de Nuestro Padre Santo Domingo

Breve historia

Domingo quiso ser sepultado en la iglesia de San Nicolás de las Viñas (San Nicolò delle Vigne) « bajo los pies de sus frailes.» Inmediatamente muchos enfermos testimoniaron haber sido curados en el sepulcro del santo, pero los frailes no fueron propensos a reconocer estos milagros y destruían todos los exvotos que les daban como acción de gracias por las curaciones. Finalmente por voluntad expresa del papa Gregorio IX, gran amigo del santo, dentro de la asamblea del capítulo general, presidido por el MO beato Jordán de Sajonia y en presencia del delegado pontificio: el arzobispo de Rávena, Teodorico, se hizo la traslación de su cuerpo a un sarcófago de mármol el día 24 de mayo de 1233, martes de la octava de Pentecostés, cuya antífona de entrada en la celebración eucarística, tomada del libro IV de Esdras (extracanónico), (2, 37) cantaba: Recibid el gozo de vuestra gloria, dando gracias a Dios que os ha llamado a los reinos celestiales, mientras un olor maravilloso se extendía desde el sepulcro del santo. Esto supuso el principio del proceso de canonización, que el mismo papa Gregorio IX haría desde Rieti un año después, el 3 de julio de 1234.

El año 1267 el beato Juan de Vercelli, sexto Maestro de la Orden, ordenó la construcción de un arca de mármol espléndida, realizada por Nicolás de Pisa y completada por Nicolás de Bari. El sepulcro fue abierto de nuevo bajo el MO beato Raimundo de Capua el 15 de febrero de 1383 para sacar la cabeza, que ahora se halla en relicario aparte. Esta fue la última vez que fueron sacados a la luz los restos de nuestro Padre. El 11 de noviembre de 1411 el arca marmórea fue trasladada a una capilla especial y el 25 de abril de 1605 a la actual. Finalmente el 17 de abril de 1943, para salvarlos del peligro de las incursiones aéreas, los restos fueron colocados en un refugio blindado y con esta oportunidad se hizo un estudio radiológico cuidadoso del cuerpo del santo y se reconstruyó su fisonomía real, para el 15 de septiembre de 1946 y dentro de la celebración del capítulo general electivo presidido por el MO fray M. S. Gillet, ser colocados de nuevo en la magnífica arca.

 

Liturgia de las Horas

Del Común de religiosos, o de pastores.

Invitatorio

Ant. Alabemos al Señor en esta celebración de nuestro Padre santo Domingo. (T.P. Aleluya.)
O bien, especialmente con canto: ant. Hoy es la gozosa solemnidad de Domingo, * Ensálcelo la Iglesia con grandes alabanzas. (T.P. Aleluya.)

Oficio de lectura

Himno
Alégrate, madre Iglesia,
recordando jubilosa,
el gozo de un nuevo hijo,
que tú llevaste a la gloria.

Domingo, padre y caudillo
de la Orden Dominicana,
dejó el camino del mundo,
ya es ciudadano del cielo.

Librado ya de esta cárcel,
ahora disfruta del cielo;
al que ciñó la pobreza,
regio vestido le adorna.

La fragancia de su tumba
dice ser siervo de Cristo,
que Dios premió en su gloria
por sus virtudes heroicas.

A Dios, Uno y también Trino,
gloria, honor, poder y loa;
por las preces de Domingo
en su gloria nos acoja. Amén.

Segunda lectura
De una Carta del MO beato Jordán de Sajonia

(MOPH 5, Romae 1900, pp. 1-6; en Santo Domingo, BAC, Madrid 19873, 
pp. 123-127)

La traslación de N.P.S. Domingo el 24 de mayo de 1233

A los amados frailes de la Orden de Predicadores, en el dilecto Hijo de Dios, fray Jordán, humilde Maestro y siervo de la misma Orden, salud y gozos sempiternos.

En su inescrutable sabiduría (Rm 12, 33) suele la bondad divina diferir muchas veces el bien, no para privar de él, sino para que, esperando, se logre con más abundancia en tiempo conveniente. Fuere que Dios quería proveer más piadosamente a su Iglesia, fuere que en todas las cosas ha de haber distintas opiniones, llevados los frailes de una simplicidad sin prudencia, afirmaban que bastaba fuese conocida de Dios la inmortal memoria del siervo del Altísimo santo Domingo, fundador de la Orden de Predicadores y no debía preocupar que llegase a conocimiento de los hombres.

