Vía Crucis

Vía Crucis Dominicano

Hermanos, reunidos en esta santa tarde, en la que Nuestro amantísimo Señor ha saldado la deuda del pecado de Adán, nos disponemos a vivir con corazón contrito y humillado este camino. Dejémonos guiar por las huellas sangrientas que ha dejado Jesús en su recorrido al Gólgota; que su preciosísima sangre estampada en la tierra nos guíe a la Cruz, trono de gloria desde donde Cristo dispensa su misericordia para con los pecadores. Contemplemos el santo madero donde el Señor, alzándose sobre la tierra, desciende a lo más profundo del infierno, y nos libra de la condenación eterna, la esclavitud del pecado y del dominio de la muerte, venciendo al demonio.

Imitemos a Ntro. Padre Santo Domingo, en la memoria jubilar de su Dies Natalis. El piadoso y pobre predicador permanecía noches enteras en vela, orando frente a la Cruz de Ntro. Señor, contemplando su profundo dolor, y rogando por los pecadores. Sus ojos llorosos y agotados se mantenían fijos en los ojos compasivos del Cordero. Sus brazos se elevaban a semejanza de aquellos brazos que se inclinaron para levantar a tantos pecadores arrepentidos; brazos que ahora estaban clavados al madero de la Cruz. Sus pies heridos, por tanto caminar descalzo anunciado el Reino de los Cielos, desfallecían mientras besaba los pies clavados del Rey del orbe, que se ofreció como Víctima Inmaculada. Sus músculos exhaustos recibían el golpe de la disciplina, pues se hacía uno con su Señor, imitándole en todo, hasta en la sangre derramada.

Así pues, acompañemos con espíritu penitente a nuestro Señor en el lacrimoso camino de su Pasión y Muerte, siendo partícipes de su sacrificio por la redención de nuestros pecados. Partamos del Getsemaní de nuestro suplicio a causa del pecado, hacia el Calvario de su salvífica agonía, la cual estamos todos convocados a contemplar.

Oración:
Señor, salvador nuestro, que con tu sangre expías nuestras culpas, y por tu muerte nos introduces al número de los hijos de Dios, has que, por medio de este caminar peregrinante, podamos comprender la inmensidad de tu amor, por la cual te entregas como sacrifico único y verdadero. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

1 – Jesús es condenado a muerte.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús, pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!» Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré.» Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.» (Lc 23, 13-14)
Meditación:
De San Raimundo de Peñafort: “La espada de doble filo, pues, está formada por fuera, de las luchas, por dentro, de los temores; esto último se duplica o triplica cuando el maligno inquieta los corazones con engaños y seducciones (…) Contemplad al autor y mantenedor de la fe, a Jesús, quien siendo inocente padeció por obra de los suyos y fue contado entre los malhechores. Y vosotros, bebiendo el excelso cáliz de Jesucristo, dad gracias al Señor, dador de todos los bienes”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

2 – Jesús carga con la Cruz.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota» (Jn 19, 17)
Meditación:
De Fray Pedro Andrés Liegé O.P: “¿No es la cruz de Jesús donde el Dios vivo ha manifestado que él convierte en esperanza nuestra misma muerte, y todos los males y calamidades que se infiltran en nuestra vida? ¿No es en el sacrificio de Cristo donde, llevando hasta el extremo una agonía y combate espiritual, Jesús ha restaurado con plenitud las relaciones del hombre con Dios? (…) Nos comprometemos en la esperanza con Cristo cuando nos ponemos plenamente en las manos del Dios vivo, cuando estamos en lo más profundo del sufrimiento ante nuestra misma muerte, o ante nuestra desesperación, o nuestros fracasos, o ante la desesperanza de otros hombres, o en las pruebas diversas de la vida (…) Morir juntamente con Cristo es conocer en determinados momentos la oscuridad de la fe y mantenerse aún entonces en la fidelidad”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

