“Vino la Palabra del Señor a Juan en el desierto”

También a nosotros se nos invita a estar sedientos para el agua gratuita de Dios. Se nos pide tener sed, una sed de su gracia que sólo El puede saciar. Para eso quiso venir sediento a nuestros desiertos Aquel que es la Fuente, el Manantial de la Vida.

Adviento es la Visita y la Presencia de Jesús para ir completando su obra en nosotros , para que nos encontremos santos e inmaculados por el amor el Día de su Venida, en su Día. Esa es la oración de Pablo por sus hijitos filipenses. Es una súplica de total esperanza en la acción de la gracia de Jesús. El pide para que el Señor por medio de su visitación continua en los corazones de los filipenses vaya realizando Su obra, o sea la completa “cristificación”.

Esta oración nacida del corazón de Pablo en donde late el Corazón de Jesús… (en este pasaje se nos habla explícitamente del Corazón de Cristo) nos está cantando la confianza plena en la Gracia. Esta oración nos abarca a todos. Pese a los pecados de nuestra vida, a nuestras resistencias al Amor, con el peso de nuestra mediocridad, de la chabacanería, de nuestra insensibilidad espiritual, el Amor del Redentor que viene puede remediarlo y redimirlo todo. Basta que nos pongamos en espera. En espera confiada y serena . Incluso de nuestras infidelidades, Jesús el que viene, puede abrir nuevos caminos para que experimentemos la hondura de su Amor que salva. Nos dirían los Santos: ¡Basta que creas! Reza, ten fe y no te preocupes! (P. Pío de Pietrelcina).

Jesús es el que viene a nuestros desiertos para transformarnos a nosotros mismos en su Adviento. Así como su Madre, la llena de Gracia, es el Adviento viviente de Jesús, así el quiere entrar en nuestra vida para seguir viniendo a nuestros hermanos, a nuestras familias, a nuestro trabajo, a nuestros amigos. La venida de Jesús quiere transformarnos en Adviento suyo para nuestros hermanos. Por ello debemos proponernos, cuánto nos hacen crecer los pequeños buenos propósitos, algún gesto concreto que nos ayude a vivirnos como un adviento de Jesús para los otros. Y desde ya ofrecerle toda nuestra vida para que El pueda seguir naciendo en muchos corazones, dejemos que sea la dulce Voz del Señor la que nos hable e interpele:

“¿Estás dispuesto a darme tu carne, tu tiempo y tu vida? Esta es la voz del Señor que quiere entrar también en nuestro tiempo, quiere entrar en la historia humana a través de nosotros. Busca también una morada viva, nuestra historia personal. Esta es la venida del Señor?” (Benedicto XVI en las I vísperas del Domingo I de Adviento).

Fray Marco Antonio Foschiatti OP

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