Monasterio Nuestra Señora del Rosario - Mendoza

Familia Dominicana |  Monjas contemplativasMonasterio Nuestra Señora del Rosario

Fundado el 25.07.1888 en Forcall Castellón - España Trasladado el 02.07.1972 a Mendoza - Borbollón

Talcahuano 150 • M 5521 PDD Villa Nueva – Guaymallén – Mendoza
Tel./Fax: (0261) 426 5499 • E-mail: nsrosario@gmail.com

Un poco de historia

Sabemos que en España, por la desamortización de Mendizábal en 1835/6, el gobierno suprimió muchos conventos e incautó sus edificios, no así las Iglesias que pasaron a pertenecer a los Obispados. Muchos sacerdotes y religiosos dejaron su patria y llegaron a nuestras tierras y las evangelizaron, dando su vida por Cristo y por su Iglesia. Uno de los conventos de frailes suprimidos por el gobierno fue precisamente el de los frailes dominicos de Forcall, que había sido fundado en el siglo XVIIt. Había servido como centro de estudios de la Orden. Forcall, un pueblito de la provincia de Castellón (del antiguo reino de Valencia) perteneciente a la diócesis de Tortosa, cobijada bajo la maternal mirada de la Virgen de la Consolación y bajo el patrocinio de San Víctor Mártir, Al celebrarse solemnemente el 2° centenario de la llegada de las reliquias de San Víctor al pueblo, acontecimiento que trajo consigo una renovación espiritual muy intensa en sus pobladores ya que, como recuerdo de ello, una señora muy cristiana y poseedora de fortuna, formalizó la adquisición de parte del antiguo convento de los padres dominicos fundado en el siglo XVII y ayudó con sus bienes materiales a la fundación del monasterio de monjas dominicas. Fue doña Carmen Palos Llop quien consiguió del Obispado de Tortosa la fundación del monasterio y la devolución de la iglesia. Adquirió la huerta, una parte del convento -la antigua hospedería- y la dispuso para residencia de la comunidad. Tuvo lugar la fundación el día veinticinco de julio de 1888, solemnidad de Santiago Apóstol, patrono de España, cuando era Papa s.s. León XIII, la Reina de España era doña María Cristina como Regente. Las seis monjas fundadoras provenían del Monasterio «Corpus Christi» de Villareal, fundado éste por la Venerable Rda. Madre Inés de Sisternes y Oblites en 1639. La vida de este monasterio fue desarrollándose según el carisma de Santo Domingo, hasta mil novecientos treinta y seis. A las veintiuna horas del día veinticinco de julio de ese año, al cumplirse los cuarenta y ocho años de su fundación, las monjas se vieron obligadas a abandonar la clausura y refugiarse en casas de sus familiares, para no perder la vida. El veinticinco de marzo de mil novecientos treinta y nueve, reanudaron las monjas su vida regular. Con presencia del Ayuntamiento y numerosos fieles, se celebró la Santa Misa, terminada la cual las monjas que formaban la comunidad pudieron recomenzar su vida consagrada en el monasterio. El período de la post-guerra fue muy duro para la comunidad, como para todas las existentes en España: además del estado deplorable del edificio, se sumó la escasez de alimentos, la falta de recursos económicos, la dificultad de conseguir un trabajo rentable y la dureza del clima de aquellos inviernos. Pero Dios seguía llamando a muchas jóvenes a consagrarse totalmente a El en una vida de seguimiento de Jesús pobre, casto y obediente, por medio de la oración y la penitencia. Los monasterios pronto se encontraron con una riqueza humana jamás soñada. Debido a la falta de atención espiritual del monasterio, la lejanía de centros poblados y al estado verdaderamente ruinoso del edificio, era preciso el traslado de toda la comunidad. En esa región, la vida del monasterio no tenía futuro. El día nueve de agosto de mil novecientos sesenta y cinco la Priora Federal de la Federación «Inmaculada Concepción» Rda. Madre María Teresa Muñoz Garde O.P. y su Consejo, habiendo estudiado el caso, decidieron el traslado. Es así que el día dos de octubre de mil novecientos sesenta y seis, a los setenta y ocho años de su fundación, se cerró definitivamente el edificio del monasterio, con la esperanza firme de su apertura en el sitio donde Dios les tenía predestinado. La comunidad se trasladó a vivir en el monasterio de la comunidad de «Nuestra Señora de la Consolación» de Játiva, que le abrió generosamente sus puertas y su corazón, a la espera de hallar el sitio donde Dios la quería. A pedido expreso del Obispo de Tortosa, don Manuel Moll y Salord, la Comunidad no debía ser dispersada en otros monasterios de la Federación. Pareció encontrarse en Gandía un convento en construcción que pertenecía a los Padres Jesuitas. Las diligencias iban bien, hasta el punto que la comunidad adquirió una sillería para el coro del nuevo convento. Pero poco tiempo después todo quedó en nada. Entretanto, el Padre Asistente de la Federación de la Inmaculada, fray Marceliano Llamera O.P., había viajado a Buenos Aires y visitó a la Comunidad del Monasterio «Santa Catalina de Siena». Allí se enteró por la Madre Priora sor María Jesús Franco O.P., de que los frailes del convento «Santo Domingo en Soriano» de Mendoza pedían y deseaban una fundación de monjas dominicas en dicha arquidiócesis, cuyo Patrono era precisamente el Apóstol Santiago. Al regresar a España el Padre Llamera, enterado del fracaso del ofrecimiento de Gandía, vio providencial el pedido de los frailes. A ellos se sumó luego el pedido formal del Arzobispo de Mendoza, Monseñor Olimpo Santiago Maresma. El diecinueve de noviembre de mil novecientos setenta llegaron al puerto de Buenos Aires Fueron acogidas durante veinte meses por la Comunidad del Monasterio «Santa Catalina de Siena», cuyo capítulo y consejo habían votado el día Jueves Santo de ese año, su compromiso de construírles un monasterio en Mendoza y de sostenerlas económicamente hasta que la comunidad pudiera mantenerse por sí misma. El edificio del Monasterio en la arquidiócesis de Mendoza fue inaugurado el dos de julio de mil novecientos setenta y dos, en el lugar denominado «El Borbollón». Debido a las deficiencias en la construcción del edificio y por el lugar en el que el mismo fue ubicado, nuestros superiores animaron e impulsaron el proyecto del traslado de la Comunidad a una nueva vivienda, más adecuada para los fines de la misma. Fue inaugurada precisamente al cumplir cien años de su fundación: el veinticinco de julio de mil novecientos ochenta y ocho, en Villa Nueva (Guaymallén), en la misma arquidiócesis de Mendoza y construída con la ayuda de la Orden, de otros Monasterios de la Federación.