3 – Jesús cae por primera vez.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.» (Is 53, 2-5)
Meditación:
De Fray Luis de Granada O.P: “Porque, por aquí (en la cruz de Cristo) mejor que por todos los medios del mundo se conoce la gravedad y malicia del pecado, viendo lo que el Hijo de Dios padeció por él y lo que hizo por destruirlo. Por aquí se conoce la gravedad de las penas del infierno, pues en tal infierno de penas y dolores quiso entrar este Señor para sacarnos de ellas (…) ¿Qué mayor misericordia que recibir Dios en sus espaldas los azotes que nuestros hurtos merecían, padecer nuestra cruz, beber nuestro cáliz y querer ser atormentado por nuestros delitos, deshonrado por nuestras soberbias, despojado en la cruz por nuestras codicias y, finalmente, entregado al poder de las tinieblas por librar los hombres de ella? ¿Puede ser mayor misericordia que ésta?”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

4 – Jesús se encuentra con su Madre.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción – ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»» (Lc 2, 34s)
Meditación:
De Santa Catalina de Ricci: “Consideremos ante todo la misericordia que vence la justicia, y que como mediadora ante el Padre eterno lo indujo a enviar a su mismo Hijo unigénito para que, revistiendo la carne humana nos diera el beneficio inolvidable de la salvación de nuestras almas. Esta misericordia trajo a la tierra desde el cielo al Dios que los cielos no pueden contener, y lo encerró en el seno de la Virgen haciendo de un Dios Todopoderoso un niño (…) de un Dios, al que los ángeles sirven, hace un siervo de los hombres (…) Signemos nuestras frentes con esa sagrada sangre para que con tal señal podamos acercarnos al Padre eterno y le digamos que, ya que su Hijo ha solventado por nosotros las deudas, nosotros combatimos y hemos encontrado un trofeo rojo y amarillo: Jesús en la cruz, cubierto de sangre y exangüe a causa del amor”.

Ave María…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

5 – Jesús es ayudado por Simón de Cirene.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús.» (Lc 23, 26)
Meditación:
Del Beato Enrique Susón: “¿Queréis que Dios viva en vosotros y vosotros en Dios en el tiempo y luego en la eternidad? Aprended a morir a vosotros mismos, porque la vida excelente del alma está escondida en la muerte progresiva de la voluntad natural. Esta muerte es la que nos hace seguir a Cristo, despojado y desnudo; despojados y desnudos nosotros en el gozo y en el dolor y en cualquier cosa que nosotros elijamos, en la que podamos cosechar gozos y dolores”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

6 – La Verónica enjuga el rostro de Jesús.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «¡Sálvame, oh Dios, porque las aguas me llegan hasta el cuello! Me hundo en el cieno del abismo, sin poder hacer pie; he llegado hasta el fondo de las aguas, y las olas me anegan. Estoy exhausto de gritar, arden mis fauces, mis ojos se consumen de esperar a mi Dios. ¡Respóndeme, Señor, pues tu amor es bondad; en tu inmensa ternura vuelve a mí tus ojos; no retires tu rostro de tu siervo, que en angustias estoy, pronto, respóndeme; ¡acércate a mi alma, rescátala, por causa de mis enemigos, líbrame!» (Sal 69 2-4.17-19)
Meditación:
De San Franciso Coll: “Imagínate, alma mía, que en aquel instante te mira el pacientísimo Jesús, y te dice: “¿A quién buscas, hija mía? ¿Buscas agradar a Dios o al demonio?” ¡Ay Señor mío! ¿a quién quiero buscar si no a Vos, que del cielo habéis venido a la tierra a buscarme para que no me condenase? A Vos, a Vos busco, y a Vos solo quiero amar con todo mi corazón.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

