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«Y se cerró la puerta»

8 de noviembre de 2020
Sab 6, 12-16 | Sal 62, 2-8 | 1Tes 4, 13-18

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según Mateo 25, 1-13

Queridos hermanos:
La parábola de las diez vírgenes (παρθένοις)* nos habla de los acontecimientos del final de los tiempos: la resurrección de los muertos, el juicio final y la necesidad de velar. Quisiera que prestemos atención a un aspecto particular de esta parábola que suele pasar desapercibido.

Probablemente, todos hemos oído que Dios no predestina a nadie al infierno, sino que los condenados se autoexcluyen de la vida eterna**. Y esto es verdad. Quien peca se aparta de la comunión con Dios por su propia culpa y, por el mismo mal uso de su libertad, se coloca como condenado. Sin embargo, esto no es toda la verdad del asunto, sino solamente un aspecto. Hay otro aspecto que considerar sin el cual el cuadro quedaría incompleto.

Ese otro aspecto es este: Hay un querer salvarse que no alcanza para salvarse. No es suficiente para entrar en la vida eterna el pedir entrar en ella. Las vírgenes necias pedían ingresar: “Señor, Señor, ábrenos”. Pero Dios no les abre, sino que les responde: “No las conozco”. No las conoce porque Dios es Luz, pero ellas tienen su lámpara apagada. La llama de su lámpara se apagó por falta de aceite. Los Padres de la Iglesia han visto en este aceite la oración y las obras de misericordia*** que mantienen viva la llama, es decir la gracia y la caridad recibidas en el bautismo.

El tiempo para el arrepentimiento y el mérito es esta vida, pero ese tiempo se acaba. Este límite del tiempo de misericordia ha sido fijado por la Sabiduría de Dios, de tal modo que podemos decir que las vírgenes necias no solamente se excluyeron a sí mismas, sino que también son excluidas por Dios. La condenación es un acto positivo de la voluntad divina. Dios reprueba a algunos; y, como Dios, está en todo su derecho soberano de hacerlo. Él decide quién puede entrar al reino y quién no. Al oír esto, hay quienes se encrespan porque se imaginan que Dios tiene una voluntad caprichosa e injusta al igual que cualquier hombre. Pero no se dan cuenta que no es así; Dios no es injusto. Cuando él condena no hace injusticia a nadie. Si condenar fuera injusto, no lo haría. Pero la reprobación es un acto de justicia. Y si Dios no fuera Justo, entonces no sería sumamente Bueno.

–¿Y por qué Dios reprueba a algunos y aprueba a otros?– A esto habría que responder muchas cosas. Contentémonos, ahora, con decir que Dios aprueba a quienes le son agradables y desaprueba a quienes le son desagradables. Y son agradables a Dios los que están en su gracia y con su libertad buscan hacer lo que es de su agrado. Nuevamente, se irritan aquí algunos diciendo que qué clase de dios es éste que pone como regla general lo que a él le gusta y no lo que le gusta a los demás. Y es que no entienden que Dios no tiene un gusto torcido como los pecadores, sino que a Dios solamente le agrada el bien y solamente le desagrada el mal, es a los malvados a quienes desagrada lo bueno y agrada lo malo. Más aún, lo que a Dios le agrada es lo mejor para todos.

–¿Pero no podía Dios hacerlas buenas para que ingresaran?– Ellas no querían ser buenas, pero Dios ciertamente podía. –¿Y por qué no lo hizo?– En este punto, debemos admitir que la Voluntad de Dios nos resulta insondable, pues entramos en el misterio de la Libertad divina. Ante esto algunos se rebelan diciendo: no voy a creer en un Dios al cual no puedo comprender. A quienes toman esta postura me gustaría preguntarles: ¿entiendes tú a tu mujer? entonces, si le crees a tu mujer aunque no la comprendas, ¿no deberías tomar la misma postura respecto de Dios?

Volvamos a nuestro asunto sobre la condenación. La primera lectura del libro de la Sabiduría expresa algo relativo al tema: “La sabiduría se deja hallar por quienes la buscan…” Si se deja hallar, hemos de concluir que quienes no la encuentran, no la encuentran por su culpa. Decir que alguien la busca sin hallarla, sería decir que no se deja hallar por quienes la buscan. Pero hay quienes buscan bien y quienes buscan mal. El busca mal en última instancia no busca, como dice el Apóstol Santiago: “Piden y no reciben porque piden mal” (St 4,3). ¿Qué es pedir bien y qué es pedir mal? Se pide bien cuando se pide con amor a Dios, se pide mal cuando se pide sin amor a Dios. Las vírgenes necias pedían mal porque carecían de caridad: pedían entrar al banquete de bodas no por amor al Esposo, sino por el mero dolor de estar afuera. Así sucederá con los condenados.

Tal vez por este motivo de que la condenación depende tanto de la libertad humana pecadora que se aparta de Dios como de la libre Voluntad divina que reprueba a los que se apartan de él, tal vez por este motivo -pienso- es que se dice en voz pasiva que la puerta se cerró; no se dice quién la cierra, sino que se deja sin especificar: “y se cerró la puerta”. Que la puerta se cierre indica que se ha completado el número de los elegidos de Dios y que ya no será posible formar parte de él.

Entonces –queridos hermanos– no seamos necios sino prudentes y carguemos nuestras lámparas de aceite con toda clase de obras de caridad. Las vírgenes prudentes habían adquirido su aceite con los mercaderes, estos mercaderes son los necesitados e indigentes. Y se los llama mercaderes porque con ellos debemos comerciar, dando nuestros bienes temporales a cambio de ese valioso aceite que mantendrá encendida nuestras lámparas.

* La Tradición de la Iglesia es unánime en interpretar παρθένοις en este texto como vírgenes y no simplemente jóvenes.
** GABRIEL AMORTH, Seremos juzgados por el amor, cap. 8 Las penas del infierno.
*** SAN HILARIO DE POITIERS, Comentario el evangelio de Mateo, cap. 27, 4: “las lámparas son la luz de las almas resplandecientes que han resplandecido por el sacramento del bautismo. El aceite es el fruto de las buenas obras. […] La acción de tomar las lámparas es la vuelta de las almas a los cuerpos, y su luz es la conciencia resplandeciente por las buenas obras que se contiene en las pequeñas alcuzas de los cuerpos”.
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre san Mateo, 78, 1: “llama aquí […] aceite a la misericordia, a la limosna, a la ayuda a los necesitados”.

Fray Álvaro María Scheild OP
San Miguel de Tucumán

Imagen: Vírgenes insensatas | Gótico | Fecha: 1250 | Lugar: Catedral de Magdeburgo, Magdeburgo, Sajonia-Anhalt, Alemania

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