Otros pensaban de distinto modo, pero abatidos por espíritu de pusilanimidad, no se oponían a ello. Y así permaneció como adormecida y sin ninguna veneración de santidad casi por espacio de doce años la gloria del bienaventurado Padre Domingo. Estaba, pues, escondido el tesoro sin prestar utilidad y sustraía los beneficios el supremo Dador de las gracias. La equidad de la justicia exigía que se negasen los favores a quienes se esforzaban en ocultar las gracias y la gloria de Dios. Porque el grano no llegará a cuajar en fruto si, cuando brota, es pisado muchas veces. (Mt 13, 5) Brotaba muchas veces la virtud de Domingo, pero la sofocaba la negligencia de sus hijos.

Llegó pues el célebre día de la traslación de este doctor eximio: concurre el venerable arzobispo de Rávena y una multitud de obispos y prelados; afluye la devoción de una muchedumbre incontable de diversas regiones. Vienen tropas armadas de ciudadanos de Bolonia para evitar que les quitasen el santísimo cuerpo. Los frailes están angustiados y pálidos y oran tímidos, temiendo, donde no había que temer, (Sal 13, 5) que el cuerpo de santo Domingo, que tanto tiempo había estado expuesto a la inclemencia de las lluvias y de los calores, enterrado en un normal sepulcro, como un cadáver cualquiera, al descubrirse apareciese lleno de gusanos, despidiendo un hedor repulsivo y así se oscureciese la devoción a tan gran santo. No sabiendo qué hacer, no les quedó otro consuelo que encomendarse enteramente a Dios.

Llégase la piadosa devoción de los obispos, lléganse otros con los instrumentos idóneos, levántase la piedra unida con fuerte argamasa al sepulcro, bajo la cual aparece una caja de madera metida entre tierra, como el venerable pontífice Gregorio, siendo obispo de Ostia, lo había colocado. Había en la parte superior de la caja un pequeño agujero y, apenas se levantó la losa, comenzó a exhalarse a través de él un perfume maravilloso, cuya fragancia pasmó a todos los presentes, sin conocer su origen.

Pásmanse los circunstantes y estupefactos caen en tierra. De aquí se originan llantos dulcísimos, mézclanse también los gozos, el temor y la esperanza, y, sintiendo la suavidad del perfume maravilloso, hacen del alma campo de batalla donde se empeñan dulcísimos combates. Sentimos también nosotros la dulcedumbre de esa fragancia y damos testimonio de lo que vimos y experimentamos. Porque nunca podíamos saciarnos de ese dulce olor, aunque estuvimos mucho tiempo junto al cuerpo del heraldo de la palabra divina, santo Domingo. Si se tocaba el cuerpo con la mano, con algún cordón, o con otra cosa, quedaba impregnado de olor por mucho tiempo.

Fue llevado el cuerpo a un sepulcro de mármol para sepultarlo allí con sus propios aromas. Salía del santo cuerpo un olor maravilloso que pregonaba a todos de modo evidente ser el olor de Cristo. (2 Co 2, 15)

Celebró la misa solemne el arzobispo y siendo martes de la semana de Pentecostés, el coro entonó el introito: Recibid el gozo de vuestra gloria, aleluya, dando gracias a Dios, aleluya, que os llamó a los reinos celestiales, aleluya, aleluya, aleluya. (4 Esd 2, 37) Voces que los frailes escucharon en medio de su regocijo como salidas del cielo. Suenan las trompetas y los pueblos encienden una multitud innumerable de antorchas; celébranse decorosas procesiones y en todas partes se bendice el nombre de Cristo.

Fueron dadas estas letras en la ciudad de Bolonia a 24 de mayo del año del Señor 1233, indicción sexta, ocupando la Sede romana Gregorio IX y gobernando el Imperio Federico II. A honra y gloria de nuestro Señor Jesucristo y de su siervo fidelísimo el bienaventurado Domingo.

Responsorio
R. ¡Oh maravillosa esperanza, la que diste a los frailes que te lloraban en la hora de tu muerte, prometiéndoles que desde el cielo les serías de más provecho! * Cumple, oh Padre, lo que dijiste: ayúdanos con tus plegarias. (T.P. Aleluya.)
V. Tú que brillaste con tantos milagros en los cuerpos enfermos, danos la ayuda de Cristo para sanar nuestras debilidades. * Cumple, oh Padre, lo que dijiste: ayúdanos con tus plegarias. (T.P. Aleluya.)

Otra:
De la Bula de canonización de santo Domingo del papa Gregorio IX

(MOPH 16, Romae 1935, p. 189; en Santo Domingo, BAC, Madrid 19873, pp. 190-193)

Se consagró enteramente a la predicación regenerando a muchos

Gregorio, obispo, siervo de los siervos de Dios, a los venerables hermanos, arzobispos y obispos, y amados hijos los abades, priores, arcedianos, deanes y demás prelados de la Iglesia a cuyas manos llegaren estas letras: salud y bendición
apostólica.