El Monasterio y su influencia en Cuyo hoy

Es por ello que nuestra Comunidad, por gracia de Dios, ha tenido no solo el edificio idóneo para dedicarse a su vocación específica dentro de la Iglesia que peregrina en Mendoza, sino que:

En toda la región cuyana ha sido durante muchos años el primer monasterio dedicado exclusivamente a la oración, al que siguieron luego la fundación de los Carmelos de Caucete (San Juan) y Luján de Cuyo (Mendoza); de monjas benedictinas en Suyuque (San Luis) y años más tarde, los monjes del Cristo Orante en Tupungato (Mendoza).

Al llegar la Comunidad, la arquidiócesis de Mendoza contaba con un solo seminarista, y al año de su llegada, tenía ya cuarenta seminaristas formándose para el ministerio sacerdotal, lográndose así un aumento muy significativo a nivel vocacional.

Los fieles de la región, comprendían el valor de la oración pero no llegaban aún a captar el significado de toda una vida entregada a la oración, por lo cual fue muy visitada la Comunidad durante los primeros años de su llegada, por Colegios y demás Instituciones.

Después de la reforma litúrgica que introdujo el Concilio Vaticano II, el Monasterio fue un referente válido al que acudían para consultar y solicitar material litúrgico sacerdotes, religiosas y seminaristas.

Actualmente el Monasterio tiene una muy buena inserción en la vida diocesana, habiendo recibido muestras muy grandes de valoración por parte de los obispos, del clero y de los fieles.

Su vida litúrgica sigue siendo muy apreciada y su iglesia es muy concurrida, ya que al nivel de las celebraciones se suma la predicación diaria de nuestros hermanos dominicos. La concurrencia va en aumento en estos últimos tiempos en que nuestro país padece una profunda crisis -ante todo moral- ya que muchos confían y reclaman nuestra intercesión orante.

La titularidad de Nuestra Madre del Rosario, nuestro ser de dominicas y el carácter apostólico de la Orden, hacen que nuestra comunidad sea particularmente devota del Santo Rosario, y tiene como medio particular de difusión del mismo, la confección de imágenes vestidas de la Virgen del Rosario, que ya reciben culto en varias capillas de nuestra diócesis y del país.

Los trabajos a los que nos dedicamos son: encuadernación de libros; fotocopias y anillado plástico, elaboración de nueces y coco confitados, imágenes de yeso, falso vitraux, elaboración de velas litúrgicas.

Desde el año 1992 el Monasterio es casa de formación ya que acoge al Noviciado Común de la Federación de la Inmaculada para los monasterios de Argentina.

Gracias a Dios, nuestro monasterio ha sido fiel al carisma fundacional de Santo Domingo en el seguimiento de Jesucristo, y a la entrega generosa de tantas hermanas nuestras que nos han precedido en el peregrinar hacia la Casa del Padre y que seguramente gozan ya de su presencia e interceden por nosotras. Entre ellas, es digna de mención especial la Venerable Sor Margarita Matarredona O.P.,. La misma goza de fama de santidad entre sus hermanas de comunidad, por el ejercicio heroico de las virtudes. Lamentablemente se perdieron todos sus datos ya que el archivo fue quemado en su totalidad en la guerra civil española, cuando la comunidad tuvo que dejar el edificio conventual. No obstante, podemos decir que en ella brillan de un modo especial las virtudes y la impronta espiritual de la comunidad, conservada hasta hoy. En efecto, antes de morir, la misma Virgen María por su intermedio, había comunicado lo que esperaba particularmente de nuestra comunidad: la abnegación, el sacrificio, la oración por la conversión del mundo y un desprendimiento completo de las cosas de la tierra; virtudes que ella practicó heroicamente.

Por último, no nos queda más que agradecer a Dios por su obra en nuestra Comunidad, esperando con su gracia y con la intercesión materna de María Santísima, Nuestra Señora del Rosario, poder seguir