Aproximación histórica a Santo Tomás de Aquino

Vida y obra de Santo Tomás

Benedicto XVI, al dedicar su catequesis del miércoles 2 de junio de 2010 a santo Tomás de Aquino, afirma que el santo Doctor “llevó a cabo una operación de fundamental importancia” no sólo para la historia de la filosofía y la teología, sino “para la historia de la cultura: estudió a fondo a Aristóteles y a sus intérpretes”[1]. La gran obra del santo quedó plasmada en la demostración de “que entre la fe cristiana y la razón subsiste una armonía natural”[2].

Así como no podemos desligar la obra de la persona, tampoco podemos desconocer el tiempo en que la persona y la obra se desarrollaron; aun cuando tengamos frente a nosotros una obra tan colosal que puede haber eclipsado a la persona. Recordemos lo dice san Juan Pablo II en Fides et ratio: “la Iglesia ha propuesto siempre a santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología”[3]. El ambiente en el que se formó y desarrolló el Maestro es el de la universidad medieval del siglo XIII. Y aun cuando su producción literaria es enorme, sin embargo, no contamos con un escrito tan personal como las Confesiones de San Agustín.

Santo Tomás de Aquino, fuente de sabiduría. Antoine Nicolas. Catedral de Notre-Dame (París).

Hay una pintura, entre muchas obras famosas, que da cuenta de la devoción de los fieles hacia santo Tomás y que desarrolla uno de los motivos pictóricos más destacados en la persona del Aquinate. Antoine Nicolas pintó esta obra en 1648 y la tituló: Santo Tomás de Aquino, fuente de sabiduría. La estancia del maestro dominico en la Universidad de París es contemporánea a la inauguración de la catedral de Notre-Dame; por ello los frailes del Convento de la Anunciación de París, que conservaban la pintura, la donaron a la catedral para conmemorar el VII centenario de la muerte de Tomás en 1974.

La pintura muestra al Aquinate en el centro de la escena rodeado de diversos personajes, destacando simbólicamente a través de la fuente el legado de su obra, a la cual acuden todos los que desean saciar su sed de sabiduría y de verdad. La escena es solemne, pero a la vez manifiesta la cercanía de quien pone a disposición el resultado del propio recorrido. Él mismo declara en la Suma contra gentiles que: “El estudio de la sabiduría es el más perfecto, sublime, provechoso y alegre de todos los estudios humanos”[4].

Santo Tomás, el escritor medieval

Es quizás esta faceta la más obvia para destacar de él, pero no podríamos pasarla por alto considerando que es la tarea que ocupó buena parte de su vida, 22 años en total, desde 1252 a 1274. Recordemos que nació en 1225, en el seno de una familia de 12 hermanos, siendo el menor de los varones y siguiendo una costumbre bastante extendida en la Edad Media fue orientado a la vida religiosa. Ingresó a los 5 años como oblato en el Monasterio benedictino de Monte Casino y con el tiempo conoció a la naciente Orden de Santo Domingo donde ingresó atraído por el ideal de la predicación.

Un repaso de los escritos tomistas nos permite acceder a unos datos cuantificables que ayudan a entender el fruto de una mente prodigiosa. En total, según el catálogo realizado por los responsables de la principal edición crítica, es decir, el de la Comisión Leonina, se cuentan cerca de 100 obras. Aparecen entre las más importantes los comentarios a la Sagrada Escritura, las síntesis teológicas, las cuestiones disputadas, los comentarios a las obras de Aristóteles y los autores neoplatónicos, opúsculos, escritos polémicos, sermones, colaciones y obras litúrgicas, además de glosas o florilegios como la Catena Aurea[5].

Los géneros literarios utilizados por nuestro autor son diversos y se ubican en el contexto universitario del siglo XIII. Sobresalen la Lectura de textos destinados a la enseñanza; las Sentencias o Exposiciones que tenía a su cargo el Maestro, ambas suelen identificarse, pero las Exposiciones tenían la intención de comentar más exhaustivamente cada uno de los párrafos; las Disputas fueron el ámbito en que santo Tomás pudo profundizar sus estudios y ejercitar a los alumnos en los modos de argumentación. 

El trabajo de escritura era intenso, si se piensa en el amplio catálogo de las obras de santo Tomás y en el hecho de que el modo de volcar las ideas al “papel” era de por sí complejo. En realidad, no se trataba de papel, eran más bien pergaminos obtenidos de un tratamiento especial realizado sobre pieles de animales. Sobre ellas se escribía con pluma, lo cual resultaba ser un proceso lento pues cada palabra, literalmente, se dibujaba sobre el cuero. Sabemos que contó con un secretario fijo, Raynaldo de Priverno, y tuvo otros secretarios encargados de tomar notas en clases, disputas y sermones. No todas las obras recibieron la corrección del autor.

Como toda labor intelectual, requería de tiempos para seleccionar las fuentes, pensar, escribir y corregir las obras. El P. Torrell calculó la cantidad de hojas producidas por Tomás durante el periodo de mayor producción, es decir, durante su estancia en París desde octubre de 1268 a abril de 1272; “un promedio de 12 páginas de nuestro tamaño «A4» por día, cada página contando con alrededor de 350 palabras”. Todo ello ejecutado por el hombre que era, un religioso dominico que cumplía con las obligaciones de su estado, especialmente la asistencia al Oficio litúrgico del cual estaba dispensado, pero al que, como relatan sus biógrafos, asistía puntualmente. Además, la celebración de la Misa conventual y otras ocupaciones propias de su oficio: dictado de clases, las predicaciones, las disputas; así como la atención personal de algún personaje que acudía a consultarlo, la correspondencia, y tantos otros asuntos.

