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Vivir la justicia por amor

Domingo XXX

 

23 de octubre de 2022
Eco 35,12-14.16-18 | Sal 33,2-3.17-18.19.23 | 2Tm 4,6-8.16-18

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 18,9-14

Hoy el libro del Eclesiástico, nos revela a Dios como Juez imparcial, o sea Justo. Esto significa que Dios ejerce su Justicia con Amor.

Sin embargo, nosotros nos imaginamos la justicia de Dios a la manera humana, que considera el comportamiento exterior de una persona, para aprobarlo o sancionarlo. Nos imaginamos que frente a Dios, basta con portarse bien, cumpliendo la ley civil y cumpliendo a nivel moral los diez mandamientos. Y si alguien no se porta bien y no cumple lo mandado, Dios ejerce su justicia castigando al infractor, así como la justicita humana penaliza un delito. Esto no está mal, desde el punto de vista de la justicia humana, que tiene autoridad respecto de nuestras conductas en el fuero externo de nuestra vida, pero no es suficiente, cuando desde una convicción de fe, referimos nuestra vida a Dios como sus hijos, viviendo en su amor de Padre; porque desde esta perspectiva, la justicia de Dios, tiene autoridad sobre el fuero interno de nuestra vida; es decir, nuestra mente, nuestra conciencia y nuestro corazón; allí donde radica nuestro amor, nuestras motivaciones, nuestras intenciones. Es un nivel mas profundo. de nuestro ser que el del comportamiento conductual que puede ser percibido no solo por Dios, sino también por cualquier persona que nos vea. Es en este nivel profundo: en donde nos toma tiempo hacer un proceso de madurez espiritual, hasta entender que la justicia de Dios en nosotros, va mas allá de nuestros comportamientos exteriores, para penetrar en lo profundo de nuestra mente y nuestro cerrazón, no para condenarnos, sino para iluminarnos con la luz de su amor, que es la Luz de la verdad y ayudarnos a revisar nuestras actitudes, intenciones y motivaciones, porque es allí en donde esta la raíz de la fidelidad o infidelidad a su amor que se manifiesta en un comportamiento externo de bondad. fidelidad y amor, o maldad, infidelidad, egoísmo, abuso, agresividad y daño al prójimo.

El Señor nos llama a vivir la justicia por amor; yendo más allá de nuestro comportamiento externo de acuerdo a normas establecidas. El Señor quiere que actuemos en conciencia, coherentes con lo que somos: hijos suyos, creados a su imagen y semejanza. Entonces, no solo debo preguntarme si con mi comportamiento me salto alguna ley, o doy mal ejemplo, o escandalizo a alguien, sino que debo preguntarme qué convicciones, criterios, intenciones, y motivaciones guían mi actuar cuando nadie mas que Dios me ve, en mi interioridad. Es en este terreno en donde Dios me acoge sin hacer acepción de personas, para darme su amor y su salvación, cuando vengo a él desde la verdad de mis limitaciones e incoherencias que pueden ser mi condición de ladrón, adúltero, mentiroso, abusador, injusto. Es en este terreno interior en donde el perdón de Dios y su justicia sana la raíz de mis malas conductas, para que yo me “ajuste” a lo que Él quiere para mi como calidad y sentido de vida en el amor, de modo que mi comportamiento exterior, no sea una apariencia falsa, sino que esté en sintonía con la verdad mas profunda de mi ser: El amor de Dios en Jesucristo.

Por eso, el ejemplo de San Pablo en la segunda lectura es valido para nosotros hoy. Que la Palabra de Dios hoy penetre hondo en nuestro corazón para desterrar toda actitud farisaica y reconocernos pecadores ante Dios, abiertos a su justicia y su amor, para que el día que Él nos llame, podamos decir de verdad, que hemos combatido el buen combate, hemos acabado la carrera, hemos conservado la fe y la esperanza de recibir la corona de justicia que el Señor juez justo dará a los que hayamos aguardado con amor su manifestación.

Fray Miguel Ángel Ríos OP
Santiago de Chile

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