7 – Jesús cae por segunda vez.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca.» (Is, 53, 6s)
Meditación:
De Santa Catalina de Siena: “¡Oh inestimable, dulcísimo, ardentísimo amor! Pues no piensas en tus penas ni en tú ignominiosa muerte. Ve el Verbo que el Padre lo ha enviado y le ha dado por esposa a la humanidad; ve que por obediencia le mandó que nos dé su sangre para que mediante ella se cumpla su voluntad con nosotros, y para que así seamos santificados por la eficacia de su sangre (…) ¡Tened confianza! Encontrareis esta fuente de amor en el costado de Cristo crucificado y quiero que allí busquéis sitio para vosotros y allí pongáis vuestra morada”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

8 – Jesús se encuentra a las mujeres de Jerusalén.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos! Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?»» (Lc 23, 27-31)
Meditación:
Del Beato Enrique Susón: “El que muere a sí y vive la vida de Jesús, lleva a bien todas las molestias y todos los defectos del prójimo, y sólo ambiciona que todas las cosas del cielo y de la tierra sigan su curso según el orden natural y divino. Si me preguntas qué es lo que debe proponerse un alma resignada en el Señor, te diré que renunciarse y morir a sí, resignarse siempre y en todas las cosas, aunque todo el mundo la olvide y la abandone. Su querer estará en todo momento conforme con la voluntad de Dios y no prefiere ni se preocupa más de las cosas necesarias que de las que no lo son. Si quieres renunciarte verdaderamente en Dios, abandona todo cuanto te pertenece, sal de ti para esconderte y abismarte en Dios. Vive siempre fiel al Señor y sumisa a su voluntad cualquiera que sea el trato que recibieras de Dios: de prosperidad o de tribulación por sí o por medio de las criaturas”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

9 – Jesús cae por tercera vez.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca. Mas plugo al Señor quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca al Señor se cumplirá por su mano. Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará.» (Is 53, 8-11)
Meditación:
De Santa Rosa de Lima: “Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación. Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe: ésta es la única y verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo (…) Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones; hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del alma (…) Esta es la mercancía y logro último de la constancia en el sufrimiento”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

10 – Jesús es despojado de sus vestiduras.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca.» Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.» (Jn 19, 23s)
Meditación:
De San Antonino de Florencia: “Dice san Juan en el Apocalipsis: Me mostró el Señor que a ambos lados del río crecía un árbol de la vida (Ap 22, 2) Ese árbol de la vida es Cristo crucificado, del cual se dice que está a una y a otra parte del río, ya que los padres del antiguo y nuevo testamento también se han salvado por él (…) Antes de la pasión de Cristo muchos cayeron en la idolatría y no podían oponer resistencia al diablo. Después de la pasión de Cristo el enemigo ha quedado debilitado hasta el punto de que nadie puede ser derrotado por él, o sucumbir ante él si uno no lo quiere (…) En este sentido es grande la dignidad de la naturaleza humana, porque Cristo, mediante su muerte que soportó en la misma naturaleza humana, adquirió un nombre que está sobre cualquier otro nombre…”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

11 – Jesús es clavado en la Cruz.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.» Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!»» (Mc 15, 25-30)
Meditación:
De Santa Catalina de Siena: “Nosotros somos esa tierra en la que fue clavado el estandarte de la cruz; nosotros estamos allí como recipientes que reciben la sangre del Cordero que bajó a lo largo de la cruz. ¿Por qué somos nosotros esa tierra? Porque la tierra no era capaz de mantener erguida la cruz, es más, habría rechazado tal injusticia, pues no habría clavo suficiente para tenerlo clavado y sujeto, a no ser que el amor inefable, que él tenía por nuestra salvación, no lo hubiese hecho. Por tanto, se debe decir que lo mantuvo en la cruz el amor ardiente al honor del Padre y a nuestra salvación. Por tanto, fuimos nosotros la tierra que mantuvo erguida la cruz y fuimos el vaso que recogió su sangre”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

