Video Novena 2021 J

Novena a N. P. Santo Domingo de Guzmán

Tercer día

 

Por la señal de la santa Cruz , de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición:

Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí, pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido; y propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.

Oración inicial:

Dios todopoderoso y clemente, que infundiste en tu Iglesia el Espíritu de Sabiduría, e inspiraste a muchos ir en buscar de la Verdad, que es tu Palabra, te damos gracias por suscitar a Santo Domingo de Guzmán como padre de gran número de fieles contemplativos y pregoneros de tu Evangelio.

Tú, viendo la gravedad de nuestros pecados y el andar vacilante de nuestras almas, enviaste a tu Hijo Jesucristo al mundo, y con su preciosísima sangre, nos libró de la condena del pecado y del dominio de la muerte, venciendo al príncipe de las tinieblas. Concédenos, Señor de toda bondad, ser absueltos de nuestras culpas con un corazón contrito y humillado, y, por intercesión de tu servidor Santo Domingo, ser firmes y constantes en el camino que conduce a tu santa morada, junto a María Virgen y todos tus santos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Del Beato Jordán de Sajonia:

“Durante el tiempo que estuvieron allí los cruzados hasta la muerte del conde de Montfort, fue fray Domingo el predicador afanoso de la palabra de Dios. ¡Cuántas injurias sufrió en aquellos días de parte de los malvados! ¡Cuántas celadas hubo de soportar!

Cuando, en cierta ocasión, le amenazaron de muerte, contestó impertérrito: ‹‹No soy digno de la gloria del martirio, aún no he merecido esta muerte››. Cruzando después por un lugar en que sospechaba le habrían puesto asechanzas, pasó gozoso cantando.

Habiendo llegado esto a conocimiento de los herejes, dijéronle admirados de su inquebrantable fortaleza: ‹‹¿Acaso no temes la muerte? ¿Qué harías si te prendiéramos?››. El santo respondió: ‹‹Os rogaría que no me mataseis de prisa con rápidos golpes, sino que prolongaseis mi martirio cortando sucesivamente los miembros, y, después de poner a mi vista las partículas cortadas, me arrancaseis los ojos y abandonaseis así mi tronco bañado en su sangre, acabando con todo para que el martirio prolongado me alcanzase mayor corona››.

Quedaron asombrados ante estas palabras los enemigos de la verdad y no pusieron más asechanzas a la vida del justo, para quien la muerte era más un obsequio que un perjuicio. Él se afanaba con todas sus fuerzas por conquistar almas para Cristo, y sentía en su corazón una emulación casi increíble por la salvación de todos”.

(Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum; XX)

Reflexión de San Agustín de Hipona:

“Por los hechos tan excelsos de los santos mártires, en los que florece la Iglesia por todas partes, comprobamos con nuestros propios ojos cuán verdad sea aquello que hemos cantado: ‹‹Mucho le place al Señor la muerte de sus fieles››, pues nos place a nosotros y a aquel en cuyo honor ha sido ofrecida.

Pero el precio de todas estas muertes es la muerte de uno solo. ¿Cuántas muertes no habrá comprado la muerte única de aquel sin cuya muerte no se hubieran multiplicado los granos de trigo? Habéis escuchado sus palabras cuando se acercaba al momento de nuestra redención: ‹‹Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto››.

En la cruz se realizó un excelso trueque: allí se liquidó toda nuestra deuda, cuando del costado de Cristo, traspasado por la lanza del soldado, manó la sangre, que fue el precio de todo el mundo. Fueron comprados los fieles y los mártires: pero la fe de los mártires ha sido ya comprobada; su sangre es testimonio de ello. Lo que se les confió, lo han devuelto, y han realizado así aquello que afirma Juan: ‹‹Cristo dio su vida por nosotros; también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos››.

(Sermón 329, En el natalicio de los mártires: PL 38, 1454-1456)

Propósito de oración del día:

Oremos al Señor por todos los cristianos que son perseguidos en diferentes partes del mundo, a causa de profesar su fe en Jesucristo; sea el Espíritu Santo su fortaleza en medio de la tribulación, de la duda y la aflicción. Que el valiente testimonio y la sangre de estos justos de Dios nos confirme en la Fe, y sea motivo de conversión para sus perseguidores.

En un momento de silencio, puede agregar una intención particular.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

Antífona a Santo Domingo:

V. Oh maravillosa esperanza para aquellos que lloraron por ti en la hora de tu muerte, prometiendo después de tu partida ser útiles a tus hermanos:
R. Cumple, oh padre, lo que has dicho, y ayúdanos con tus oraciones.

V. ¡Oh tú que brillaste ilustre por tantos milagros, forjado sobre los cuerpos de los enfermos!
R. Cumple, oh padre, lo que has dicho, y ayúdanos con tus oraciones.

V. Ruega por nosotros, ¡Oh Padre Santo Domingo!:
R. Para que seamos hechos dignos de las promesas de Cristo

Oración del Jubileo:

Oh Dios,
nuestro Creador, Redentor y Paráclito,
unidos en oración, te presentamos nuestra alabanza,
nuestra bendición y nuestra predicación.

Hace ochocientos años,
llamaste a santo Domingo
a entrar en la vida eterna
y a reunirse contigo en la mesa del cielo.

En la celebración de este Jubileo,
aliméntanos y llénanos de tu gracia
para que podamos realizar nuestra misión
de predicar el Evangelio para la salvación de las almas.

Ayúdanos a nutrir a tu pueblo
con tu Verdad, tu Misericordia y tu Amor,
hasta aquel día prometido
en que nos reunirás a todos, junto a los bienaventurados.

Te lo pedimos como Familia Dominicana,
por la intercesión de María,
en el nombre de Jesús.

Amén.

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Sobre el jubileo de Santo Domingo

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