La fuente de la sabiduría (Si 1, 5) el Verbo del Padre, nuestro Señor Jesucristo, cuya naturaleza es bondad y cuyas obras misericordia; que redime y regenera a los que creó y conserva hasta la consumación de los siglos (Mt 28, 20) la viña que trasplantó de Egipto, (Sal 79, 9) renueva sabiamente los prodigios por la inconstancia de los espíritus y repite los portentos contra los peligros de la infidelidad.

Suscitó Dios el espíritu de santo Domingo, dándole como a corcel de su gloria (Ez 10, 3) la fortaleza y el ardor de la fe, rodeando su cuello del clamor de la divina predicación. (Jb 39, 19) Desde su infancia tuvo un corazón senil (Jdt 16, 17) y, prefiriendo vivir en la mortificación de la carne, buscó ansiosamente al autor de la vida y entregado a Dios y consagrado a la religión bajo la regla de san Agustín, diligente en el ministerio sagrado como otro Samuel, (1 S 3, 5) continuando el fervor piísimo de Daniel (Dn 10, 11) en la perfección de sus predilecciones, custodiando cual atleta valeroso los senderos de la justicia y los caminos de los santos y no apartándose nunca del  tabernáculo del Señor, (Sal 22, 3-6) esto es, del magisterio y del ministerio de la Iglesia militante, subyugando la carne al espíritu y la sensualidad a la razón y transformado en un solo espíritu con Dios, (1 Co 3, 17) se esforzó en abismarse en él por los enajenamientos de la contemplación, sin descuidar la caridad del prójimo en sus anhelos de una diligente compasión.

Con Dios, aherrojando las delicias de la carne y alumbrando las mentes obcecadas de los impíos, sacudió de terror las sectas de los herejes y se regocijó la Iglesia de los fieles. (I M 3, 1-9)

A la par que en edad, creció también en gracia. Embriagándole un gozo inefable por el celo de las almas se consagró enteramente a la predicación y, regenerando a muchos por el Evangelio de Cristo, (Mc 7, 37) mereció obtener en la tierra, con la conversión de tan valiente multitud que abrazó el ministerio evangélico, el nombre y la obra de los patriarcas.

Como pastor e ínclito caudillo del Pueblo de Dios, instituyó con sus méritos la nueva Orden de Predica-dores, la reguló con sus ejemplos y no dejó de confirmarla con evidentes y auténticos milagros.

Como por la mucha familiaridad que con Nos tuvo cuando desempañábamos una dignidad inferior, constasen los argumentos de su santidad por el testimonio de su insigne vida y Nos fuese dada plena fe por testigos idóneos de la verdad de dichos milagros, Nos, con la grey del Señor a Nos encomendada, confiando poder ser ayudados por la misericordia de Dios con sus sufragios, para que podamos gozar en el cielo del patrocinio poderoso de aquel de quien merecimos tener en la tierra el consuelo de su entrañable familiaridad, con el consejo y asentimiento de nuestros hermanos y de todos los prelados asistentes al solio pontificio, hemos decretado inscribirlo en el catálogo de los santos estableciendo firmemente y mandando a todos vosotros por las presentes, que celebréis vosotros y hagáis celebrar solemnemente su natalicio el 5 de agosto, víspera de aquel en que, depuesto el peso de la carne, entró, acaudalado de méritos en el cielo, hecho semejante en la gloria a los santos, (Si 45, 2) para que vencido por sus preces, Dios a quien honró en su vida, nos otorgue la gracia en la tierra y la gloria en el cielo.

Y deseando que sea frecuentemente visitado con los honores dignos de la devoción cristiana el venerable sepulcro de este insigne confesor, que ilustra la Iglesia entera con los resplandores de sus prodigios, a todos los fieles, penitentes y confesados, que lo visiten con la reverencia y devoción debidas cada año en esa festividad, confiados en la misericordia de Dios omnipotente y con la autoridad de los bienaventurados Pedro y Pablo, perdonamos misericordiosamente un año de la
penitencia que sobre ellos pese.

Dado en Rieti a 3 de julio, año octavo de nuestro pontificado (del 1234).

Responsorio                                                                                                                     Jn 15, 16.8
R. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, * Y vuestro fruto dure. (T.P. Aleluya.)
V. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante. * Y vuestro fruto dure. (T.P. Aleluya.)

La oración como en Laudes.

Laudes

Himno
Tú que por tu nombre y vida mostrabas
ser todo del Señor y que amas al hombre
vuelve del cielo a renovar el mundo,
con palabras de salvación.

