Adviento 2

II Domingo de Adviento

Introito

Pueblo de Sión, el Señor vendrá para salvar a las naciones. Él hará oír su voz majestuosa, y llenará de alegría sus corazones.

Is 30, 19.30

La alegría anunciada y la voz majestuosa del Señor marcan el itinerario de la celebración de este segundo domingo de Adviento. Justo en el día en que el Evangelio presenta la figura del precursor del Señor como «la voz que grita en el desierto». 

 

Lecturas

Lectura del libro de Isaías     11, 1-10

Saldrá una rama del tronco de Jesé
y un retoño brotará de sus raíces.
Sobre él reposará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de ciencia y de temor del Señor
-y lo inspirará el temor del Señor-.
El no juzgará según las apariencias
ni decidirá por lo que oiga decir:
juzgará con justicia a los débiles
y decidirá con rectitud para los pobres del país;
herirá al violento con la vara de su boca
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia ceñirá su cintura
y la fidelidad ceñirá sus caderas.
El lobo habitará con el cordero
y el leopardo se recostará junto al cabrito;
el ternero y el cachorro de león pacerán juntos,
y un niño pequeño los conducirá;
la vaca y la osa vivirán en compañía,
sus crías se recostarán juntas,
y el león comerá paja lo mismo que el buey.
El niño de pecho jugará
sobre el agujero de la cobra,
y en la cueva de la víbora
meterá la mano el niño apenas destetado.
No se hará daño ni estragos
en toda mi Montaña santa,
porque el conocimiento del Señor llenará la tierra
como las aguas cubren el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé
se erigirá como emblema para los pueblos:
las naciones la buscarán
y la gloria será su morada.

Palabra de Dios.

SALMO     71, 1-2. 7-8. 12-13. 17

R. Que en sus días florezca la justicia.
O bien:
¡Ven, Señor, rey de justicia y de paz!

Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud. R.

Que en sus días florezca la justicia
y abunde la paz, mientras dure la luna;
que domine de un mar hasta el otro,
y desde el Río hasta los confines de la tierra. R.

Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes. R.

Que perdure su nombre para siempre
y su linaje permanezca como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos
y todas las naciones lo proclamen feliz. R.

Cristo salva a todos los hombres

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma     15, 4-9

Hermanos:
Todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que el Dios de la constancia y del consuelo les conceda tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de Dios. Porque les aseguro que Cristo se hizo servidor de los judíos para confirmar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas que él había hecho a nuestros padres, y para que los paganos glorifiquen a Dios por su misericordia. Así lo enseña la Escritura cuando dice: Yo te alabaré en medio de las naciones, Señor, y cantaré en honor de tu Nombre.

Palabra de Dios.

ALELUIA     Lc 3, 4. 6

Aleluia.
Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
todos los hombres verán la Salvación de Dios.
Aleluia.

EVANGELIO

Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     3, 1-12

En aquel tiempo, se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca.» A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo:
«Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: «Tenemos por padre a Abraham». Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible.»

Palabra del Señor.

Predicación

“Es más poderoso que yo”

Esta contundente afirmación la realiza el Bautista en medio de la advertencia acerca de la necesidad de producir los frutos de una sincera conversión (Mt 3, 8). Un programa simple y a la vez desafiante para este tiempo de Adviento.

Lo que el profeta proclama es la muestra del poder indiscutible de Dios, cuyo juicio escapa a las previsiones humanas. Es como una oda al poder incorruptible de Dios: “no juzgará según las apariencias ni declinará por lo que oiga decir” (Is 11, 3).

La rectitud del juicio se expande a todos, no se muestra favorecedora ni con unos ni con otros. Mira al consuelo de los humildes pero en función de la justicia que “ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas” (Is 11, 5). Se trata aquí, como lo afirman los comentaristas del Libro de Isaías, del advenimiento de los tiempos mesiánicos. Como lo hace la Virgen en el Magnificat quien “profetiza, en sus varios aspectos, una sola cosa: el triunfo de los pobres…”.

Aquél que viene tiene el enorme poder de restaurar todas las cosas, revirtiendo las conductas, haciendo que lo que antes era daño y destrucción; ahora el mundo sea cubierto con un manto de paz. Esto es a lo que se refiere la imagen que el profeta ofrece de los tiempos mesiánicos: la ferocidad de los animales se vuelve mansedumbre (cf. Is 11, 5-9).

Quizá sea esto lo que debemos reproducir en nuestra vida, cambiando la ferocidad de los malos pensamientos, sentimientos y acciones en palabras y obras que manifiesten esa mansedumbre y el deseo de reconciliación. Para que busquemos “andar juntos” con aquel hermano al que creemos irreconciliable.

San Pablo expresa a la comunidad de Roma el precioso deseo de tener los mismos sentimientos de Cristo. Pues, “con un solo corazón y una sola voz” deberemos todos juntos dar gloria a Dios (cf. Rom 15, 6). Lo mismo que hizo Cristo debemos hacer nosotros: si hemos recibido consuelo eso debemos dar, si hemos sido acogidos por Dios debemos acoger a todos, si Cristo se puso a nuestro servicio eso debemos imitar en relación a todos, especialmente con el carente de protección (cf. Rom 15, 7-8).

Si todos estos frutos no son producidos, cuya raíz es una sincera conversión, entonces habrá corte y desecho. Lo que asegura el Bautista es más una proclamación dichosa de Aquel que ha de venir, es la invitación permanente a tomar cada vez más conciencia de la dignidad del bautismo por el que hemos recibido el Espíritu Santo.

Preparar el camino implicará también cooperar en la desarticulación de las raíces de cizaña aún presentes en nosotros. De modo que cuando Él pase encuentre el camino abonado de buenas obras. Ser cooperadores de la obra de amor por la que el Divino hortelano viene a trabajar, pues: “tiene en su mano la horquilla y limpiará su era…” (Mt 3, 12).

Fray Gustavo Sanches Gómez OP
Mar del Plata

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