12 – Jesús muere en la Cruz.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.» Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber. Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.» Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu.» (Mt 27, 45-50)
(Se hace un momento de silencio)
Meditación:
De San Francisco Coll: ¡Ay amado redentor mío! Vos aceptasteis gustoso la muerte que yo merecía, y con vuestra muerte me alcanzasteis la vida, a mí, miserable pecado. Os doy gracias por tan gran favor, Jesús amor de mi alma, y espero ir algún día al cielo para alabar por siempre vuestras misericordias. Ya que Vos, Jesús prenda de mi corazón, siendo inocente, aceptasteis por mí la muerte de cruz, yo, pecador, acepto de buen gana la muerte que os dignéis enviarme; y acepto también desde ahora, con gran resignación todas las penas que la acompañen, en satisfacción de mis culpas y pecados; desde ahora lo ofrezco todo al eterno padre en unión de la agonía y muerte que sufristeis por mí. Jesús dulcísimo, Vos habéis muerte por mi amor, quiero morir también por vuestro amor”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

13 – Jesús es bajado de la Cruz y puesto en brazo de su Madre.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.» (Jn 19, 25-27)
Meditación:
De San Vicente Ferrer: “Muy convenientemente Dios se encarnó para la obra de nuestra redención, pues por esta unión la naturaleza humana fue elevada al optimo ser, al divino. Convenientemente también, conservó intacta a la Virgen Madre, pues por esta gracia, la Virgen fue encumbrada al grado óptimo de castidad. Convenientemente, Dios-hombre padeció y murió por nosotros, pues por ello se concede, con plena justicia, la vida eterna al género humano. Muy convenientemente entregó su cuerpo por comida y su sangre como bebida, ya que por esto el hombre es alimentado con el mejor manjar de la vida espiritual”.

Ave María…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

14 – Jesús es sepultado.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

Lectura: «Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.» (Lc 23, 50-53)
Meditación:
De Santo Tomás de Aquino: “Porque cualquiera que sea la aflicción que le atormente, debe esperar siempre la ayuda de Dios y confiar en él. Porque nada hay más cruel que estar en el infierno. Ahora bien, si Cristo libró a los que estaban en el infierno, mucho más debe confiar el que es amigo de Dios, que será librado por él de cualquier angustia (…) Porque Cristo descendió a los infiernos por nuestra salvación, y nosotros debemos preocuparnos por bajar allá frecuentemente, meditando en las penas, como hacía el santo profeta Ezequías: Yo dije: En el medio de mis días iré a las puertas del infierno (Is 38, 10) Porque el que en vida desciende frecuentemente allí por la meditación, no desciende fácilmente en la muerte; pues esa consideración le preserva del pecado y le aparta de él. Vemos que los hombres de este mundo se guardan de obrar mal por temor a la pena temporal; ¿con cuánta mayor razón deben evitar las acciones malas por temor a las del infierno, que son mayores por la duración, la acerbidad y el número?”.

Padre Nuestro…
Lector: ¡Pecamos Señor, nos pesa!
Todos: ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!

Oración final:
Bendito seas tú Señor, Padre de inmensa bondad, que, por amor a los hombres, has enviado a tu amantísimo Hijo, para liberarnos de las cadenas del pecado original, y por su sacrificio, rompes las ataduras de la muerte y abres el cielo para nosotros. Permítenos pues, por intercesión de la siempre Virgen María y del bienaventurado Santo Domingo, llevar adelante nuestras vidas, conforme a la observación constante de este misterio salvífico, y por ello, fortalecernos en el combate contra el pecado y las asechanzas del demonio. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
La bendición de Dios Todopoderoso, Padre , Hijo, y Espíritu Santo descienda sobre ustedes, y los acompañe hoy y siempre. Amén.

Habiendo vivido el misterio de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, pueden ir en recogido silencio y en paz.

Demos gracias a Dios.

Fray Juan Diego Labrín Zapata
Fray Cristian Reinaldo Ayala Cajas

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