Santo Tomás, el predicador de la verdad

La imagen esta tomada de lo que afirma Benedicto XVI en la Catequesis que citamos al principio, el ministerio de la predicación que llevó adelante santo Tomás de cara a la formación del pueblo que acudía con agrado a escucharlo. Dice el Papa: “Es verdaderamente una gran gracia cuando los teólogos saben hablar con sencillez y fervor a los fieles. El ministerio de la predicación, por otra parte, ayuda a los mismos estudiosos de teología a un sano realismo pastoral, y enriquece su investigación con fuertes estímulos”[6].

En el tiempo en que santo Tomás ingresó a la Orden de Predicadores, la institución estaba confirmada y expandida por los principales centros universitarios. Así es como el Tomás predicador se inserta en la tradición dominicana de difundir la doctrina a través de la predicación. Evidentemente, para este punto las obras que nos transmiten, en parte, esa faceta del santo son los Sermones; en ellos puede apreciarse la exposición de un alto contenido teológico pero con expresiones simples.

Como sabemos, la oratoria de cada predicador depende de unos elementos particulares: los dotes personales, el fervor, la capacidad de captar la atención del auditorio, las imágenes, la dicción, etc. El estilo del Aquinate en su homilética se revela en las preguntas que formula y responde en primera persona; en el involucramiento con ellos, como cuando dice a su auditorio: «vayamos», «podemos considerar», o «no debemos ser ingratos»; también cuando hace preguntas retoricas o se dirige a alguien en particular mostrando cercanía y sensibilidad con el oyente. No usa, como sí lo hacen otros predicadores de su tiempo, ejemplos o anécdotas ilustrativas; prefiere las comparaciones mas o menos largas y las distinciones para ganar en claridad en lo que se expone.

Muy al corriente de lo que estaba en boga, santo Tomás parece combinar dos técnicas de predicación: el llamado sermo modernus, vigente en París y que consistía en comentar un versículo cuidadosamente escogido para extraer de él tres o cuatro elementos; y el sermón tradicional, más desarrollado en Italia y en la línea de los Padres que solían comentar toda la perícopa.

Un aspecto donde se muestra la profundidad del hombre que fue Tomás, su devoción y contemplación es la poesía que formuló, en la que se advierte su “alma exquisitamente eucarística”, como dice Benedicto XVI. Como sabemos, el Papa Urbano IV en su intención de extender a toda la Iglesia la fiesta del Corpus Christi, después del milagro eucarístico de Bolsena, solicitó al Maestro Tomás la composición de la Misa y el Oficio. Hoy, según el Misal promulgado por Pablo VI, para la fiesta del Corpus se toman de los textos tomistas: la oración colecta, la oración sobre las ofrendas y la oración luego de la comunión, junto a la secuencia Lauda, Sion; también la antífona de Vísperas en la Liturgia de las Horas.

El hombre Tomás era eminentemente un contemplativo y dado a las cosas espirituales; pero a la vez, era consciente de la necesidad de ejercitar la eutrapelia, la virtud reguladora de los entretenimientos. Puede pensarse en él como un fraile que miraba las cosas de la tierra para arrancar de ellas los ejemplos e imágenes que sirvieran a su trabajo. Otro ejemplo, en el prólogo a su Comentario a la Carta a los Efesios escribe: “[…] pues la esperanza, a modo de humo de fuego, proviene de la caridad, sube a lo alto, al fin se disipa, es a saber, en la gloria”[7].

Imagen de Santo Tomás de Aquino en la casa de Pedro Seila, primer convento de la Orden en Toulousse (Francia).

Tomás busca la verdad y este es el cometido que emerge de su escritura y de su predicación. No sigue una “escuela” en particular y se sirve de todo lo verdadero que se encuentra incluso entre los autores paganos. A la vez, enfrenta el error con las mismas armas que emplea el adversario. “Mientras vivió, podemos decir que vivió «combatiendo» ardientemente y con gran vivacidad por la Verdad viviente a la que se había entregado sin reservas”[8].

Las palabras de fray Gerard Timoner, actual Maestro de la Orden, expresadas en la Carta de promulgación del Jubileo del Santo Doctor son un buen compendio de lo que he intentado compartir con ustedes: “Tomás enunció una manera de mantener en tensión fructífera las dimensiones contemplativa (estudio y oración común) y apostólica de nuestra vida dominicana: “Porque así como es mejor iluminar que simplemente brillar, así es mejor dar a los demás los frutos de la propia contemplación que simplemente contemplar”.

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[1] BENEDICTO XVI, Audiencia general sobre Santo Tomás de Aquino, 02.06.2010.

[2] Ídem.

[3] JUAN PABLO II, Encíclica Fides et ratio, 43.

[4] SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma contra gentiles, I, cap. 2.

[5] M. A. BEROCH SSVM, “¿Quién era Santo Tomás de Aquino? Rasgos de la persona a partir de algunos de sus escritos” en Diálogo 68 (2002) 93-164, p. 97.

[6] BENEDICTO XVI, Audiencia general sobre Santo Tomás de Aquino, 02.06.2010.

[7] S. TERÁN (1979) Santo Tomás, poeta del Santísimo Sacramento. Tucumán: UNSTA, pp. 144-149.

[8] M. A. BEROCH SSVM, “¿Quién era Santo Tomás…”, p. 156.

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Fuente: SANCHES GÓMEZ, Fray Gustavo, OP. Aproximación histórica a la vida y obra de Santo Tomás de Aquino, Lectio Inauguralis pronunciada en la apertura del año académico de la Universidad Fasta, 27 de marzo de 2023. Texto completo aquí. 

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