Predica el premio de la fe sincera
que tú con amor solícito serviste,
la buscaste en tus fatigas y plegarias
y la has conseguido en el cielo.

Tú, que fuiste pobre, predica a los hombres
que las riquezas de Cristo, más que nada,
al corazón preparan gozos de verdad,
para que miren al cielo.

La nívea pureza de tu corazón
predique al hombre no amar bajos placeres,
y que, manteniendo puro el propio cuerpo,
con los ángeles se unan.

Gloria perpetua sea a la Trinidad;
danos la gracia de disfrutar el premio,
de poder cantar contigo para siempre
el himno nuevo en el cielo. Amén.

Lectura breve                                                                                                                     Ef 3, 8-12
A mí, el más insignificante de todo el pueblo santo, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo; e iluminar la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, en quien tenemos libre y confiado acceso a Dios por la fe en él.

Responsorio breve

Tiempo ordinario:
V. Contad a los pueblos, * La gloria del Señor.
R. Contad a los pueblos, * La gloria del Señor.
V. Sus maravillas a todas las naciones.
R. La gloria del Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Contad a los pueblos, * La gloria del Señor.

Tiempo pascual:
V. Contad a los pueblos la gloria del Señor * Aleluya, aleluya.
R. Contad a los pueblos la gloria del Señor * Aleluya, aleluya.
V. Sus maravillas a todas las naciones.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Contad a los pueblos la gloria del Señor * Aleluya, aleluya.

Benedictus

Ant. ¡Qué hermosos sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que pregona la victoria, que dice a Sión: « Tu Dios es Rey. » (T.P. Aleluya.)
O bien, especialmente con canto: ant. Bendito sea el Redentor de todos, que en su providencia y para salvación de los hombres dio al mundo a Domingo. (T.P. Aleluya.)

Oración
Oh Dios que has iluminado a tu Iglesia con los méritos y enseñanza del bienaventurado Domingo, tu confesor y Padre nuestro; concédenos, por su intercesión, que no nos falte tu ayuda en esta vida y crezcamos siempre hacia los bienes espirituales. Por nuestro Señor Jesucristo.

Vísperas

Himno
De salvación fue un heraldo,
el que ya en su propio nombre,
anuncio alegre del cielo,
consagración auguraba

En tu corazón tan grande,
más anchuroso que el orbe,
Dios y su fe encontraron,
un defensor decidido.

Prudente, benigno y virgen,
ardoroso en tu celo,
luchaste como un atleta
por la fe de nuestra Iglesia.

Como un viento impetuoso
las nubes del error barres,
para que con pie seguro
caminemos en la Iglesia.

Haz que en tus hijos aliente
ese ardor tan generoso,
y con fe viva afiancemos
nuestra esperanza en el cielo.

Haznos fuertes frente al mundo,
superando su aspereza,
para que junto a los santos
la gloria de Dios cantemos. Amen.

Lectura breve                                                                                                                     Flp 1,3-8
Doy gracias a mi Dios cada vez que os menciono; siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy. Ésta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena, la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús. Esto que siento por vosotros está plenamente justificado: os llevo dentro, porque tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del Evangelio, todos compartís el privilegio que me ha tocado. Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os quiero, en Cristo Jesús.

Responsorio breve

Tiempo ordinario:
V. Dichosos los que escuchan la palabra de Dios * Y la cumplen.
R. Darán fruto perseverando. * Y la cumplen.
V. Sus maravillas a todas las naciones.
R. Y la cumplen.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Dichosos los que escuchan la palabra de Dios * Y la cumplen.

Tiempo pascual:
V. Dichosos los que oyen la palabra de Dios, y la cumplen. * Aleluya, aleluya.
R. Dichosos los que oyen la palabra de Dios, y la cumplen. * Aleluya, aleluya.
V. Darán fruto perseverando.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Dichosos los que oyen la palabra de Dios, y la cumplen. * Aleluya, aleluya.

Magníficat

Ant. Luz de la Iglesia, maestro de la verdad, rosa de paciencia, marfil de castidad; predicador de la gracia, tú que distribuiste gratuitamente el agua de la sabiduría, únenos a los santos. (T.P. Aleluya.) 
O bien: ant. Domingo, Padre compasivo, acordándote de tus méritos, intercede ante el supremo Juez por tu familia de pobres. (T.P. Aleluya.) 

Oración
Te pedimos, Señor, que el bienaventurado Domingo, nuestro Padre, insigne predicador de tu Palabra ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos e interceda también con bondad por nosotros . Por nuestro Señor Jesucristo.

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